Pacos

Paco Sande

División Azul.

La División Azul. De este modo fue conocida “La División 250” un cuerpo de voluntarios del Ejercito Español que el 14 de julio de 1941, al mando del General Muños Grandes, salio de España con rumbo a Rusia para luchar al lado del Ejercito Alemán, contra el comunismo.
El fenómeno de los voluntarios encuadrados en unidades extranjeras, llevados por una idea o ideal o, más generalmente, por la simple intuición del porvenir, ha tenido recientemente tres manifestaciones absolutamente diferentes, por lo menos en los resultados. El Cuerpo de Tropas Voluntarias, -italianos que lucharon en el lado nacional durante la Guerra Civil Española- las Brigadas Internacionales, -tropas llegadas de diferentes países que pelearon en el lado republicano, también, en la Guerra Civil y la División Española de Voluntarios. –La División Azul-

De los tres, los voluntarios italianos han sido los más olvidados, las Brigadas Internacionales las más glorificadas y la unidad española la más discutida. ¿Por qué? Es una puerilidad suponer que la política internacional guarda reconocimiento y recoge sentimentalismos. Una victoria puede ser frustrada y una derrota ensalzada. Y los hombres que apostaron una baza pueden ser olvidados y relegados hasta que un nuevo viraje de la política los saca en candelero.

Ahora mismo, “la intelectualidad progre” en su discurso de lo políticamente correcto, quiere que nos olvidemos de aquellos hombres y hasta de afear su proceder (de entonces) tratando así, de que nos avergoncemos de ellos, cuando, en realidad, su gesta debería, solo, hacernos sentir orgullo.

Los divisionarios iban destinados a Moscú para cuya conquista el General Strauss les había prometido un lugar de honor.
Pero el 26 de septiembre la división recibió la orden de dirigirse al norte, al frente de Leningrado. La decisión obedeció a los fuertes contraataques soviéticos en torno a esta ciudad y a la mala impresión causada en los alemanes por la pobre disciplina española, las escandalosas pérdidas de caballos, el descuido con los vehículos y la propensión a mezclarse con la población local, incluida la hebrea.
-En particular las mujeres. Ciano yerno de Musolini, refiere en sus diarios: La División Azul es buena pero indisciplinada e inquieta. Sufren el frió y quieren mujeres. A ellos la píldora antierótica, tan eficaz para los alemanes, no les produce efecto alguno-.

He escogido traer aquí tres estampas de la lucha de aquellos hombres para tratar de glosar –no les voy a hacer justicia, estoy seguro- la magnitud de su gesta y los limites a que llego su heroísmo.

-1941- Era un secreto a voces que la obstinada resistencia española ante Possad era una cuestión de prestigio. La operación de avance por aquel sector se había suspendido, fuera el frió o la creciente superioridad enemiga. La cuña de Otensky y Possad era una espina clavada al enemigo; pero una espina de carne viva. Los centenares de muertos, los heridos, las reservas consumidas, lo gritaban noche y día; gritaban los soldados; aullaban los rusos por los altavoces. Pero decían… Decían que los españoles no podían retirarse.
Los tres últimos días de Possad habían sido igual que los primeros. Un ataque constante y una posición que se mantenía por encima de todo.
La artillería rusa castigaba enteramente el pueblo destruido ya. Los españoles aguantaban el bombardeo cuerpo a tierra confundidos con la nieve.
Dionisio, metido en la nieve hasta las rodillas, suspiro. No podía, aunque quisiera alejar los recuerdos de los lugares donde se estaba luchando, tan lejanos y tan cercanos al mismo tiempo.
Casi se creía a cubierto, pese a que a dos pasos de donde se encontraba existía un gran manchón de sangre, no sabia si de amigo o enemigo.
El blocao Vértice (una trinchera circular, un poco de tierra amontonada y varios troncos formando parapeto. Esto eran los pomposos blocaos) estaba a dos kilómetros de Otensky, en el camino a Schewelevo; otro mas, el llamado minas, se encontraba a tres kilómetros mas allá, sobre el mismo camino. Ambos habían sido creados para proteger la ruta, el rabo de la sartén que era Otensky. Schewelevo quedaba a la derecha y el Monasterio de Otensky a la izquierda. Más allá del último lugar se encontraba Possad, parrilla al fuego ruso donde se asaba la carne española.

