Se cumple el quinto aniversario de la coronación de nuestro Rey Felipe VI. Los españoles le deseamos un reinado muy largo.
Nuestro Rey Felipe VI es un Rey tranquilo y sereno en una España convulsa y nerviosa, falta de serenidad y dominada por la ambición de poder de los políticos que nos depara un espectáculo bochornoso y esperpéntico. En esta España hiperpolitizada y, a pesar de ello, falta de política y de políticos de Estado, nuestro Rey aporta la serenidad, la templanza y la inteligencia de la que carecen nuestros políticos, enfangados en luchas intestinas por alcanzar y mantener el poder y olvidados de España, cuando no intentando romperla. Toda la falta de mesura, de claridad, de generosidad y de compromiso que los políticos deberían aportar a la convivencia de los españoles y a su bienestar, le sobran a nuestro Rey. Es una pena que Felipe VI no pueda ser a la vez Jefe de Estado y presidente del gobierno, si así pudiera ser, España estaría más fortalecida, más unida en su variedad, y los españoles podríamos mirar a un futuro en cuyo horizonte no se vislumbraran nubes oscuras de incertidumbre social y política y temores a terminar en una España fraccionada.
A pesar de tanta política y políticos banales e inanes como hoy en día hay en España, los españoles miramos a nuestro Rey y nos sentimos confortados. En él tenemos la garantía de una defensa de España sin poros ni resquicios y el compromiso, claramente expresado, del respeto a nuestra Constitución. Estoy seguro de que, si nuestros políticos estuvieran a la altura personal, constitucional y de la entrega y el compromiso a España de nuestro Rey; España iría mejor, mucho mejor. Pero, desgraciadamente, en España, del Rey abajo, ninguno de los responsables políticos, desde el pueblo más recóndito de las Alpujarras granadinas hasta la Moncloa, está a la altura necesaria para conducir a España por los caminos del verdadero progreso social y económico. Afortunadamente nos queda Felipe VI. Gracias Majestad.