Van a por el.
Poco a poco, pero de forma persistente.
Intentando crear fisuras en las Fuerzas Armadas, que son las que ahora sostienen al tirano.
A día de hoy, 20 de agosto del 2025, la tensión entre Estados Unidos y el régimen de Nicolás Maduro ha alcanzado un punto crítico tras las declaraciones de la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt.
En una rueda de prensa, Leavitt fue tajante: «El régimen de Maduro no es el gobierno legítimo de Venezuela. Es un cártel del narcotráfico. Y Maduro no es el presidente legítimo. Es el líder fugitivo de ese cártel, contra el que se han presentado cargos en Estados Unidos por tráfico de drogas hacia su territorio».
Estas palabras llegan en un contexto marcado por una escalada militar inédita.
La Administración Trump ha autorizado el despliegue de tres destructores estadounidenses —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— junto a cerca de 4.000 soldados en aguas del Caribe próximas a Venezuela.
El objetivo declarado: combatir la amenaza que suponen los cárteles latinoamericanos para la seguridad estadounidense y cortar el flujo de drogas, especialmente fentanilo y cocaína, que según Washington está devastando comunidades enteras en suelo norteamericano.
Un despliegue militar sin precedentes
El operativo cuenta además con aviones espía P-8 Poseidon, submarinos nucleares y barcos equipados con misiles. La presencia estadounidense se mantendrá durante varios meses y podría servir tanto para labores de vigilancia como para eventuales ataques selectivos contra objetivos considerados amenazas directas para EEUU.
Este movimiento responde a una directiva secreta firmada por Trump a principios de mes, que autoriza expresamente el uso de la fuerza militar contra organizaciones narcotraficantes catalogadas como terroristas extranjeras. Entre ellas figuran no solo cárteles mexicanos como Sinaloa o Tren de Aragua, sino también el llamado Cártel de los Soles, presuntamente liderado por altos mandos militares venezolanos y vinculado directamente al círculo más cercano a Maduro.
La recompensa por Maduro y la guerra a los cárteles
En paralelo a la presión militar, Washington ha duplicado hasta los 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura del mandatario venezolano, acusado formalmente en Nueva York desde 2020 por cargos de narcotráfico y conspiración para importar cocaína a Estados Unidos. El Departamento de Justicia ha anunciado además la incautación de más de 700 millones en activos vinculados al entorno madurista —desde aviones privados hasta vehículos de lujo— como parte de una ofensiva financiera para asfixiar al supuesto entramado criminal.
Este enfoque es una extensión directa de la llamada «guerra total» emprendida por Trump contra los cárteles latinoamericanos. El presidente estadounidense ha defendido abiertamente la designación de estos grupos como organizaciones terroristas y no descarta operaciones directas fuera del territorio nacional si lo considera necesario para proteger los intereses estadounidenses.
El Cártel de los Soles: mito o amenaza real
El Cártel de los Soles debe su nombre a las insignias militares que portan sus presuntos miembros —mayoritariamente generales venezolanos— y ha sido señalado desde hace años como pieza clave en el trasiego internacional de drogas. Las autoridades estadounidenses sostienen que este grupo opera bajo la protección directa del régimen chavista y se vale tanto del aparato estatal como del control territorial para facilitar sus actividades ilícitas. Caracas, sin embargo, niega rotundamente estas acusaciones y denuncia una campaña internacional para desestabilizar al país.
El despliegue militar estadounidense coincide con una creciente cooperación entre Venezuela, Rusia, China y Cuba en materia militar y tecnológica. Maduro ha respondido movilizando a millones de milicianos civiles y prometiendo «defender nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras» frente a lo que describe como «la extravagante amenaza imperialista».
Escenario regional e impacto geopolítico
La operación estadounidense ha generado preocupación en toda América Latina. Gobiernos como el cubano han denunciado la maniobra calificándola como parte de una «agenda corrupta» mientras que México —presionado por Trump para endurecer su postura contra los cárteles— rechaza cualquier intervención extranjera que comprometa su soberanía.
En paralelo, organismos regionales como la CELAC advierten del riesgo para la estabilidad del continente si se produce cualquier incidente armado en aguas internacionales próximas a Venezuela. Este ambiente recuerda peligrosamente a episodios pasados donde la retórica bélica desembocó en crisis diplomáticas prolongadas.
¿Cómo puede evolucionar esta crisis?
La estrategia estadounidense parece orientada a debilitar progresivamente al régimen chavista aislándolo internacionalmente e incrementando la presión económica y militar hasta forzar un cambio político o una negociación en condiciones favorables para Washington. Sin embargo:
- Una intervención directa sigue considerándose improbable debido al alto coste político y humano.
- El apoyo externo recibido por Maduro (Rusia, China) complica cualquier acción unilateral.
- El escenario más previsible es una intensificación del conflicto diplomático acompañado por operaciones limitadas —interdicción marítima, sanciones, inteligencia— pero evitando un choque frontal.
Mientras tanto, la población venezolana sigue atrapada entre dos fuegos: una economía colapsada tras años de hiperinflación y sanciones internacionales; y un gobierno cada vez más aislado pero aún capaz de sostenerse gracias al control social, el respaldo militar interno y sus alianzas exteriores.
La batalla dialéctica entre Karoline Leavitt —portavoz norteamericana— y Nicolás Maduro revela no solo el pulso entre dos modelos políticos antagónicos sino también cómo las estrategias antinarcóticos pueden convertirse en instrumentos geopolíticos con repercusiones imprevisibles para toda la región. La próxima fase dependerá tanto del temple diplomático como del margen real que ambas partes estén dispuestas a conceder antes de cruzar líneas rojas irreversibles.
