Los polvorones, un peligro de carallo

Pero vamos a ver hombre, pero vamos a ver. No se puede cambiar después de tantos años la fórmula del polvorón, no se puede hacer un polvorón que cuando lo comas… eso, los comas tan tranquilo como lo haces con el turrón o con el mazapán y no como si te metieras un kilo de harina, que se te queda ahí pegado en la boca, en el paladar, y no baja…

Yo la verdad que no entiendo por qué al polvorón le ponen en el envoltorio que si sabe a canela, a limón, a coco… será solo para orientar porque cómo no lo vas a saber si se te queda casi cuatro horas en la garganta y es como si te hubieras comido un cocotero o un limonero a bocados mientras toses, te pones rojo, haces esfuerzos con la traquea a ver si pasa y hasta te preguntan si estás bien…

Y además esto no es lo peor, sino que lo peor es que esta situación la tenemos tan interiorizada, tan asimilada, que cuando te ven así, congestionado, y te preguntan que qué te ocurre y dices que es «un un un polpolvovovorón», todo el mundo exclama: «¡¡¡Ah!!, un polvorónnnn», como si fuera lo más normal, joé con la normalidad, y siguen hablando tan tranquilos y tú como si la espichas allí mismo. ¡¡¡Y es tu familia, tu familiaaaaaaaaaaa!!!!, imagínate con desconocidos… mueres.

Yo no creo que sea tan difícil estudiar el asunto ese de cambiar la fórmula, que tienen todo un año hasta las siguientes Navidades, porque hasta el trocito más pequeñín pequeñín es traicionero de carallo. Lo coges, lo metes en la boca como si tal cosa… y tío con si tal cosa, de tal… nada, ni que fuera un agujero negro, a los segundos se expande por la pituitaria… pero oye, que se expande y se te hace una especie de masa en la boca…

Y suerte tienen los fabricantes; pero una suerte que no veas, porque el polvorón siempre lo tomas en Navidades (cuando en la mesa hay como 1.500 litros de tintorro, otros 7.000 de champán y un vaso de agua), y entonces si se te van a pegar las mandíbulas te arreas unos lingotazos y el asunto se soluciona.

Pero un polvorón, un polvorón auténtico te lo tomas en verano y ahí te quedas, ahogado, asfixiado, y tú pide auxilio; sí, tú pide auxilio, que como alguien sepa que te estás muriendo porque te has tomado un polvorón… como que te van a hacer el boca a boca, que una cosa es salvar una vida humana y otra morir con ella, porque como le pongas los labios en la boca y se te meta un trocito y se expanda…

Yo aviso, porque hasta el día 6, que es cuando vienen los de Oriente, son días de alto riesgo; ahora tú haz lo que quieras; pero si te pasa algo no me vengas con que « me-me aaaa-hohoho-gogogoooo, me-me aaaa-hohoho-gogogoooo», que el que se expande, ni lo dudes, soy yo.

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Manuel Guisande

Periodista y escritor. Premio Xunta de Galicia de Comunicación 2000, Cordorniz de Plata. Autor colección cuentos infantiles Rodribico.

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