MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Creo que fue en el año 1995 cuando se firmó el Pacto de Toledo, que unos llamaban el Pacto de las Tres Culturas (Sindicatos, Empresarios y Partidos Políticos) y otros el Pacto de los Montes… de Toledo, porque les parecía que el pacto había sido un parto demasiado largo y ruidoso para no ahondar en los problemas fundamentales.
Más que problemas fundamentales existe «el problema» y es qué sucederá si, a lo largo de los años, aumenta considerablemente el número de perceptores de las pensiones, y se estabiliza, o incluso disminuye, el número de cotizaciones, o, por decirlo de otra manera, qué sucederá si, durante varios años consecutivos se gasta mucho más de lo que se ingresa.
No hace falta ser un gran matemático para llegar a la conclusión de que llegaría un momento en que las pensiones habría que rebajarlas o… dejar de pagarlas por falta de dinero en la caja.
Cuando el Pacto se firmó la situación económica no era para motivar brindis, pero tampoco se presentaba un horizonte tan oscuro como ahora, y algo muy positivo fue separar la caja de las pensiones de las cuentas de la Sanidad, porque, con todo junto y revuelto, el futuro de las pensiones podía quedarse en quirófanos, fármacos e instalaciones hospitalarias.
En el año 1999, el Psoe, entonces en la oposición, exigió al gobierno que cumpliera el Pacto de Toledo y que rebajara la cotización de las pensiones, tal como se había acordado, porque todos estaban de acuerdo en que a menor carga empresarial en cotizaciones sociales se impulsaría la creación de empleo. El Gobierno del PP no lo hizo. El del PSOE ni lo ha hecho, ni lo piensa hacer. No creo que el PP tenga el cinismo de solicitarlo, tal como está el campeonato de liga de suspensión de pagos, y ya, a lo único que aspiran los mayores de 55 años, es a esperar que, al cumplir los 65, se haya tenido la precaución de no joder el invento y no tengan que ponerse a pedir limosna.
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