Quienes, por obligación o por afición, o incluso por una mezcla de ambas, afrontamos cada día la lectura de las columnas de la prensa de papel española el 4 de septiembre de 2013 podemos descansar del caso Bárcenas. No es que no aparezca ningún artículo de opinión dedicado al turbio asunto del Señor de las Peinetas, que sí aparece y del cual vamos a dar cumplida cuenta, sino que queda diluido entre una gran variedad de cuestiones. Nos encontramos en esta jornada con esa política de dilatada carrera –díez años, en concreto, tardó en completar la legislatura– elevada a sucesora de Griñán, con los dineros ‘privados’ del Rey y con la Vía Catalana, que no sabemos si es de alta velocidad o convencional ni que ancho tiene.
Arrancamos con el único artículo destacable sobre todo lo relacionado con el ex tesorero del PP. Lo escribe José María Izquierdo en El País y se titula Bárcenas y la deriva mediática.
El caso Bárcenas -hay quien prefiere denominarlo caso Rajoy o incluso caso Cospedal- se ha ido convirtiendo con el paso de los días en un monstruo de incontables cabezas e innúmeros tentáculos. Pero hay un aspecto, quizá no tan lateral como en un principio parece, que nadie, por el momento, ha abordado. Y es la insólita deriva mediática que está tomando el caso.
Este primer párrafo no puede sino sorprender a este humilde lector de columnas. Al margen de que es la primera mención que encontramos a este asunto como caso Raoy o caso Cospedal (tal vez es el propio izquierdo quien lo llama así en la intimidad de su casa) nos parece poco menos que osado pretender ser el primero que trata la deriva mediática del asunto, como si nadie hubiera hablado o escrito sobre el papel que juegan Pedrojota Ramírez, Raúl del Pozo, o Mauricio Casals, sólo por citar unos nombres.
José María Izquierdo.
Pero nada, que Izquierdo nos cuentea su descubrimiento del Mediterráneo:
Es que resulta que en mitad de la azarosa trama aparecen, como personajes de relieve, dirigentes o profesionales de medios de comunicación íntimamente relacionados con los protagonistas de esta tragicomedia, en un totum revolutum de difícil digestión para quienes creemos en la independencia de la prensa.
Mira que divertido, un histórico del El País dice creer en la «independencia de la prensa». Al margen de que antaño ese diario se definiera a sí mismo como «Diario independiente de la mañana», poco parece saberse sobre ese asunto en dicho medio y el resto de su grupo. ¿O vamos a tener que recordar aquí los numerosos tratos de favor que ha obtenido PRISA del poder político desde hace mucho tiempo, y no sólo con el PSOE? ¿Recuerdan ustedes el chiste del vasco que le recomendaba a su hijo que durante la noche de bodas se dedicara al onanismo para demostrar que «somos independientes»? Pues lo mismo pero en su variante mental.
No era buen indicio -para esa autonomía que deseamos para los medios- que Luis Bárcenas Gutiérrez, tras una larga conversación con el director del periódico El Mundo, fichara desde Soto del Real como abogado defensor a uno de los más prominentes colaboradores de ese mismo diario, Javier Gómez de Liaño, ídolo y referencia moral del citado director, según tiene acreditado en numerosos artículos, repletos de almibaradas emociones y empalagosos adjetivos.
Después cuenta el papel que, según las informaciones de El Mundo, jugó como intermediario entre el PP y Bárcenas el presidente de La Razón, Mauricio Casals. Añade:
Una duda: ¿Le contaba Mauricio Casals, presidente de La Razón, a Francisco Marhuenda, director de La Razón, estas operaciones bajo cuerda que estaba llevando a cabo? Si la respuesta fuera afirmativa, no se entendería por qué el diario en manos de ambos ha negado sistemáticamente la existencia de tales manejos. Un misterio insondable… o una incómoda certeza. Pero si la respuesta es negativa, tampoco dejaría en muy buen lugar a ninguno de los dos, presidente y director. Viene al caso recordar que este último, Francisco Marhuenda, fue diputado del PP en el Parlamento de Cataluña y durante cinco años jefe de gabinete de Mariano Rajoy cuando el hoy presidente fue ministro en los Gobiernos de José María Aznar. Por si alguien no se acuerda.
