Este 21 de octubre de 2014 escribe Ignacio Camacho en ABC una columna titulada ‘La risa y el olvido‘ que arranca diciendo:
Tres años lleva ETA retirada, que no disuelta. Su amenaza mortal ha desaparecido y los españoles no la echan de menos como problema que llegó a encabezar las encuestas. Somos gente pragmática y tenemos otras preocupaciones. El desafío de la autodeterminación se ha trasladado de territorio y los vascos viven sin tener que mirar debajo del coche.
Y añade que.
Un balance agridulce, conformista al fin y al cabo; ya no somos el enérgico país de las vigilias de manos blancas sino uno que enciende velitas por el perro Excalibur. Y las víctimas son vestales insomnes que lloran desconsuelo por las esquinas.
Y concluye que:
Y sin embargo son las únicas que aún permanecen decididas a librar la batalla de la memoria. A evitar que el tiempo borre los contornos del sufrimiento. A pelear a corazón partido por un relato histórico que no absuelva a los verdugos. A mantener viva la llama moral de los que cayeron en nuestro nombre. A insistir hasta la antipatía en que no hay paz sin justicia. A rebelarse contra esta adaptadiza acomodación moral que parece dispuesta a alquilar la risa por un canon de olvido.
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