IGLESIA, ¡DESPIERTA!, un nuevo libro de Salvador Freixedo


Calentito aún, con el último vaho de la impresora y un ligero olor a tinta y a aditivos, tengo en mis manos el último libro de Salvador Freixedo, con el sugerente título Iglesia, ¡despìerta!, y el no menos enigmático subtítulo, El Dios cristiano frente al Dios cósmico. No puedo evitar abrirlo, llevarlo a la nariz y hacer una profunda inspiración, como si con ello quisiera embeberme de su contenido en una suerte de iluminación. Creo que ese es el deseo oculto e inconsciente que nos impulsa a oler los libros.

Casi medio siglo después de haber publicado Mi Iglesia duerme –lo que le costó una suspensión a divinis y su salida de la Orden de los Jesuitas—, al que siguieron otros libros críticos con algunos aspectos del cristianismo, Freixedo vuelve a dar un toque de atención, menos virulento quizá que en ocasiones anteriores, para no hurgar más en las heridas que la Iglesia tiene abiertas en carne viva a causa del laicismo galopante que se impone desde los Estados. Con respeto, pero haciendo uso de de su libertad y sin tratar de hacer un inventario, el exjesuita analiza lo que él denomina pecados y virtudes del cristianismo. Así, nos recuerda la inquisición, las cruzadas, la imposición de la fe por la fuerza a los pueblos paganos, el fanatismo generalizado y la intolerancia de tiempos pasados, así como un apego a la riqueza y a los poderosos. (De esto ya han pedido perdón los últimos papas en repetidas ocasiones). Pero también nos habla de sus muchas virtudes, como haber erradicado los sacrificios humanos y las prácticas de canibalismo en algunas culturas, haber llevado la medicina a los pobres, haber predicado la igualdad entre los seres humanos o haber defendido los derechos de la mujer, haciendo hincapié en la gran labor que en la actualidad realiza la Iglesia católica con los pobres y desfavorecidos, en hospitales, residencias de ancianos o centros de drogadicción y de reinserción.

Habla Freixedo de la necesidad de un nuevo aggiornamento, y que la Iglesia, sin perder lo esencial de su doctrina, se adapte a las necesidades de la sociedad actual: el tema del condón o la comunión a los divorciados, por ejemplo, que tanto preocupan al papa Francisco y a otros ministros de la Iglesia. Y, sobre todo, apunta a que hay que volver a Jesús, al mandamiento del amor, de sentirnos hermanos, la auténtica esencia de su mensaje. “Conocerán que sois de los míos si os amáis”, dice el Evangelio. Desgraciadamente, los cristianos ni hemos sido ejemplo, ni lo somos en la actualidad.

Analiza osadamente el dogma y la fe, “porque los teólogos no tienen el monopolio de la inteligencia, aparte de que para llegar a sus posiciones, entre ellos ha habido muchas controversias y contradicciones. Cuando en mis estudios de Teología comprobé cómo el máximo exponente de los teólogos jesuitas de su tiempo, el famoso padre Francisco Suárez, discrepaba abiertamente en temas importantes de Santo Tomás de Aquino, el máximo exponente de los teólogos del cristianismo, deduje que en las verdades reveladas y en todo lo referente al más allá hay muchas dudas”, dice en su libro.

Salvador Freixedo cree en un Dios universal y grandioso, incomprensible por nuestra pequeña mente, desprovisto de los atributos del dios del Pentateuco en el que no cree por tratarse de un dios poseedor de todos los defectos de los humanos: celoso, vengativo, coleccionador de agravios, un dios iracundo que se vuelve loco a la mínima, que envía plagas horrendas, que tiene infiernos eternos, que hasta hace poco tenía un limbo para echar a los niños que nacían sin bautizar –eso se decía, al menos—, que pide sacrificios de becerros y novillas, como los dioses paganos y amor incondicional por encima de todas las cosas. Según Freixedo, un dios así es un dios falso.

Se muestra muy crítico, especialmente, con el dogma del infierno eterno. “El infierno es una calumnia que los teólogos le han levantado a Dios”, dice. No cree en tal cosa. Sin embargo, hace toda una exégesis sobre la figura de Satanás, en el que sí cree firmemente; no exactamente en el demonio del cristianismo, sino en una entidad o cohorte de espíritus malignos que “tientan” a los seres humanos causándoles graves perjuicios y apartándolos del camino recto, y ve la influencia del “Príncipe de este mundo” en la marcha a la deriva de la sociedad.

En Iglesia, ¡despierta!, deja una puerta abierta a la doctrina de la reencarnación, una creencia presente en gran parte de las religiones y culturas del mundo, y dice que muchos de los primeros cristianos, incluso teólogos como Orígenes, tenían esta creencia, mucho más lógica, por otra parte, que el infierno eterno que nos presenta la Iglesia.

El celibato sacerdotal obligatorio e indiscriminado es otro de los temas que aborda en el libro. Reconoce que abolirlo causaría grandes controversias y oposiciones por parte de las mentes conservadoras. Sin embargo, no se estaría yendo contra la tradición, ya que en el cristianismo de los primeros siglos se podía ser sacerdote y estar casado, según colegimos de las palabras de San Pablo (1 Ti 3,2): “Es preciso que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, cortés, hospitalario y capaz de enseñar”.

No queda sin tratar el tema de la mujer en la Iglesia, controvertido donde los haya, porque la pobre mujer condenada desde del Génesis por incitar a Adán a la desobediencia –el papa Francisco habló de esto hace unos días—, sigue siendo discriminada en el cristianismo. Las mujeres han servido para poco más que para atender a los curas, hacer manteles y corporales, encargarse de las flores y la limpieza de los templos, y todos los trabajitos que no requieren una cabeza demasiado despierta. Ahora, en pleno siglo XXI, con todos los derechos civiles reconocidos, la Iglesia católica se enfrenta a un gran reto: la ordenación sacerdotal para cumplir con la igualdad. Este sí es un problema de no fácil solución; principalmente porque la jerarquía es genéticamente machista.

Dice el destacado de la portada: “Como Mi Iglesia duerme, un libro no apto para católicos satisfechos”. Satisfechos o no, los lectores se encontrarán con un libro positivo y bienintencionado, que si bien sacudirá un poco sus conciencias, los invita a ser un poco mejores. Muchos de los temas del libro se condensan al final en forma de soneto. ¡Todo un alarde de originalidad!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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