Concluye:
¿No es todo un gatuperio, un potaje de difícil digestión para la conveniente distancia entre políticos y periodistas?
No vamos a negar que la reflexión de José María Izquierdo tiene mucho de acertada. Pero, como ya dijimos, pocas lecciones se pueden dar desde PRISA en todo lo que tenga que ver con compadreo e intercambio de favores entre políticos y periodistas.
Pero no todo va a ser criticar a El País. Encontramos en su contraportada un buen artículo de Elvira Lindo titulado Lo rutinario:
Es «tendencia» que las entrevistas a actores, músicos y deportistas acaben cerrándose con unas preguntitas sobre la situación política que darán pie al titular. No se sabe muy bien si es que el entrevistador entiende que sería extraño no sacar la situación de España a colación o si es que cree necesario mostrar por dónde respira el artista y ofrecérselo al lector situado en una casilla.
Concluye:
Están todos en su derecho, los periodistas de preguntar, los artistas de responder; los espectadores, por su parte, de disfrutar, por ejemplo, de un documental como el que vi la otra noche sobre Sofía Loren, que hablaba sin tapujos de su peripecia vital, a través de la cual (guerra, pobreza, Cinecittá, Vittorio de Sica, Ettore Scola…) se reflejaba la historia italiana del siglo pasado. No era necesario el discursillo panfletario para ser imagen y símbolo vivísimo de su país.
Pasamos ahora a El Mundo, donde Federico Jiménez Losantos se pregunta ¿De quién es el dinero del Rey?. Escribe sobre el dinero donado o prestado, según lo cuente la Agencia Tributaria o un correo de Urdangarín, por el Rey a su hija y su yerno para comprar el palacete de Pedralbes.
Lo malo es que fingir que una donación es un préstamo para pagar menos impuestos queda fatal en el jefe del Estado, que tiene que dar ejemplo moral y, ya puestos, material. Y para colmo, Montoro y Ayuso olvidaron que en las hemerotecas yacen infinitos documentos del caso Urdangarin-Borbón, y en uno de ellos, publicado ayer por EL MUNDO, se demuestra que Iñaki y Cristina -cuya feliz estadía y seguridad en Suiza o en las playas francesas pagamos todos tan a gustito- no declararon préstamo alguno sino donación. Para Montoro, vil evasión fiscal, que sin duda perseguirá con la misma ferocidad que a la cúpula del PP.
Añade:
Pero mientras esos documentillos en sede judicial desmentían las oficiosidades de Moncloa y Zarzuela, el Gobierno acometía la segunda parte de su operación para aliviar a la Familia Real de las pesadumbres de trincar sin tasa ni disimulo, que para eso son quienes son y nos tratan como creen que somos: gentecilla que está para pagar y, cuando toca, ovacionar. Rajoy quiere hacer con el juez Castro lo que el PSOE con la juez Alaya para quitarle el caso ERE.
Concluye:
Como [el juez] Castro había empezado a investigar el blanqueo de capitales por Urdangabón, se plantea forzosamente una pregunta: ¿De dónde viene ese dinero «de la cuenta corriente personal» de Su Majestad? En última instancia: ¿de quién es el dinero del Rey?
También en el diario de Unidad Editorial, Santiago González se lanza a escribir sobre una cuestión que seguramente va a acaparar muchos artículos los próximos días, la cadena humana convocada por los independentistas catalanes. Titula ¡Señor, qué cruz!
Y escribió Engels como apólogo final en su manifiesto independentista: «Catalanes de todos los países, uníos. No tenéis nada que perder, salvo las cadenas». Y dieron los destinatarios del catecismo en hacer una cadena que no pudieran perder, una cadena humana a la que llamaron Vía Catalana. El president no lo sabe aún, pero esa vía que ha recomendado con tanto calor a sus correligionarios se da un aire a la Vía Dolorosa, también llamada Vía Crucis, en la que al final, el que peor parado sale siempre es el nazareno.
Añade:
Como en la Dolorosa, se alternan los episodios del camino con las caídas (electorales). Tengo para mí que la primera estación fue Banca Catalana. Después vinieron las ITV y otros negocios de los Pujol, el caso Pallerols, la parada del Palau, Pretoria, Prenafeta y otras pes. Mas también se ha caído tres veces, como el original.
