Hay dos elementos que son clave en el mundo de los negocios: la creatividad y la originalidad. En un entorno cada vez más competitivo y en constante evolución estas cualidades se han convertido en auténticas estrategias para destacar y sobresalir en el mercado. Y ahora que apenas está comenzando un nuevo año es importante que las compañías no lo pierdan de vista.
La creatividad implica la capacidad de generar ideas nuevas y valiosas y crear o producir algo novedoso, pensando de manera no convencional, encontrando soluciones originales a los desafíos, combinando elementos existentes de manera única o explorando nuevas perspectivas Es esa chispa que impulsa la innovación y el cambio en una empresa.
La originalidad se refiere a la cualidad de ser único y diferente. Es la capacidad que tiene una empresa de presentar productos innovadores o modernizar la promoción de estos, para que sean atractivos. Esto les ayuda a atraer y fidelizar clientes, y a mejorar su productividad y eficiencia.
Ambos conceptos se complementan entre sí y son fundamentales para el proceso creativo. A través de la creatividad y la originalidad las compañías pueden diferenciarse de sus competidores, captar la atención de los consumidores y generar un impacto positivo en sus resultados.
De hecho, el posicionamiento de una empresa en el mercado va asociado con su habilidad para presentar productos originales o los mismos que ya existen, pero de una manera distinta y, sobre todo, atractiva del resto de sus competidores.
Una buena estrategia para alcanzar estos objetivos radica en estudiar a profundidad -es decir, procurar cubrir todas las aristas- el mercado que se quiere atacar o de lo que, ya existiendo, quiere el consumidor final de ese bien o servicio.
De modo que los atributos que resulten de ese estudio deben aplicarse al producto final a fin de lograr los resultados que se persiguen. Al conseguirlos, la compañía será más rentable, competitiva y segura tanto para sus líderes, como para sus trabajadores.
Una vez identificados esos elementos que el cliente desea conseguir cuando va a comprar algo, hay que establecer qué se puede hacer distinto con respecto a los otros similares que ya existen en el mercado. De nada sirve ofrecer algo que no tiene un elemento diferenciador.
Para hacer este proceso más efectivo, también se debe establecer una estrategia que permita comercializar el producto, tomando en cuenta resaltar el precio, cualidades y a quiénes va dirigido. Esto ayuda no solo a posicionar el mismo, sino que también refuerza la presencia de la empresa y de la marca en el mercado.
En este proceso, todos los involucrados en el mismo deben estar comprometidos con el producto. Hay que estar convencidos de sus bondades, diferencias con la competencia y las expectativas que puede cumplir. Y ello se logra con creatividad y originalidad.