ENFRIAMIENTO ECONÓMICO Y RETO DEMOGRÁFICO

La economia de China se enfría: los expertos demandan reformas antes de que llegue el invierno demográfico

La actividad pierde impulso en noviembre, la demanda interna no despega y aumentan las presiones para que Pekín enfrente reformas profundas en plena cuenta atrás del invierno demográfico

China
China. PD

La segunda economía más grande del mundo vuelve a frenar su marcha.

Durante noviembre de 2025, el motor chino perdió fuerza: la industria se enfrió, el consumo resultó decepcionante y las señales de estancamiento reavivaron el debate sobre si el antiguo modelo de crecimiento ha llegado a su límite.

A la par, el país se adentra en una etapa donde el invierno demográfico ya no es solo un concepto teórico, sino una realidad palpable en fábricas, ciudades y cuentas públicas.

El panorama que se dibuja con los últimos datos es complicado para Pekín.

Las exportaciones siguen siendo razonables, pero la demanda interna es débil, los precios se mantienen muy contenidos y el sector inmobiliario continúa siendo un lastre para la confianza. A este escenario frágil se suma una población que envejece rápidamente y una fuerza laboral que mengua año tras año.

Los datos de actividad correspondientes a noviembre evidencian que la economía china está lejos de experimentar una recuperación sólida.

Algunos puntos a destacar:

  • La producción industrial se desaceleró hasta alcanzar su ritmo más lento en aproximadamente 15 meses, lo que indica que las fábricas comienzan a sentir la fatiga por una demanda global más selectiva y un mercado interno sin impulso.
  • Las ventas minoristas registraron su peor cifra del año, lo que pone de manifiesto que los hogares siguen priorizando el ahorro sobre el consumo.
  • La diferencia entre el sector exterior y el mercado doméstico es clara: las exportaciones crecieron un 5,9% interanual en noviembre, mientras la demanda interna permanecía débil.

Este doble perfil —exportaciones «resistiendo» y consumo tambaleándose— es precisamente lo que inquieta a muchos analistas: China vuelve a depender del exterior justo cuando gran parte del mundo, desde Estados Unidos hasta la Unión Europea, levanta barreras ante su sobrecapacidad industrial.

Por otro lado, las encuestas empresariales lanzan señales preocupantes. En noviembre, tanto el sector manufacturero como el de servicios cayeron en zona de contracción por primera vez desde que terminaron las restricciones por la pandemia; los economistas interpretan esto como un aviso de debilidad generalizada en toda la economía.

Deflación al acecho y debilidad de la demanda interna

Este frenazo ocurre en un contexto de inflación casi plana y presiones deflacionarias que se extienden en el tiempo.

  • El IPC subió un 0,7% interanual en noviembre, alcanzando su nivel más alto en 21 meses; sin embargo, la tasa mensual volvió a caer un 0,1%.
  • El IPP (precios a la salida de fábrica) ha encadenado su 38º mes consecutivo en negativo, con una caída del 2,2% interanual.

Esta combinación refleja una economía donde la demanda resulta demasiado débil como para trasladar aumentos de precios de manera sostenida. Varios factores están influyendo:

  • Los hogares están preocupados por sus empleos y por la salud del sector inmobiliario, lo cual les lleva a frenar grandes compras.
  • Las empresas compiten bajando precios, especialmente en sectores con evidente sobreproducción, como acero, paneles solares o vehículos eléctricos.
  • Los gobiernos locales están muy endeudados y tienen menos margen para apoyar agresivamente el gasto público.

El riesgo que empieza a mencionarse con mayor frecuencia es un escenario de estancamiento deflacionario, similar al vivido por Japón tras los años noventa: bajo crecimiento, precios casi estancados y reformas postergadas continuamente.

Estímulos sí; reformas también

Ante este enfriamiento económico, las autoridades chinas han decidido actuar mediante dos estrategias: más estímulo y promesas de reformas.

En cuanto al estímulo, tanto el gobierno como el banco central han incrementado su apoyo:

  • El déficit público alcanzará máximos recientes cerca del 4% del PIB en 2025; esto implica una fuerte emisión de deuda para financiar inversiones y programas destinados a impulsar el consumo.
  • Se han duplicado los programas específicos para incentivar la sustitución de bienes duraderos (por ejemplo, renovación de electrodomésticos), alcanzando unos 300.000 millones de yuanes.
  • Se aplica una política monetaria más flexible con recortes de tipos e indicios de nuevos recortes adicionales para abaratar créditos.

