A la izquierda no le basta con describir la realidad, ni siquiera con cambiarla: tiene, además, que definirla. Las cosas son lo que el rojerío decide que son, y no ninguna otra cosa.
Por ejemplo, ¿no se han fijado en que un negro de derechas no es un verdadero negro? Cuando el mulato Obama llegó a la Casa Blanca, apenas había un grupo de comunicación que no saludase la llegada a la presidencia norteamericana del primer hombre de color, algo que no pasó cuando Colin Powell se hizo cargo de la Secretaría de Estado o cuando este puesto lo ocupó Condoleeza Rice (primera mujer, además). ¿O que un homosexual de derechas es un traidor a su tribu? ¿O que una mujer de derechas no es del todo mujer? Margaret Thatcher fue la primera mujer en ocupar Downing Street, lo que no fue saludado por la izquierda precisamente como un logro.
En estos lares, a la izquierda mediática le faltaba incienso verbal para babear sobre lo paritario de los Gobiernos de Zapatero, que por lo visto lo que necesita España es la adecuada proporción de estrógenos aunque acabemos con cinco millones de parados. En cambio, Madrid logra la primera alcaldesa de su historia y el rojerío, ¿titulará por algo tan obvio y, en su visión sectaria del mundo, tan laudable? No, lo dicho: la cuota sólo puntúa en la izquierda. A lo más, se puede optar entre el sucinto titular del diario de Prisa, «Botella se compromete a diseñar el nuevo Madrid» o el envenenado de Público, «Botella, alcaldesa de Madrid sin el voto ciudadano».
Memoria histórica selectiva
¿Recuerdan ustedes cuando Público tituló «Griñán, presidente sin el voto ciudadano»? Ya me parecía a mí. Tampoco leo muchas referencias al caso Juanito Barranco, por tirar más de cerca, quien fue alcalde socialista de Madrid sin el voto ciudadano a la muerte de Enrique Tierno Galván. La memoria histórica selectiva, ya se sabe, es una de las especialidades de la casa.
Otro caso de denominación sectaria es el que enfrenta a toda la izquierda contra la ministra Ana Mato por cambiar el nombre del fenómeno de malos tratos en el seno familiar, de violencia de género (popularmente y en prensa, violencia machista) a, precisamente, ‘violencia en el entorno familiar’.
La Cadena SER se rasga las vestiduras titulando que «Ana Mato considera que da igual llamarle violencia familiar a la violencia de género«. Lo siento por la ministra; debería haber dicho que no da igual, que llamarlo violencia de género es, sin más, estúpido y crea un tipo penal absurdamente ideologizado.
Más de una vez en este espacio he criticado que la prensa, ante el caso de un hombre que mata a su pareja, cuando aún se desconoce todo del suceso, titule inmediatamente el suceso como violencia machista. Hercule Poirot, el afamado detective belga creado por Agatha Christie, quedaría muy sorprendido al saber que a) sólo los hombres matan a sus mujeres, nunca al revés y b) el machismo es el único móvil de todos y cada uno de estos asesinatos. Todo el mundo sabe que un feminista nunca mataría a su compañera. Qué suerte, oye, ser inocente oficial.
Pajín, predecesora de Mato al frente de un ministerio que ya le podían haber quitado la patochada orwelliana de «y de Igualdad», ha sido la más beligerante en las críticas. Pajín ha censurado a Ana Mato que se haya referido al último caso de una mujer asesinada por su novio como un caso de violencia en el entorno familiar, en lugar de violencia machista, añadiendo que es muy importante «llamar a las cosas por su nombre». Y ese, por supuesto, es el que se ha inventado la izquierda que, como Humpty Dumpty en Alicia en el País de las Maravillas, «significa lo que ellos quieran que signifique». Calificar de violencia en el entorno familiar a un caso de violencia en el entorno familiar no es «llamar a las cosas por su nombre», mire usted. La prensa recoge el caso como la «primera polémica de la ministra». Que sean así todas, por favor.
¿He dicho ya que a estos chicos no hay quien les contente? Recordarán cómo se lanzaron como un solo hombre sobre Rajoy, al que calificaron ni más ni menos que de antipatriota, por comentar sobre la situación del país lo que cualquier con dos ojos podía ver. Pero, para el rojerío mediático, aquellas palabras tan crudas nos ponían a los pies de los caballos europeos. Bueno, pues ahora el ministro de Economía De Guindos ha declarado que volvemos a entrar en recesión usando un sinónimo perfectamente legítimo -contracción del crecimiento-, y ‘El País’ le reprocha sus «eufemismos» en el editorial principal, «Vuelve la recesión»: «La frontera entre la prudencia y el alejamiento de la realidad es en ocasiones tenue. En este caso no hacía falta hacer un ejercicio de exagerada cautela. Como algunas otras de la Eurozona, el ritmo de crecimiento de la economía española estará en una zona negativa al menos durante dos trimestres consecutivos». ¿Y la frontera entre la opinión y la caradura, cómo es de tenue?
Al enemigo, ni agua
También Escolar el Chico, don Ignacio, reprocha a Rajoy su exquisita prudencia al no dejar que se filtrara un solo dato sobre los ministros que iba a elegir hasta el último minuto, en su columna «El secreto de Rajoy sale caro«: «La inmensa mayoría de los subsecretarios, directores de Gabinete y directores generales siguen aún por cubrir. Después de las prisas para acelerar el relevo, parte del equipo de Zapatero continúa hoy en funciones por falta de sucesor. ¿La razón? El secretismo de Rajoy, que repartió las carteras sólo 48 horas antes del primer Consejo de Ministros».
No sé ustedes, pero yo estoy íntimamente convencido de que si Rajoy hubiera hecho lo contrario, tendría igualmente la perceptiva censura de Escolar por el defecto inverso. El caso es que al enemigo no se le da ni agua.
Por cierto que Escolar insiste en su perculiar keynesianismo enragé, completamente ignorante de que es exactamente el polvo que nos ha llevado a estos lodos: «El ministro Luis de Guindos anunció ayer que España llegará en breve a los cinco millones de parados y que entramos de nuevo en recesión (él lo llama «crecimiento negativo», que suena mejor). Los tijeretazos van a agravar esta situación; más aún si el Gobierno recorta músculo, en lugar de grasa». El Gobierno, lógicamente, ni puede ni va a recortar en el sector privado, sino en el público, y allí músculo, lo que se dice músculo, poquito.
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