Aunque los graves errores han motivado que España haya batido todos los records, es el momento de volver a la concienciación de todos para reconstruir nuestro país

Un nuevo confinamiento sería nuestra ruina

Un nuevo confinamiento sería nuestra ruina

Una vez aprobado el Decreto que regula la “Nueva Normalidad”, es decir, la falta de normalidad, debemos entender que tendremos que convivir con el virus hasta que tengamos una vacuna o un tratamiento eficaz. Pero ahora hay que poner toda la carne en el asador para tratar de recuperar nuestra más que maltrecha economía y así reconstruir nuestro país, dado que las consecuencias del confinamiento, el más largo y severo al que fuimos sometidos, ha sido la ruina de nuestra economía. Por ello, sólo en el primer trimestre nuestro PIB ha bajado un 5,2 %, y el FMI actualizó recientemente sus previsiones con una caída del PIB en 2020 del 12,8%, empeorando drásticamente las falaces e irreales expectativas de nuestro Gobierno, lo que supone que España bate un nuevo record mundial, el del hundimiento económico.

Y, aún siendo las cosas así, la vicepresidenta del Gobierno Sra. Calvo ha dicho que podríamos volver a ser confinados para hacer frente a los nuevos rebrotes que se están registrando, aunque después la ministra Sra. Montero le haya corregido, seguramente por los efectos económicos del anuncio de esa nueva alarma. Si regresáramos al estado de excepción encubierta, llamado por el Gobierno estado de alarma, con un confinamiento generalizado, sería nuestra ruina total. En ese caso, los muertos no vendrían en las próximas semanas, sino durante los próximos años. Y vendrían miles o cientos de miles de muertos fruto de la pobreza, de la violencia que provoca la misma, de la brecha de la desigualdad y de la hambruna, como bien decía Marcial Muñoz. Cada mes que volviéramos a ser confinados en todo el país, millones de personas de toda clase social estarían condenadas al paro y, por ende, a la pobreza. A la miseria. Demasiadas familias y empresas ya se han arruinado. El ascensor social estaría otra vez en marcha hacia abajo y ya sin frenos. En su mano Sr. Presidente está el que no bajemos más desbocados e intentemos entre todos salvar lo que se ha construido durante las últimas cuatro décadas. Reconstruir nuestro país. Como ya he dicho en otros artículos existen medidas o instrumentos legales que permiten confinamientos selectivos, no generalizados, para controlar los nuevos brotes como ya se están realizando, sin decretar el estado excepcional de alarma, incluso ya lo han reconocido desde su propio Gobierno. No obstante, un simple apunte, desde hace días países europeos como Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Portugal o Polonia, tienen muchos más brotes contagiosos que nuestro país. Pero también, Singapur o Corea, ejemplos mundiales de lo que siempre debió hacerse. No tengamos miedo. Sigamos el ejemplo de nuestro torero José Manuel García, apodado “El Espartero”, que a la pregunta ¿Miedo al toro, maestro? Contestó “No, más cornadas da el hambre”. En efecto, la peor de las cornadas es la del hambre y hay que evitarla a toda costa.

Sr. Presidente no queremos volver a tiempos siniestros, tiempos de tinieblas, de limitación, restricción e incluso prohibición de nuestros derechos y libertades fundamentales. No queremos volver al arresto domiciliario, a la oscuridad, al toque de queda, para así comprobar que cuando cae la noche solo hay silencio. Más silencio. Qué triste es la vida sin riesgos. Es una vida sin vida. Vamos, no es vida. No queremos volver a los campos de concentración en nuestras viviendas. Tampoco a los de las playas valladas con postes y cuerdas. Esa es la expresión más plástica del miedo interesado e infundido a la ciudadanía. Pero, aún así, el ciudadano de a pie tampoco quiere ese confinamiento. No quiere ocupar esas parcelas, como si fueran campos de concentración encubiertos. Decía Cervantes en el Quijote “La vida solo es tolerable en cuánto vale la pena de ser vivida”.

Eso sí, es el momento de apelar a la responsabilidad individual, el momento del sentido común, el momento de la seguridad de las personas, pero sin propagar el virus, cumpliendo siempre las exigencias sanitarias más elementales (mascarilla, distancia social y lavado constante de manos). Asimismo, la llegada de turistas extranjeros debe conllevar el refuerzo de los controles en los aeropuertos, que de momento se niega, con la exigencia de una prueba PCR negativa obtenida en las 48 horas previas a la entrada, como ya exigen otros países de la UE. Y, todo ello, tratando a la ciudadanía como adultos, como ciudadanos, que no vasallos o siervos. Sin asustarlos, sin crear una histeria colectiva. También eso es una tarea del Gobierno, siempre que su auténtica finalidad sea la de protegernos contra el virus y no la de robarnos nuestra libertad para convertirnos en una república totalitaria.

Aunque los graves errores han motivado que España haya batido todos los records, es el momento de volver a la concienciación de todos para reconstruir nuestro país. Pero, para ello, nuestras empresas necesitan el respaldo de los poderes públicos. Necesitan seguridad jurídica, estabilidad política, confianza, protección, moderación fiscal y diálogo social, además de reformas estructurales.  Necesitan una dirección, un camino, para saber qué hacer con sus negocios y, así, un futuro para crear empleo. Será la mejor forma para que empresas y sindicatos ayuden a la economía española a capear la enorme borrasca que nos viene encima. No digamos, si se volviera a decretar ese estado de alarma excepcional, con el confinamiento generalizado de la población.

Debo recordarle Sr. Sánchez que, al torero “El Espartero” no le mató el hambre, le mató una cornada en la Plaza de Las Ventas. Confío que, en nuestro caso, esta cornada no sea mortal, ni la del virus, ni la del hambre. Se puede morir de frío, de sed, hasta de risa, pero nunca de hambre.

Por último, dado que hablo de la vida y también de la muerte, no quisiera despedirme sin citar a San Bernardo (S. de convers. Ad cléricos) que, al hablar del momento de la muerte de los viejos y jóvenes, dijo “A los viejos les espera la muerte a la puerta de su casa; a los jóvenes les espera en acecho”. Sirva esta cita para aliviar, si acaso, los comentarios inhumanos, putrefactos, irreverentes y despreciables que últimamente algunos “jóvenes políticos podemitas” les dedican a los mayores, porque ya decía D. Antonio Machado “si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo despertar”.

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