Andrés Aberasturi – Ahora nos pide paciencia.


MADRID, 29 (OTR/PRESS)

Hace bien el presidente Rajoy en pedir paciencia a los españoles; hace bien porque es lo único que le podríamos dar, porque es lo único que nos queda a la gran mayoría, porque a la paciencia no se le ha aplicado -aun- ninguna tasa, ningún IVA, ningún IRPF. La paciencia por ahora se ha tenido y Rajoy pide que la declaremos. Miedo me da. Lo malo es que la paciencia de los españoles es como las pilas alcalinas: dura y dura pero -ay- también termina por agotarse y empieza a dar signos de que estamos ya en la reserva.

Nos pide paciencia, pero ¿para qué? El presidente parece empecinado en sus políticas de recortes y repite una y otra vez que el Gobierno sabe a dónde va y no va a cambiar. Hagamos un esfuerzo y vamos a creerle. El problema es que la mayoría no ya de los ciudadanos sino cada vez más expertos, están convencidos que hacia donde quiera que vaya esta política de recortes, no se va a llegar porque no cuadran las cifras ni con la cuenta de la vieja o, lo que sería aun peor, cuando lleguemos, ya será demasiado tarde. Es posible bajar el déficit hasta donde se pretende pero si sólo nos fijamos ese objetivo, seremos una sociedad sin techo, un estado que para pagar su deuda lo ha vendido todo y no le queda ni para comer, un país de unos pocos ricos muy ricos y sin apenas clase media, antes mayoritaria, esquilmada por los impuestos, los abusos bancarios y la cohesión hecha añicos. Y además cabreada y con razón.

Porque la cuentas son mucho más sencillas de lo que parece escuchando a los expertos: cada vez todos tenemos menos dinero porque el estado lo recauda todo de varias formas para pagar la deuda. Y cómo no tenemos dinero, no podemos consumir, ni de lejos, lo que antes se consumía. Y si no consumimos la economía no solo no crece sino que decrece. Y si la economía no crece, no se crean puestos de trabajo sino que cierran empresas porque tampoco pueden sobrevivir sin la ayuda de los bancos. Y si se cierran empresas no se crean puestos de trabajo. Y si no se crean puestos de trabajo y se cierran empresas, el número de parados -que ya es insoportable- aumentará y aumentará. Y si aumenta el paro el consumo cae todavía más. Y si cae más el consumo. Es un círculo vicioso tan elemental y, sobre todo, tan evidente que no hay teoría macroeconómica que contradiga la realidad de los cientos de locales que se venden y de los millones de parados que ya son y los que se anuncian.

Nos pide paciencia porque ya nos lo han quitado todo. Pero la paciencia se estrella con otra realidad: quien nos pide paciencia y nos va dejando con una mano delante y otra detrás -y quienes desde la oposición critican amnésicos esta política- resulta que no cumplen en casa lo que predican fuera. Aquí solo ha adelgazado hasta casi la anorexia la clase media y baja pero los que administran y los que se oponen oficialmente a los que administran, siguen sin tocar lo que ya es un escándalo: empresas públicas, sueldos inmorales, asesores inadmisibles, deudas de las administraciones que no se pagan, casos de corrupciones sobre los que se pasa sin mojarse, sangrantes desigualdades fiscales, gasto público en subvenciones y subsidios que no son sino sobornos partidistas encubiertos y unos partidos políticos mayoritarios y nacionalistas cuyo único objetivo parece ser sobrevivirse a sí mismos en el poder.

Pídanos paciencia, señor Rajoy, porque es lo único que Hacienda no gravado aun con un impuesto. El problema es que también la paciencia tiene fecha de caducidad.

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