José Cavero – Apagón de la Obamamanía.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Cuando acaba de cumplirse un año desde la llegada a la Casa Blanca de su ocupante, Barack Obama, muchos empiezan a celebrar su cierta caída, y algunos hasta empiezan a considerarlo ya «un juguete roto». Muchos de los medios informativos españoles, que acompañaron su campaña electoral con extraordinaria atención, y que festejaron aquel triunfo, no dudan ahora en señalar, y hasta regocijarse, de la evolución de acontecimientos. En particular, de la derrota que su partido, el Demócrata, ha sufrido en Massachussetts, que pone seriamente en riesgo la continuidad de una reforma, la sanitaria, en la que Obama se empeñó significativamente y por la que ha peleado con firmeza.

Resulta sencillo analizar el «estado de opinión» que ahora mismo tiene Obama entre nosotros. Posiblemente lo resuma el editorial de La vanguardia, que señala que, un año después de su toma de posesión, Obama y su cambio no despiertan el entusiasmo con el que fue saludado su éxito electoral. Obama, un año después, ha tropezado con la realidad…, afirma, antes de considerar que su intención de acometer ambiciosos cambios estratégicos aún no ha superado la prueba de los hechos. Y menciona seguidamente la implicación de su país y sus apreciables dificultades en Afganistán, con Corea del Norte, con Israel…

Norman Birnbaum, catedrático de Georgetowm, sostiene en El País que «no lo ha hecho demasiado mal, si tenemos en cuenta los obstáculos que tiene ante sí». Pero valora especialmente el hecho de que su programa de estímulos ha salvado la economía de la quiebra, y que si consigue una mínima reforma sanitaria «habrá evitado que sigamos descendiendo hacia la desintegración social». El profesor anima a apreciar de qué forma tan visible ha envejecido el joven presidente en un año… Menos considerado y amable resulta el análisis de Rafael Navarro Valls, en El Mundo: «Los cambios se demoran y los plazos se extienden demasiado; el mito sobre el hombre está enterrando al político», dice, aunque le reconoce que «ha conseguido lavar la imagen de EE.UU. en el mundo, ha actuado como un verdadero comandante en jefe ante la catástrofe de Haití y ha iniciado una fase de distensión con Rusia y los países islámicos…

Javier Rupérez, embajador, dice en ABC que un año después de aquel glorioso 20 de enero, bajó en las encuestas, mordido por la realidad, enfrentado con otras parcelas del poder, corre el riesgo de ser percibido como un dios menor, uno más… La realidad impone rebajas a las buenas intenciones. Y menciona a los iraníes nuclearizadores, Guantánamo, Afganistán, Venezuela, Cuba, Copenhague… Dice Rupérez que «el mejor Obama es el de Oslo, el del discurso de aceptación del Nobel… Y el mejor Obama será el que el diez por ciento de sus conciudadanos hoy en paro encuentren un nuevo trabajo…

Es evidente que a pocos deja indiferentes. Y que, en todo caso, en un año ha comprobado la dura realidad de encabezar una gran nación y ser líder mundial, mal que a muchos pese. Si alguien pudo esperar milagros de «San Barack», es seguro que empieza a verse defraudado…

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