Agustín Jiménez – Exageráis, amiguitos del alma.


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

El presidente de una cosa médica ha avisado de que lo de la gripe A es una exageración y una ministra exagerada ha reconocido que a lo mejor el presidente tenía razón. Por las mismas fechas, el ex director de una cosa de energía atómica ha afirmado que el presunto peligro nuclear iraquí también era una exageración. Varios ministros de países gordos, tipo Alemania, que en plena campaña electoral se ha estrenado en la muerte de civiles, se lo están pensando. También un director de cine, que antes hizo películas valientes y ahora es un compañero de viaje de los tontos, ha increpado a los medios españoles por exagerar con Chávez, el gran actor de la Mostra de Venecia. Por último, un partido político que aplica el sentido común por doquier, menos en casa, donde mantiene la ecuanimidad, nos cuenta que la corrupción que se le achaca es un montaje de exagerados. En lo único en lo que parece haber unanimidad es en que el alcalde de Madrid detesta a los madrileños. De otro modo, no se entiende nada el caos de zanjas al que los somete. Los afganos se quejan, o se ufanan, de llevar tres mil años de guerras. El alcalde de Madrid se ufana, aunque algún madrileño se queje, de llevar décadas fabricando terraplenes.

Otro que se está pasando, es el presidente Obama, que era un icono venerado hace poquísimos meses cuando aún oíamos poco a las equilibradísimas radios republicanas. Las cantilenas de éstas nos enseñan ahora que Obama es un siniestro socialista e incluso de que imparte lecciones en la asignatura de ciudadanía. El presidente Camps pretendía homenajearlo cuando propuso dar sus clases en inglés. La prueba de que Obama es malo es que a Zapatero le gusta. La prueba de que las ideas evolucionan es que los socialistas españoles se han hecho casi proyanquis y los conservadores españoles son casi antiyanquis. Gracias a Obama, y por culpa de los socialistas españoles, los del PP están mutando de ser «el partido de la guerra» a ser ONG antibelicista. Es cierto que el PP siempre defendió los derechos humanos (no todos los seres son humanos) y que lo de Afganistán es una vergüenza, por cierto no denunciada por los chicos de la ceja, que empezaron siendo promesas patrióticas y brotes verdes del Imperio, se degradaron en sindicato subvencionado cuando les dieron el Oscar y ahora están callados. No como Oliver Stone, el telonero de Chávez.

Y, pese a la contundencia de tantas afirmaciones, seguimos sin saber a qué atenernos en cuestiones fundamentales. No sabemos si Zapatero es optimista por enfermedad o por oportunista y falto de convicciones. Seguimos sin conocer una sola idea del candidato Rajoy, lo que demuestra su equilibrio a prueba de bomba iraní. Tampoco sabemos si Camps tiene trajes que ponerse y si los ha pagado. En cualquier caso, un magistrado que lo conocía muy bien, ha dicho que es un buen tipo. Lo que sí está claro es que Rubalcaba es un espía y que el Gobierno está compuesto de prevaricadores. También parece que Sarkozy es bajito y, según una tele belga, en los actos públicos, lo ponen al lado de invitados aun más bajitos para que no desentone. La última foto se la ha hecho con Lula, que le ha comprado armas.

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