Antonio Casado – La alarma suena en Malí.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

El conflicto de Malí es una amenaza para la seguridad nacional. La perspectiva de tener un santuario terrorista a unos mil kilómetros de Algeciras es un quebradero de cabeza para toda Europa, pero España está en la primera línea de playa respecto a las amenazas del salafismo instalado al norte de aquel castigado país. Un territorio de 830.000 kilómetros donde la sharia se impone a martillazos por los grupos magrebíes de Al Qaeda en complicidad con tribus de tuaregs.

Me temo que la situación en esta franja africana entre el Atlántico y el Mar Rojo va a dar muchos titulares a partir de la operación militar francesa iniciada el fin de semana. Me refiero al Sahel en general (Malí, Níger, Mauritania, Sudán, Chad…), una zona pródiga en recursos naturales (uranio y plutonio, por ejemplo), aunque el foco del conflicto está, de momento, situado en esa zona semidesértica del norte de Malí ocupada por las milicias salafistas. Reimplantar en ella la autoridad del Estado maliense es el objetivo francés.

Resulta chocante el bajo perfil de España en relación a la ofensiva militar de Francia, la antigua metrópoli. A falta de reacciones oficiales claras hemos de deducir el incondicional apoyo político de nuestro Gobierno. Y en cuanto al apoyo logístico sabemos que los aviones franceses están expresamente autorizados a disponer del espacio aéreo. Por lo demás, Moncloa se remite a una eventual posición conjunta de la Unión Europea. Así que si la colaboración va a ir más allá lo sabremos después de la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE, convocados de urgencia este jueves en Bruselas.

La implicación de España en el conflicto del Sahel no empieza ni termina ahí. Españoles van a ser 30 de los 250 instructores que ya antes de la ofensiva francesa decidió enviar la UE para adiestrar al Ejército local. Y desde el verano pasado un coronel de la Guardia Civil dirige una misión europea en Niamey (Níger) con oficiales de enlace en Bamako (Malí) y Nuakchot (Mauritania). En este caso se trata de adiestrar a las fuerzas policiales de estos países en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado.

O sea, que no solamente son cooperantes y misioneros los españoles que se mueven por aquellas tierras castigadísimas por el hambre, el terrorismo de Al Qaeda, los enfrentamientos étnicos, el fanatismo religioso, la miseria y el tráfico de armas. Todo eso es susceptible de llegar a España en patera.

Sobran razones para estar preocupados por el desenlace de la operación militar francesa y las amenazas de represalia proferidas por los terroristas. Ahora se entienden los informes del CNI (Centro Nacional de Inteligencia), que lleva un par de años hablando del «santuario terrorista» del Sahel y advirtiendo del peligro que eso supone para España y, por supuesto, para Europa entera, si la comunidad internacional no desactiva esta especie de Afganistán que ha surgido al norte de Malí.

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