El articulo fue escrito por Eial Levinter y publicado por EPOCH |
Estados Unidos e Irán celebran rondas de conversaciones nucleares en Mascate, Omán. Las conversaciones se llevan a cabo en medio de cierta incertidumbre respecto de la posición de Estados Unidos sobre si se permitiría a Irán enriquecer uranio y, de ser así, a qué nivel.
Antes, en declaraciones públicas al inicio de las negociaciones, el enviado estadounidense Steve Witkoff insinuó que existía la posibilidad de que se permitiera a Irán enriquecer uranio de forma limitada al 3,67%, que es el nivel necesario para un programa de energía nuclear civil. Sin embargo, a continuacion pidió el desmantelamiento completo de las capacidades de enriquecimiento de uranio de Irán y de su programa de desarrollo de armas nucleares.
Más tarde, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, dijo que su país aceptaría permitir a Irán mantener un programa nuclear civil sólo si detuviera completamente el enriquecimiento de uranio en su territorio y dependiera de las importaciones de combustible enriquecido del extranjero, a un nivel que no exceda el 3,67%.
Estos mensajes contradictorios sobre la cuestión del enriquecimiento de uranio de Irán aparecieron al mismo tiempo como señales de que la Casa Blanca también podría suavizar su posición respecto al desarrollo nuclear civil en Arabia Saudita. Durante su visita a Riad el 13 de abril, el secretario de Energía de Estados Unidos, Chris Wright, señaló que Washington y Riad están «en camino» de un acuerdo de cooperación para desarrollar un programa nuclear civil en el reino.
Este plan puede basarse en una instalación de enriquecimiento de uranio operada en asociación internacional o bajo la plena supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), o, alternativamente, depender de importaciones exclusivas de combustible nuclear enriquecido, sin enriquecimiento local alguno. Aunque Wright no dio su consentimiento explícito al enriquecimiento en suelo saudí, tampoco descartó por completo esa posibilidad.
La política oficial y consistente de Estados Unidos se opone a que los países tengan una capacidad independiente de enriquecimiento de uranio, debido a la preocupación de que esto les permitiría desarrollar armas nucleares en el futuro.
Arabia Saudita, por su parte, ha expresado anteriormente interés en la posibilidad de desarrollar armas nucleares, si Irán lo hace. El príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, declaró en 2018 que «si Irán desarrolla una bomba nuclear, Arabia Saudita seguirá su ejemplo lo antes posible». Por lo tanto, Arabia Saudita hasta ahora ha mostrado poca voluntad de aceptar protocolos estrictos que sólo le permitirían importar uranio enriquecido para necesidades civiles, pero le impedirían enriquecer uranio en su territorio, lo que le haría significativamente más difícil obtener armas nucleares en el futuro.
¿Que sigue?
Irán ha declarado que no estará dispuesto a renunciar a enriquecer uranio dentro de sus fronteras para necesidades civiles (a un nivel inferior al 5%) –una “línea roja” que no estará dispuesto a cruzar. Por lo tanto, si Estados Unidos adopta una línea demasiado dura y exige el cese total del enriquecimiento de uranio, existe la posibilidad de que Teherán se retire de las conversaciones. Una situación de ese tipo podría conducir a una nueva escalada, incluidas amenazas estadounidenses o israelíes de acción militar, que podrían degenerar la región en un conflicto a gran escala, incluidos ataques de representantes iraníes en Yemen, Irak y otros lugares.
Por otra parte, dado que la administración Trump ha manifestado previamente su deseo de evitar un mayor involucramiento militar en Medio Oriente, Washington podría preferir no causar una implosión completa de las negociaciones. En tal escenario, Estados Unidos podría aceptar continuar con un enriquecimiento limitado en suelo iraní, sujeto a una estricta supervisión. Se trata de una medida que tiene un precedente: el acuerdo nuclear firmado durante el mandato del presidente Obama permitió a Irán enriquecer uranio a un nivel del 3,67% para usos civiles.
Si Estados Unidos opta por una postura tan indulgente, inevitablemente tendrá repercusiones en las conversaciones con Arabia Saudita, que exigirá igualdad y esperará recibir «concesiones similares» cuando se trate de enriquecer uranio para un programa nuclear civil.
Sin embargo, se espera que tal medida provoque una fuerte oposición en el Congreso de Estados Unidos y entre altos funcionarios de seguridad, que la ven como un peligro para la proliferación nuclear en Medio Oriente y una carrera armamentista que desestabilizaría el Golfo.
Dado que Arabia Saudita actualmente no tiene una influencia significativa sobre Estados Unidos –a diferencia de Irán–, el resultado real puede ser un retraso o estancamiento en la implementación del programa nuclear civil saudí. El reino podría verse obligado a seguir dependiendo de fuentes de energía tradicionales, como el petróleo, el gas natural y las energías renovables, a menos que acepte llegar a un acuerdo y aceptar la importación de combustible nuclear enriquecido, de forma similar a lo que hicieron los Emiratos Árabes Unidos como parte de su acuerdo nuclear de 2009 con Estados Unidos.
En la superficie, la administración Trump puede estar apuntando a un «gran acuerdo»: la normalización entre Arabia Saudita e Israel a cambio de la aprobación del enriquecimiento. Sin embargo, se trata de un proceso complejo y lleno de obstáculos. En primer lugar, un acuerdo de ese tipo requeriría la aprobación del Congreso, que podría bloquearlo con el argumento de impedir la propagación de las tecnologías nucleares. En segundo lugar, no está claro si Arabia Saudita estará dispuesta a suavizar sus posiciones respecto de la solución a la cuestión palestina, especialmente en el contexto de la solución de dos Estados. Incluso si se está de acuerdo, se puede exigir a Israel concesiones importantes en esta área, que es difícil ver cómo se concretarán en el contexto de la guerra en la Franja de Gaza.
A la luz de todo esto, es posible que a corto plazo Arabia Saudita prefiera conformarse con acuerdos económicos y de seguridad con Estados Unidos, sin demoras ni estipulaciones sobre cuestiones controvertidas, como la normalización con Israel y la resolución del conflicto israelí-palestino. Esta medida le permitiría avanzar en sus principales objetivos estratégicos frente a Washington, incluida la adquisición de armas avanzadas.
