LA RETAGUARDIA

¡Sánchez liquida el tiempo de la política y abre el de la violencia!

El Gobierno de Pedro Sánchez se aferra a una narrativa victimista tras difundir un bulo sobre un supuesto atentado, tensionando aún más el clima político nacional

En La Retaguardia de este martes 3 de junio de 2025, Eurico Campano analiza con el director de El Catalán.es, Sergio Fidalgo y con Mario Garcés la preocupante deriva hacia la violencia, fingida eso sí, en que incurre el Gobierno al hacerse pasar por víctima de un inexistente complot para asesinar a Pedro Sánchez.

La política española, siempre dada al dramatismo, ha vivido en las últimas 48 horas uno de esos episodios que parecen sacados de un thriller político, pero con guion más propio de una tertulia crispada que de un despacho ministerial. Pedro Sánchez y varios de sus ministros han convertido un bulo en herramienta política, acusando a la oposición y a la Comunidad de Madrid de estar detrás de supuestas amenazas violentas contra el presidente del Gobierno. Todo ello a partir de una conversación privada y tergiversada, que los hechos han desmontado con rapidez pero cuyo eco sigue retumbando en Moncloa.

Todo comenzó con la publicación en medios afines al Gobierno —y amplificada sin filtros por varias televisiones— de una información según la cual Juan Vicente Bonilla, exagente de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y actual directivo en la administración madrileña, habría fantaseado con “poner una bomba lapa bajo el coche del presidente Sánchez”. En realidad, los mensajes sacados a colación hacían referencia al temor del propio Bonilla de ser él mismo víctima de un atentado por investigar casos delicados, lejos de cualquier intencionalidad violenta contra el presidente. El contexto completo, publicado posteriormente por medios independientes, deja clara la manipulación: ni amenaza ni conspiración, solo una frase descontextualizada convertida en arma arrojadiza.

Sin embargo, tres ministros —María Jesús Montero, Pilar Alegría y Óscar López— dieron por buena esa versión. No solo exigieron el cese inmediato del funcionario madrileño, sino que aprovecharon para cargar contra el PP y especialmente contra Isabel Díaz Ayuso, presidenta regional. Así, lo que nació como malentendido terminó transformado en munición electoral y fuente de mayor polarización.

La estrategia del miedo: ¿política agotada o cálculo premeditado?

La difusión reiterada del bulo plantea preguntas incómodas sobre las tácticas del Ejecutivo. Con las encuestas mostrando desgaste tras meses de escándalos —de la ley de amnistía a los casos Koldo y Begoña Gómez—, Sánchez parece haber optado por una huida hacia adelante: convertir cada crítica o filtración en un ataque personal y cada denuncia mediática en amenaza existencial para la democracia. Esta lógica victimista puede resultar rentable a corto plazo entre los más fieles, pero erosiona peligrosamente los puentes del debate racional.

La ministra Alegría se preguntó públicamente “dónde está el límite” en la política española actual. La respuesta podría estar precisamente en este episodio: el límite parece haberse cruzado cuando se utiliza el miedo como argumento central y se asume que todo vale para desgastar al adversario. No es casualidad que la narrativa oficial hable ya abiertamente de “campañas peligrosas” y “crispación intolerable”, señalando tanto a derecha como a ultraderecha sin apenas matices.

Reacciones políticas y sociales: entre la incredulidad y el hartazgo

El Partido Popular ha exigido una rectificación inmediata por parte del Gobierno y ha acusado al Ejecutivo socialista de practicar “el círculo del bulo sanchista”. Cuca Gamarra, secretaria general popular, ha recordado que “la mentira ha sido desmontada con toda claridad”, pero desde Moncloa insisten en mantener viva la sospecha. Por su parte, Ayuso ha visto cómo su nombre volvía al centro del huracán mediático, esta vez acusado indirectamente de amparar a supuestos elementos violentos.

En las redes sociales y tertulias políticas no han faltado bromas sobre el “manual venezolano” aplicado al contexto español: crear enemigos internos, polarizar hasta el extremo e invocar amenazas para justificar cualquier movimiento. Algunos analistas recuerdan que este tipo de estrategias son doble filo: pueden movilizar durante un tiempo pero acaban desgastando si los ciudadanos perciben manipulación constante.

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