Losantos: "Tras conseguir gracias a Lara y Berlusconi un millón de votos, Pablemos quiere decirnos qué debemos hacer todos los españoles"
Si vive en un permanente estado de enamoramiento profundo y habita en Canarias, tiene usted un problema. La directora del Instituto Canario de Igualdad pertenece a ese tipo de político con alma de ingeniero social que pretende cambiar las mentes y los corazones de los ciudadanos y, al mismo tiempo, da la impresión de que nunca le han dicho ‘te quiero’ y se siente resentida por ello. Así que para evitar que este personaje le de la tabarra si se cruza con usted mientras proclama su amor romántico a su pareja, que ella considera algo ‘heteronormativo’, hemos decidido informarle de una página web en la que informarse de muchos modos de decir ‘te amo’ en 39 idiomas que es posible que la directora anti-romántica no conozca.
Pero nosotros no vamos a hablar ahora de amor, por mucho que tratemos de temas que levantan pasiones. Los espacios de opinó de la prensa de papel siguen, el 6 de junio de 2014, cargados de textos sobre el tema de la sucesión, aquellos que piden un referéndum sobre la monarquía y una pizca de ‘Pablemos’ y sus amistades peligrosas. Como cada día, hacemos sonar nuestra armónica de afilador (la zampoña se nos hace más complicada de tocar) y pasamos a dejar constancia que lo que nos ha resultado más interesante.
Empezamos en el autoproclamado ‘diario de la Catalunya real’, con un artículo de un gallego mimado por el zapaterismo que ahora se suma al ‘Pablemos Style’. Si para Pablo Iglesias la Constitución es ‘el papelito aquel del 78’, a Anton Losada la Carta Magna tampoco le merece ningún respeto. Lo demuestra en El Periódico, donde titula Prohibido votar. Peligro. Exceso de democracia.
España es un país aislado de la realidad por un preservativo llamado Constitución de 1978.
Añade:
Importa poco quién seas o qué quieras. Vasco, catalán, gallego, republicano, mujer, hombre, perroflauta… Si quieres algo, lo que sea, primero reforma la Constitución. Que la gente vote, aquí siempre parece algo peligroso, promiscuo, casi pornográfico.
No deja de sorprender este tipo de argumentos salidos del teclado, y suponemos que de la mente, de alguien que es profesor de Derecho Constitución. Nadie mejor de él debería saber en qué consisten cosas como el Estado de Derecho o el Imperio de la Ley. Debería saber que no se pueden aprobar, ni en España ni en ningún país democrático (otra cosa es lo que ocurre en Cuba o Venezuela, por ejemplo) ninguna norma que vaya en contra de la Carta Magna. No es que la Constitución (que este humilde lector de columnas considera que debe ser reformada en diversos puntos) sea un preservativo, como dice Losada, es que la norma democráticamente elegida que marca normas y límites al poder.
Pasamos ahora a ABC, donde Ignacio Camacho escribe sobre La república arrojadiza.
La cuestión monárquica, un clásico histórico español, preocupaba antes de la abdicación de Don Juan Carlos a una enormidad de ciudadanos: el 0,2 por ciento según el CIS. Sin embargo sería un error atribuir en exclusiva el rebrote del debate republicanista a una izquierda radical sobredimensionada en los espacios de la opinión pública y empeñada en ganar la Guerra Civil con ochenta años de retraso.
Señala algo que resulta interesante:
La actual campaña de la extrema izquierda no apunta tanto contra la Corona como contra el sistema político vigente, a sabiendas de que pocos elementos de cohesión tienen más fuerza que los símbolos.
Ése es el problema. Que de nuevo en España, como otras veces, la República se convierte en un arma arrojadiza cargada de metralla ideológica excluyente y dirigida contra las bases del Estado en un momento de debilidad de éste. Esa coalición de radicales e independentistas apunta directamente contra el régimen constitucional sin cortarse en exhibir rasgos revolucionarios, guillotina incluida, y lo hace subida en la ola de descontento social ante un sistema en colapso.
A Camacho no le falta razón en esto. A pesar de considerarnos intelectualmente republicanos, lo visto en los últimos días pueden terminar convirtiendo al afilador de columnas en monárquico. Basta con ver quién hace proclamas en público a favor de la república y los símbolos que muestran quienes se manifiestan a favor de la misma (banderas soviéticas, estrellas rojas, diversas variantes de enseñas con la hoz y el martillo….) para darse cuenta qué es lo que buscan. Hablan de un sistema más democrático, pero el problema es que se refieren a las democracias populares como la URSS o las del eje castro-bolivariano, que no son para nada democráticas.
También en el diario madrileño de Vocento, Carlos Herrera ofrece en el título un argumento cuando menos curioso para defender la sucesión en el trono: Felipe VI merece una oportunidad. Nosotros pensábamos que se trataba de la jefatura del Estado, no de una nueva fase de ‘La Voz’ u ‘Operación Triunfo’, la verdad. Menos más que después da argumentos algo más elaborados.
