MADRID, 6 (OTR/PRESS)
Los activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que el viernes se concentraron ante la vivienda de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, no son terroristas.
Son los derrotados de esta crisis que se ha llevado por delante sus puestos de trabajo, sus ingresos y, por ende, les está arrebatando sus viviendas. Mientras el Gobierno «rescata» a las entidades bancarias mal gestionadas por una panda de incompetentes colocados a dedo por el poder político, los bancos se quedan con sus casas y les obligan a seguir pagando hasta el último céntimo de su crédito.
Hay otras formas de protestar, es cierto. No se debe amedrentar a los familiares de los políticos y mucho menos a sus hijos. Pero los concentrados ante la casa de Santamaría permanecieron en la acera de una vía pública, exigiendo con un megáfono que la vicepresidenta apoyara la reforma de la Ley Hipotecaria.
A esta modalidad de protesta callejera, que tan preocupados tiene a los dirigentes del Partido Popular, se ha llegado después de reunir más de un millón de firmas de apoyo a la reforma de la citada ley que ha sido considerad injusta hasta la Unión Europea. Se ha llegado después de agotar todas las modalidades de manifestación pacífica y ante la sensación generalizada de que los diputados hacen oídos sordos a las reclamaciones de la calle.
Precisamente, en la vivienda de enfrente de la que ocupa Sáenz de Santamaría, en una colonia residencial y de lujo, pegada a las elegantes calles del barrio de Salamanca, habían colocado en un balcón la típica sábana con una inscripción en defensa de la Sanidad Pública.
Los miembros de la PAH debieron pensar en la inutilidad de las protestas de médicos y sanitarios ante la innegociable privatización de la sanidad madrileña, cuya gestión va a acabar en manos de empresarios afines al PP.
Voces de la derecha reclaman que los activistas se concentren también ante las casas de dirigentes del PSOE y de otras fuerzas políticas. Olvidan que el Partido Popular tiene mayoría absoluta en el Congreso y que son solo sus votos los que pueden aceptar la dación en pago o rechazarla.
Los que el viernes se dieron cita en la Colonia de la Fuente del Berro no eran «antisistemas» (apelativo que la derecha coloca a cualquiera que manifieste su desacuerdo con el Gobierno de Rajoy), no intentaron entrar en la casa y no asustaron a sus moradores. Eran ciudadanos de a pie, muchos de ellos amenazados de desahucio. Había mucha gente mayor, amas de casa, enfermos en riesgo de perder su vivienda. ¿Tan difícil es comprender su desesperación?
Conviene no olvidar que los colectivos en defensa de los desahuciados son solo un sector de la sociedad. Hay muchos mas damnificados. Hay seis millones de desempleados. Hay familias enteras con todos sus miembros en paro. Los «escraches»(detestable palabreja) son solo la punta del iceberg del descontento ciudadano que por algún sitio tenía que estallar.
Por mucho que se les demonice, su desesperación siempre será más fuerte.