Nueva York vuelve a arremeter contra las bebidas azucaradas

Nueva York vuelve a arremeter contra las bebidas azucaradas
. Europa Press

NUEVA YORK, 8 (Reuters/EP)

Nueva York ha extenido su campaña contra la obesidad al proponer la prohibición del uso de vales de comida para comprar bebidas azucaradas, una medida que la industria de refrescos calificó como otro intento del Gobierno por decirle a las personas cómo deben comportarse.

El alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg, y el Gobernador del estado, David Paterson, pidieron al Gobierno estadounidense que prohíba la compra de refrescos azucarados con vales de comida.

Estos vales o cupones federales son utilizados por 42 millones de estadounidenses de bajos ingresos para adquirir alimentos.

Según los funcionarios, las bebidas azucaradas son el mayor contribuyente a la epidemia de obesidad.

«Esto es muy simple. No se trata de una enfermedad como el cáncer (que) no sabemos cómo curar. Esto sabemos cómo curarlo: dejando de consumir calorías adicionales», dijo Bloomberg en conferencia de prensa.

«No hay nada malo con una (bebida azucarada) ocasional. Pero los niños están tomando cantidades enormes de refrescos llenos de azúcar y tendrían que cambiar a bebidas dietéticas. Por lo que la próxima vez que una de las empresas se queje, lo siento. Las vidas de nuestros niños son más importantes que cuaquier otra cosa», dijo Bloomberg.

El alcalde ha empleado su poder en la ciudad para promover otras medidas de salud, como una campaña para reducir el consumo de sal y una prohibición sobre las grasas trans en los restaurantes, además del requerimiento de que las cadenas de comida detallen las calorías de los alimentos que venden.

En el 2003, Nueva York prohibió fumar en bares y restaurantes, lo que generó muchas protestas entonces porque fumadores y no fumadores lo consideraban un caso de intromisión del Gobierno en la vida privada, pero la ley ya se ha aceptado ampliamente.

La Asociación Estadounidense de Bebidas, una entidad comercial, criticó la propuesta como «simplemente otro intento del Gobierno de decirle a los neoyorquinos lo que deben comer y beber, y sólo tendrá un impacto injusto sobre aquellos que menos pueden pagarlo».

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