OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Los sueños de la razón engendran monstruos»

Manuel del Rosal: "Los sueños de la razón engendran monstruos"

La niñez transcurre entre sonidos, olores e imágenes antes de que aparezca la sombra oscura de la razón” frase del poeta británico John Betjeman que sirve de epígrafe al filme “El niño del pijama de rayas”

Todos los hombres han sido niños, todos los hombres han vivido en ese mundo de instintos, olores, sonidos, imágenes antes de que lo que llamamos razón les engendrara monstruos en sus mentes. Todos los niños son amigos sin importarles los colores ni las lenguas y comparten ese maravilloso mundo que la razón destruye. La oscuridad que provoca la llegada de lo que llamamos razón rompe el mundo de olores, sonidos e imágenes en que vivían los niños. La oscuridad de tinieblas de una razón entronizada acaba con la pureza de la niñez. Cuando el niño deja de serlo, la razón, lo razonable se apodera de él. La lógica con sus principios filosóficos le borra la pureza y la inocencia. La sociedad le recicla mediante la imposición por parte de los adultos de “la razón” – hay que ser razonable – Uno se pregunta que es la razón y cuál de las diferentes clases de razones que existen es la correcta.

El mundo está dividido entre el mundo que perciben los niños desde sus sentidos y su instinto (¡maravilloso instinto perdido en el devenir de la vida de niño a adulto!) y el mundo que percibimos los adultos al que damos el nombre de razonable porque está basado en la razón.

El mundo razonable, el de la razón; no el que los niños perciben a través de los olores, los sonidos y las imágenes, ha generado dos guerras mundiales y, entre ellas, infinidad de guerras locales. Es el mundo de la razón el que mediante los votos de los ciudadanos ponen al frente de un país a un farsante, un dictador o un demagogo. En nombre de la razón se han esquilmado países y personas, en su nombre se han cometido las mayores atrocidades porque lo que se hacía era lo “razonable”. Pues bien, es esa razón, esa racionalidad, esa aplicación de la lógica que nacen del mundo mental de los adultos que han olvidado los olores, los sonidos y las imágenes que les rodean, entregándose a la tecnocracia fría y calculadora que evita cualquier sentimiento, cualquiera percepción a flor de piel que todavía está presente en los niños que no han llegado al llamado “uso de la razón”, que no han sido cegados por su oscuridad; esa razón que, cuando está dormida y sueña, en la mayoría de los casos, engendra monstruos como la guerra a la que estamos asistiendo y en la que los más afectados son los niños que, desde su percepción del mundo a través de los olores, las sonidos y las imágenes, no entienden de una razón que justifica que los hombres se maten los unos a los otros en nombre de la razón que asiste a cada uno de los bandos, porque la razón no es igual en todos los sitios. Unos profesan una razón diferente a la de los otros y ambas razones en muchas ocasiones chocan.

Los niños no entienden de razones y se quedan perplejos y, en algunos casos, estuporizados. Basta con ver la mirada de los niños de esta guerra de Ucrania estúpida como todas las guerras nacidas de la estúpida razón que la justifica; una mirada con la que lanzan la pregunta ¿por qué esto? ¿para qué esto?

Ucrania y Rusia están en guerra, pero no lo están los niños rusos y ucranianos que no entienden que sean separados de sus padres, que sean obligados a salir del hogar, del sitio donde felizmente desarrollaban su niñez ¿¡Por qué¡? En sus mentes prístinas y en sus corazones puros los niños de esta guerra y de todas las guerras sufren el impacto brutal de algo que, a través de su instinto primigenio, de sus olores, de sus sonidos, de sus imágenes; no entienden.

Los dos niños protagonistas de la película “El niño con el pijama de rayas” se hacen amigos a pesar de la infame alambrada que los separa y que los adultos han levantado en el ejercicio de lo que ellos llaman “razón”. Los niños establecen un diálogo, ese diálogo que los adultos, aferrados a su “razón”, son incapaces de mantener:

Se supone que no debemos ser amigos ¿Lo sabías?

En realidad, ellos no son personas de verdad

¿por qué no puedes estar fuera? ¿Qué hiciste?

Soy judío

¿Por qué vistes pijama todo el rato?

Nos quitaron la ropa.

¿Y quien decide quién lleva el pijama de raya y quién el uniforme?

Tu eres mi mejor amigo, el mejor amigo para toda la vida. No quiero que te vayas de nuevo

Yo tampoco.

Así dialogaban los niños protagonistas de la película, así dialogarían si se encontraran los niños rusos y ucranianos, con ese diálogo exento de prejuicios establecidos por esa “razón” adulta que, cuando llega con sus oscuras horas, produce monstruos, monstruos tales como la guerra, como todas las guerras.

Manuel del Rosal

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