“El precio de desentenderse de la política es el de ser gobernados por los peores hombres”. Acabo de leer esta frase de Platón que, aunque ya la conocía, parece que me la han puesto los dáimones a tiro, esa especie de genios o duendecillos que, a los que nos dedicamos a estos menesteres de la pluma, ayudan con pequeños guiños, por ejemplo, haciendo sobresalir de la estantería, un libro donde hay un dato que necesitamos, como la frase que encabeza el artículo.
Mientras hacía análisis sobre la elección del tema, varios puntos afloraron al primer plano de mi mente: el asunto de Siria está cada vez más complicado y es difícil llegar a conclusiones, máxime cuando nos faltan datos sobre la reunión entre los mandatarios de Rusia y Estados Unidos, teniendo en cuenta, además, que en esta materia, como en otras de gran calado, nada es lo que parece. Al decir que nos faltan datos, no me refiero a información de prensa cocinada en los think tanks de turno y agencias de noticias al servicio del sistema, sino a la auténtica verdad, a esa verdad que con un poco de suerte solemos conocer pasado el tiempo y, en muchos casos, ni eso.
El Sínodo está siendo estos días el dolor de cabeza del Papa. Los temas que tienen que resolver son peliagudos, entre ellos, el enfoque de la homosexualidad y el trato a los homosexuales, lo relativo a las parejas de divorciados vueltos a casar y su participación en los sacramentos, y la agilización de los procesos de nulidad. Y si bien no están relacionados con el dogma directamente, sí afectan a la tradición, cosa esta con un gran peso dentro de la doctrina de la Iglesia. Las malas lenguas apuntan a que las sesiones sinodales son solo un paripé, y que las conclusiones ya estarían escritas de antemano. Estaríamos hablando de un Sínodo viciado ab initio. Sin embargo, desde el Vaticano se ha desmentido este rumor que estaba soliviantando algunos ánimos. En cualquier caso, Francisco tiene varios frentes abiertos. Por si no fuera suficiente el ataque de sus próximos, como la facción alemana, la holandesa y, en menor medida, la norteamericana, algunos sectores de dentro y fuera de la Iglesia, lo acusan de pertenecer al grupo de líderes que preparan el advenimiento del Nuevo Orden Mundial.
Había elegido una vez más hablar de corrupción, esta enfermedad globalizada que ocupa los grandes sillones de la política e instituciones mundiales. Por desgracia no queda nada sin contaminar. En la política se ha instalado lo más amoral de cada país. Los sociólogos nos habían hecho creer que los políticos eran la representación de la sociedad, y un reflejo de la misma. No lo creo. Hablando en general, a la política se va no a servir, sino a llevárselo calentito, a hacer un potente patrimonio y los méritos para una buena jubilación. Los políticos han destrozado los sistemas judiciales, las universidades, la sanidad, la educación. Han empobrecido a las naciones y se han llevado el dinero a los paraísos fiscales. ¡Y nadie va a la cárcel!, porque ellos han nombrado jueces para sus causas. Solo algún Bárcenas de vez en cuando –y muy temporalmente—, pero nunca los mister X. Ser mister X es casi como haber ganado una indulgencia plenaria. Cuesta sonrojo escribirlo, pero es la pura realidad. Ya no hay que ir a Sicilia ni a Nápoles para ver de cerca a la camorra.
Estos políticos nuestros han cometido tantas tropelías, están tan corruptos, lo han hecho tan mal, han robado tanto y han mentido tanto, que hablar de los vestiditos de pasarela de la Cifuentes es casi una frivolidad. Pero no, porque hay quien le lleva la cuenta de los modelos estilos de la Vogue, veinte al mes con zapatos de tafilete y guantes de cabritilla. ¿Se lo estamos pagando los madrileños o entre todos los españoles? Hay que preguntarse “de dónde saca pa tanto como destaca”. A no ser, claro, que el vejete del reservado de la plazuela del Tribulete sea Mariano Rajoy. Y creo que sí. Creo que es él.
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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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