Es cierto que este tipo de monarquías está sujeta a que quien desempeña su magistratura sea un individuo válido y preparado, pero no lo es menos que cualquier flaqueo en el desempeño de su labor le cuesta a un Monarca, hoy en día, precio más lesivo que a presidente de la república alguno. En pocas palabras, un imbécil del formato de Fernando VII, en este tiempo, duraba una semana en su cargo. Lo razonable en este momento es una figura querida, respetada e imparcial, conocedora del patio de la Españas, con implantación internacional y con ganas de urdir convergencias, sinceras, útiles, prácticas, desideologizadas.
Y añade un argumento que coincide con lo que hemos planteado más arrbia:
Un simple vistazo a los apologetas de la Tercera República (en realidad, un trasunto de la Segunda), los Cayos, los Pablos, es razón suficiente como para no parar de correr hasta la frontera más próxima: ¿alguien puede confiar en un Estado gobernado por quienes se manifiestan ultrajando símbolos patrios y proponiendo modelos de gobierno descartados por la historia una y otra vez?
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos titula Un follón innecesario, donde insiste en su argumento de que entre el Gobierno y el Rey han complicado algo que debía resultar sencillo. Pero vayamos a lo jugoso de su texto:
Hay repúblicas y repúblicas, monarquías y monarquías. Es cuestión de régimen, no de forma de Estado. Por eso no sorprende que Pablemos se una a los etarras en la cadena separatista vasca o respalde el referéndum separatista catalán; ni que el demagogo de la coleta haya dicho con una falsa humildad que no veíamos desde Guardiola: «¿Y quién soy yo para decirles lo que tienen que hacer a los vascos y a los catalanes?». Pues, hombre, el mismo que tras conseguir -gracias a Lara y Berlusconi- un millón de votos quiere decirnos qué debemos hacer todos los españoles.
No resulta nada sorprendente que Pablemos se una a Amaiur en la cadena humana independentista. Como informó en su día Periodista Digital, algo de lo que después se hicieron eco otros muchos medios, Pablo Iglesias elogió a ETA por su oposición a la Constitución española, a la que definió como ‘el papelito aquel del 78’ —[VÍDEO] Pablo Iglesias se derrite en elogios a Amaiur y ETA por cuestionar «el papelito aquel del 78»–. Si hubiera tenido por entonces a Anton Losada como speechwriter, podría haberse referido a la máxima norma jurídica española como ‘el condón’.
Y ya metidos en las ‘amistades peligrosas’ de Iglesias, Juan Carlos Monedero y compañía, pasamos a La Razón, donde nos encontramos con un artículo de la sonrisa más blanca de los informativos de 13TV. Alfonso Merlos firma Rojos y negros, sin que esté pensando en el programa de Alfonso Rojo en Radio 4G: ‘Rojo y Negro’ . Escribe sobre el apoyo de Podemos a la cadena independentista convocada por Amaiur.
Ahora resulta que quienes no han hecho sino mostrarse insensibles ante ETA reciben el apoyo caluroso de la extrema izquierda, crecida y ensoberbecida (pero tan equivocada y obtusa como siempre) tras el 25-M. En efecto. Lo peor de cada casa se junta en una cadena que representa lo más bajo de nuestra sociedad, lo más vil de nuestra política. ¡Y tiro porque me toca!
Concluye:
Los compinches de ETA con el agitador de la Complutense erigido en líder de masas después de dar un par de charlas en herrikotabernas. ¡Vaya cuadro! Y vaya fracaso el que tienen asegurado.
Y pensar que, otra incongruencia más de la estrella izquierdista en alza, a Pablo Iglesias le gusta presumir de ‘patriota’. Claro que también nos dijo en una entrevista que su proyecto político no era personalista y las papeletas electorales de Podemos tenían como logotipo su cara.
Terminamos en esta ocasión en la contraportada de El País. Juan José Millás nos ofrece un magnifico ejemplo del pensamiento socialdemócrata según el cual lo ideal es que el ciudadano ponga su destino en manos de ‘Papá Estado’. Se titula Lo sentimos.
Ahí nos vemos usted y yo, ciudadanos de a pie, como se dice, agobiados por los problemas internos de la monarquía, del PSOE, del PP y de las instituciones en general.
A algunos nos parece normal que los ciudadanos estemos atentos a los movimientos de las instituciones y de los partidos, al fin y al cabo tienen mucho poder sobre nuestra vida. Millás compara a nuestros políticos con «médicos enfermos, profesores ignorantes». Ese es el problema, pensar que están ahí para arreglar nuestras vidas. Lo que hacen nos afecta cada día, por desgracia, pero los ciudadanos deberíamos pensar por nosotros mismos y no pretender que sean ellos quienes decidan por nosotros.
Concluye:
Nos hacemos cargo, créannos, de sus problemas con el escalafón, con el alcohol, con la autoridad, con la familia, con el dinero negro, pero los que necesitamos atención somos nosotros.
El afilador de columnas agradecería justo lo contrario, que no nos presten atención y que no intenten legislar hasta el más mínimo detalle de nuestras vidas privadas y de la sociedad. Los efectos de su intervencionismo social son evidentes. Por favor, quiten poder a los políticos y que se distraigan peleándose entre ellos.
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