Ante tanto político buscón, y los moros que amenazan, ¡qué falta nos hace un Don Pelayo!


Los illuminati trabajan tan descaradamente que incluso en las peluquerías, entre planchas y rayos de sol, se habla más de ellos que de la Preysler y la conversión de su hija Tamara que anda como loca de misa en misa. A lo que vamos. Hablo de los illuminati porque si bien son muy conocidos en los ambientes de la conspiranoia, en periódicos serios como este, ni se los menciona. La prensa tradicional tiene bastante con ocuparse de los líderes mundiales visibles, léase, Merkel, Rajoy, Draghi, Macri, Peña Nieto y adláteres, como para preocuparse de quiénes los dirigen en la sombra, Rockefeller y toda la pandilla de la secta del búho, que recibe órdenes. ¿De quién? Oh, esa respuesta llegará sola por deducción. Dice el Bhagabad Gita, a propósito de una conversación entre Krishna y Arjuna: “Cuando el discípulo está preparado, el maestro no tarda en llegar”. Pues aplíquese la máxima al tema.

Los hechos han venido rodados; nada de imposiciones violentas. Primero nos han hecho “buenistas”, es decir, estupidinos. Hemos tenido que aprender a ver lo blanco negro y viceversa. Así hemos ido sintiendo cómo el mundo empezaba a girar hacia el otro lado. Al principio, incluso nos mareamos un poco con ese giro repentino, pero ya nos hemos acostumbrado y vamos al revés, como si nada. En el mismo orden de cosas, hemos aprendido que los Estados no gobiernan, que todo se decide en unas oficinas misteriosas y que Merkel manda mucho. Pero no sabemos a quién sirve. Bueno, sí lo sabemos, pero eso tampoco sale en la prensa diaria; no vaya a ser que la gente se entere y despierte.

Estos que mandan tanto, también han dicho que el cristianismo es algo obsoleto y hacen todo lo posible por erradicar toda alusión a él, primero en la Constitución europea, y después en los estatutos de los partidos políticos, en los que figuraba la alusión a los valores del humanismo cristiano. Esto le causa urticaria a la inefable Cifuentes y ya lleva años queriendo erradicarlo. Paralelamente y para contribuir a eliminar las trazas de cristianismo, los cargos públicos prometen en lugar de jurar, se quitan crucifijos y se cierran iglesias. (El nuevo rey no quiso Biblia, y la reina consorte es laicista declarada y frivolona a más no poder; además defiende a corruptos y acosadores, como su amigo “compi yogui”, Javier López con tarjeta black). Pero dejemos esto de momento y sigamos argumentando el tema que nos ocupa.

Ante la avalancha de inmigrantes, legales e ilegales –sobre todo musulmanes—, ha habido que habilitarles espacios, darles prestaciones sanitarias y escolarizar a sus hijos. Los asesores de las ONGs que defienden el caballo de Troya se las han arreglado para nacionalizarlos, conseguirles permisos de residencia y un sinfín de derechos que para sí quisieran los españoles. Una buena parte de las partidas de servicios sociales se la lleva este sector en concepto de paro, vivienda, ayuda familiar, ayuda para guardería y otros conceptos. Puestos de trabajo que antes ocupaban los españoles, ahora los disfrutan los extranjeros, en virtud de convenios que hacen con las empresas. Mucho del dinero proveniente de estos sueldos no se queda en España, sino que va directamente al país al que pertenece el inmigrante. Y mientras las iglesias católicas se cierran y se margina el culto, la Administración favorece la apertura de mezquitas. Mientras la sociedad condena el maltrato a la mujer, se permite que sus imames se explayen en público sobre cómo hay que golpear a la mujer sin dejar señales.

Pero además, ha dejado de tener vigencia el refrán que sí solían aplicar los emigrantes españoles cuando iban por el mundo, “allí donde fueres, haz como vieres”, porque para que no se ofendan, hay que quitar crucifijos, no celebrar la Navidad, eliminar la carne de cerdo en los menús de los colegios, no publicitar el jamón y el vino, y más disparates. Pero como algunos de nuestros políticos, aparte de incultos son mala gente y ni sienten amor por España ni arraigo ni respeto por nuestras tradiciones, pretenden de un plumazo equipar la Semana Santa con el Año chino o el Ramadán.

Se nos ha vendido que hay que ser buenistas y acoger al pobre musulmán que viene porque tiene hambre. Pero siempre hemos sabido que venían a la conquista de Al Andalus que es para ellos su paraíso perdido. Las palabras del líder de la independencia de Argelia no pueden ser más acertadas: “Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres”. Pero nuestros políticos, afanados en el robo a mano armada, y en hacerse con un buen botín para cuando dejen la mina, ¡ni caso a estas pequeñeces! Tan buenos los de aquí como los europeos, incluido Obama. ¡Por eso decimos que la cosa es illuminati, Nuevo Orden Mundial, puro y duro. Hace poco salían unas suequitas rubias monísimas –aunque con la cabeza bastante hueca— vestidas con velo islámico; decían que para solidarizarse con “los diferentes”. Que no se preocupen las suecas. Cuando los moros dominen no habrá diferentes, porque aplicarán la sharia y ya sabemos que eso incluye lapidación a las mujeres y cuelgue de las grúas a los homosexuales, amén de otras torturas, vejaciones e injusticias. Conclusión: con el buenismo por un lado, y el laicismo anticristiano por otro, hemos preparado y abonado el terreno para los nuevos partidos de inspiración musulmana que pretendan abrirse paso. Ya los tenemos por ahí de concejales en algún ayuntamiento. Pero el partido Renacimiento y Unión de España (PRUNE) fundado en el 2009, en este río revuelto llamado España pretende pescar lo que pueda y llevar a cabo nada menos que la “regeneración moral”. Eso sí que nos recuerda aquel dicho de la sartén al cazo. ¿Por qué no se ensayan antes con la regeneración de Marruecos? Mejorando lo presente, ahí si pueden entrenarse bien. Pero tienen sede en Granada, su último reducto, y en Asturias, en cuyas montañas el rey Pelayo con la cruz de la Victoria consiguió echarlos Repelao abajo hasta el río. Pero claro, el laicismo radical enseña a nuestros niños que el rey astur es un mito, que la Santina nunca se apareció, y que pobres moritos. ¡Así nos luce el pelo!

Algunos políticos de nuevo cuño proponen acabar con las fiestas de moros y cristianos. Incluso hay problemas con el Santiago Matamoros de la catedral de Santiago de Compostela. A este paso, ¿habrá que reformar la historia para que los moritos no se sientan ofendidos? ¿Se prohibirá hablar de Carlomagno? Sancho VII el Fuerte, ¿pasará a llamarse el débil para que los moros no se sientan ofendidos?

Ante tanto político buscón, y los moros que amenazan, ¡qué falta nos hace un Don Pelayo! Y lo dice una asturiana que cree en los valores cristianos ¡y en la Santina!

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Por Magdalena del Amo
Periodista y escritora, pertenece al Foro de Comunicadores Católicos.
Directora y presentadora de La Bitácora, de Popular TV
Directora de Ourense siglo XXI
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Autor

Magdalena del Amo

Periodista, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.

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