Concluye:
Y mientras, ¿qué hace el presidente del Gobierno? Se lava las manos. Como Pilatos, pero con más cachaza, en la confianza de que Mas caerá por la ley de la gravedad. O si no, por su propio peso.
Susana Díaz y José Antonio Griñán.
En el ABC, donde hay buenas columnas sobre asuntos internacionales, tan sólo encontramos un artículo relevante sobre una cuestión referida a España. Lo firma Antonio Burgos y se titula Las becas de Susana:
Echando siempre un pulso de radicalismo demagógico y populista con la IU que tiene de socios e incluso con los sindicalistas asilvestrados y cleptómanos que se dedican al asalto de mercadonas y al hurto de material escolar en los carrefures, ahora el Consejo de Gobierno (lo de «gobierno» es un mote que le tienen puesto) de la Junta de Andalucía, por voz de su consejera de Educación, ha anunciado lo mismo que cantaba la copla decimonónica del Tempranillo: que el Rey mandará en el llano, que en la sierra mando yo. Traduzco: que el Gobierno del PP y Wert podrán establecer el criterio de la excelencia como fundamental para las becas más allá de Despeñaperros, pero que aquí abajo quien manda es la Junta, que hace de sus becas un sayo.
Añade:
En Andalucía es tan buena Susana Díaz que le dará la beca a todo el que saque un 5. Aunque sea un 5 raspando y por los pelos, Susana es tan progresista y tan moderna que dará una beca de 1.500 euros a todo el que no catee. Y me imagino que esto es una primera fase. Llegarán a becar a los cateados, verá usted, que también son hijos de Dios. ¿Por qué al que saque un 4,5 no le van a dar una beca? ¿Es eso acaso justicia social? Nada, nada, hay que igualar: igualar por abajo, naturalmente. ¿Dinero? ¿Con qué dinero se pagan esas becas? Eso no importa.
Concluye:
¿Qué sistema de becas puede esperarse de una señora presidenta que tardó 10 años en terminar Derecho, como Susana Díaz? La Junta en funciones, en funciones de oposición, va adelantando los diezmos y primicias del Susanato que nos espera, ojú. A las Becas de los Flojos les han puesto de mote «Adriano», que suena a Erasmus y esas cosas. Mejor que las hubieran llamado las Becas Susana. Verás tú cuando empiecen a becar al que tarde 10 años en terminar Derecho, como ella, o 12 años en terminar Medicina…
Terminamos en La Gaceta, donde el anarco-capitalista Jorge Valín escribe sobre ‘El legado de Rajoy para nuestro futuro’.
Los políticos se están poniendo en marcha y el Gobierno arranca con más propaganda institucional. Recordará que Bruselas decidió prorrogar el déficit del Estado español a cambio de intensificar las reformas pendientes. Mariano Rajoy accedió. Sin embargo, hace unos días el propio presidente afirmó que no tocaría las pensiones en lo que queda de legislatura. Es más, no hará nada ya. E
Añade:
Luego el Gobierno se inventa el mantra de la «austeridad». Otro concepto vacío que se centra en recortar privilegios a muchos ciudadanos para ser traspasados a grupos de presión y a la propia Administración Pública. Y por si fuera poco, una deuda gubernamental que es totalmente impagable.
Ante este panorama vemos el talante del Gobierno y del propio Rajoy. A los dirigentes y oposición no les importa en lo más mínimo el futuro de quienes les votan. Todos los políticos piensan en el corto plazo, en las elecciones y su bienestar corporativo y personal.
Continúa:
Su pensamiento más catastrofista, el peor de sus escenarios es el siguiente: «Hemos de ganar las próximas elecciones, pero de no ser así, PSOE e IU ganarán y yo estaré cómodamente en la oposición criticando todo lo que hagan». Esta no es la forma de pensar de un hombre de Estado, sino la de un charlatán y embaucador. Y así, y sin excepción, son todos los políticos.
Concluye:
El sistema está moribundo y no podemos seguir traspasando más libertad, confianza ni dinero al Gobierno. Va siendo hora de despertar y retomar la responsabilidad de nuestras vidas haciendo caso omiso a cualquier promesa política. Si el Gobierno se convierte en un problema más que en una solución, su legitimidad se vuelve dudosa.
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