Sin embargo, muchos organismos internacionales y economistas advierten que no basta solo con aumentar los gastos. El FMI ha instado a China a tomar “decisiones valientes” para corregir desequilibrios existentes, mejorar la red de protección social y avanzar hacia un modelo más centrado en el consumo familiar. En su plan para los próximos años, el propio Gobierno chino reconoce que debe pasar del antiguo enfoque basado en inversiones masivas hacia un crecimiento “de mayor calidad”.

Algunas líneas fundamentales ya están planteadas:

  • Reforma fiscal destinada a aliviar la carga sobre los gobiernos locales y reforzar el gasto social.
  • Reestructuración ordenada de la deuda asociada al sector inmobiliario para limpiar balances sin desatar una crisis financiera.
  • Mayor apoyo a la innovación y a las denominadas “nuevas fuerzas productivas de alta calidad”, abarcando desde la IA hasta la computación cuántica.

La cuestión crucial es política: ¿hasta qué punto está dispuesto Xi Jinping y su dirección del Partido Comunista a tocar intereses establecidos y ceder más espacio al sector privado así como al consumo familiar dentro de un sistema que aún otorga mucho peso a las grandes empresas estatales?

El invierno demográfico ya está aquí

En este contexto económico, el invierno demográfico chino actúa como amplificador de todos los problemas existentes. La población total del país lleva dos años disminuyendo y entra ahora en una fase caracterizada por un envejecimiento acelerado: menos jóvenes y más jubilados.

Esto tiene diversas repercusiones económicas:

Menos mano de obra disponible en fábricas y cadenas productivas, lo que encarece los costes u obliga a acelerar procesos automatizados.

Mayor presión sobre sistemas públicos como las pensiones o la sanidad, obligando a destinar más presupuesto al gasto social.

Cambios en los patrones de consumo: aumento del gasto destinado a salud y cuidados frente al gasto en vivienda o bienes duraderos tradicionales.

La crisis demográfica no solo es consecuencia de la antigua política del hijo único; también influyen factores como:

Los altos costes asociados a la crianza de hijos en ciudades como Shenzhen, Pekín o Shanghái, donde la vivienda, la educación y la sanidad ejercen presión sobre los ingresos medios.

Un mercado laboral precario para jóvenes graduados, atrapados entre empleos poco cualificados y salarios insuficientes frente al coste de la vida.

Cambios culturales evidentes: cada vez más personas posponen o renuncian al matrimonio o a la maternidad, algo especialmente notable en las grandes áreas urbanas.

Para la economía, se trata de un círculo vicioso: la incertidumbre laboral, junto con los altos precios inmobiliarios, ralentiza las decisiones sobre tener hijos; esto empeora aún más el envejecimiento poblacional, complicando el futuro del sistema de pensiones; todo ello refuerza las tendencias hacia el ahorro, debilitando todavía más el consumo privado.

Un modelo que se agota entre sobrecapacidad y tensiones externas

La situación actual también pone el énfasis en otro problema estructural: la sobreproducción presente en varias industrias clave. Entre 2020 y 2024, las exportaciones chinas de acero se duplicaron; además, se prevé un crecimiento adicional del 10 % durante 2025, lo que genera tensiones con otros productores globales. Algo similar ocurre en sectores como:

  • Paneles solares
  • Baterías
  • Vehículos eléctricos
  • Equipos electrónicos

Este exceso de capacidad empuja a las empresas hacia los mercados exteriores, ofreciendo precios muy competitivos, lo que ha intensificado las fricciones comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros importantes mercados. Así se cierra el círculo: una débil demanda interna obliga a aumentar las exportaciones, pero otras naciones reaccionan implementando aranceles o restricciones, lo que vuelve a afectar negativamente a la industria china, incrementando la presión para acometer reformas.

Mientras tanto, avanza 2025 con un crecimiento proyectado cercano al 5 %, según diversas estimaciones; sin embargo, este crecimiento depende cada vez más del apoyo estatal, dejando atrás el dinamismo espontáneo proveniente del sector privado. Para un país acostumbrado durante décadas a tasas superiores al diez por ciento, no solo será crucial observar las cifras del PIB, sino también comprobar si podrá adaptarse eficazmente a esta nueva etapa económica sin caer en prolongadas mesetas.

En este delicado equilibrio entre el incremento de estímulos inmediatos, las reformas estructurales y la adecuada gestión del invierno demográfico se define no solo el futuro inmediato de China, sino también gran parte de la temperatura económica mundial durante la próxima década.

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