-1942-El 7 de enero los rusos diezmaron y cercaron a seis divisiones alemanas al sur del lago Ilmen. Un batallón, aislado en Vivad, pidió desesperadamente ayuda y correspondió rescatarlo a la División Azul, que dominaba el norte del lago. Para ello debían cruzar la helada superficie, unos treinta Kilómetros. Los 250 esquiadores de la División emprendieron la odisea el 10 de enero, al mando del capitán Ordás, con más de 30 grados bajo cero, con un vendaval cegador que removía la nieve y metía el frió bajo los ropajes. La temperatura aun bajaría hasta los cincuenta grados bajo cero, la más fría del siglo. La marcha pensada para ocho horas, se alargo dramáticamente hasta veintidós, debido a la feroz ventisca y a los rodeos para sortear grietas y barreras de hielo. Al llegar a la otra orilla, la mitad de la tropa hubo de ser evacuada por congelaciones. Siguió otra marcha hasta Vivad, entre fuerzas enemigas inmensamente superiores.
Uno de aquellos valientes, escribió en su diario: “Al atardecer, grandes masas enemigas avanzaron contra nuestras posiciones. Han salido varios voluntarios para incendiar los carros enemigos [con cóteles molotov]. El movimiento de penetración del ataque ha sido contenido y el enemigo se retira. Dios existe”.
La misión fue cumplida el 21 de enero. Quedaban doce soldados en buen estado, los demás heridos, muertos o con congelaciones. Aquella marcha en condiciones casi imposibles y penetrando en un verdadero mar de enemigos suele considerarse uno de los hechos mas heroicos de la guerra, en cualquiera de los bandos. Los soldados ganaron treinta y dos cruces de hierro.

-1942- Febrero se decantaba en una nerviosa interpolación guerrera. Los rusos habían roto el frente, después de mucho amagar, después de mucho tantear y castigar con su poderosa artillería las líneas alemanas. Alemanas, porque para los españoles constituía una amarga satisfacción saber que por donde ellos estaban todo había permanecido.
Conrado tenía una cinta en el segundo ojal de la guerrera. Los alemanes llamaban aquello con uno de sus nombres compuestos que no había Dios que entendiera.
Algo así como: “Kriegsverdinstkreuz, II klse, mit schwertern”. Un jaleo, desde luego. Los españoles lo decían mas claro: “Cruz de Hierro de Segunda Clase”, ya estaba bien. Todo un punto y a nadie se le ocurriría confundirla con la otra: “la de Palo”, que exornaba las tumbas de los caídos.
Y que a Rusia se había ido por una de las dos cruces, bien seguro de que para encontrar la una había que pasar por la otra. No era un juego macabro de palabras, era una tremenda realidad. Tanta realidad que Conrado Venturán, estaba un poco confuso. En realidad, la floración de las dos clases de cruces había sido extraordinaria. Los españoles se ganaban a pulso una y otra.
Conrado Venturan, tenia una cruz de Hierro… ¿Y bien? ¿Qué significaba? Que había estado ALLÍ. Y “allí” era la sucesión cruenta y dilatada de nombres: Posición Navarro, Sitno, Russa, Otensky, Possad, Udarnik, Kopzi, Mal Samoschje… Pero muchos camaradas también habían estado, quedándose algunos para siempre. Claro que no era él solo quien tenía florecida la verde tela del uniforme. En su compañía había veinte cruces de Hierro. Y veinte cruces de Hierro en los ochenta hombres escasos que restaban, una vez recuperados heridos y congelados, era una cifra extraordinaria.

La DIVISION 250 estuvo formada por dieciocho mil hombres, mitad veteranos de nuestra Guerra Civil, mitad muchachitos escasos de talla y estrechos de pecho, pero que allí ensancharon los pulmones y criaron margaritas en el pubis; falangistas y no falangistas, universitarios y gañanes, vascos, gallegos, catalanes, castellanos, andaluces, valencianos, asturianos etc, soldados, idealistas y sinvergüenzas —que de todo hubo en la viña del señor —, valientes unos, fanfarrones otros, quienes fueron se hallaron encuadrados en una disciplina de guerra en tierra extranjera y en condiciones dificilísimas de clima y ambiente.

Lo grande y lo sencillo al mismo tiempo, de este amalgama, es que de ella salio una unidad típicamente española, con todos los defectos y virtudes de la raza.
Nada más. En todo momento, a miles de kilómetros de la patria, sin retaguardia amable, en condiciones de vida absolutamente inacostumbradas, los voluntarios moldearon su condición racial a cuanto les rodeaba.
Este sentirse español en la bravura y en la picaresca, ante el propio y el extraño, fue la más acusada faceta de la División 250 de la Wehrmacht. La División Azul.

Material extraidote los libros:
Los años de hierro, de Pió Moa y
División 250, de Tomas Salvador. (Quizás uno de los mejores libros que se hayan escritos sobre la División Azul.

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