El presidente no podía comparecer mañana ante el Congreso y ante la Nación a presentar sus medidas anticorrupción con Ana Mato en la mochila y sentada en el banco azul. Era, simplemente, destruir cualquier posibilidad de trasmitir a los españoles que se está dispuesto a acabar con la corrupción. La imagen era letal. Y eso lo sabía Ana mato y lo sabía Rajoy, aunque es hasta posible que mariano hubiera estado dispuesto a aguantar si su ministra y fiel colaboradora durante muchos años no hubiera dado el paso.
Ana Mato, tras su implicación vía marital en el asunto Gurtel hace ya casi cinco años, nunca debió ser ministra, menos aún serlo de Sanidad para lo que carecía de cualquier preparación y aún menos de la sensibilidad social que el cargo exige. La Gurtell pesaba en su pasado como una losa y como remate protagonizo en el asunto de Ebola un fracaso estrictamente político y de comunicación que obligo al presidente a intervenir y a la vicepresidenta a tomar las riendas y enderezar el entuerto. Que se enderezó. Pero Ana mato aguantaba o la aguantaban.
Hasta Ruz. El auto del juez de la Audiencia, un día antes de la comparecencia de Rajoy en el Parlamento hacía insostenible la situación. Porque si bien era cierto que no había imputación, ni se acusaba a Ana Mato de delito alguno- eso es así- si se la consideraba beneficiaria de los presuntos delitos de su ex marido, de “participe a título lucrativo” en los mismos. Ello ni siquiera la hubiera llevado al banquillo, podría haberse hecho representar por un abogado, y en realidad no debía afrontar pero si puede ser condenada a devolver el dinero del que se ha, presuntamente, beneficiado, aunque no hubiera participado en su ilícita consecución. Todo ello es cierto pero no lo es menos sino más que la sociedad española ya no pasa ni una y lo de Ana Mato no tiene ningún pasar. Ni ética ni estéticamente. Lo suyo no podía continuar un día más. El jueves ya hubiera sido tarde y además suicida.
En resumen que al final ha hecho lo único que podía hacer, por su partido y por su Presidente. Pero incluso por ella misma. Ahora con mayor libertad podrá defenderse e incluso hacer constar que en el fondo el juez viene a coincidir con lo que ella siempre mantuvo. Que en efecto había hecho aquellos viajes con sus hijos y celebrado para ellos aquellas fiestas pero que no era consciente de donde procedía el dinero. Aunque lo del “jaguar” en el garaje ya es para no solo no ver nada sino no querer ni mirar.