Fernando Jauregui

La definición del papel del Rey.

El Rey Felipe VI acaba sus vacaciones navideñas este martes, cuando se dirija a representantes de las Fuerzas Armadas en el Palacio de Oriente con motivo de la tradicional Pascua militar. Allí estarán también el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Defensa, en un acto cuyo protocolo se rompió parcialmente el año pasado por las limitaciones físicas de Juan Carlos I, que incluso encontró dificultades para leer su discurso: fue este un factor que, según no pocos observadores cercanos a la Casa real, aceleró la intención del Monarca de abdicar en su hijo. Este año, la Pascua militar significará, por el contrario, el inicio de un año en el que el jefe del Estado habrá de definir de manera más precisa su papel, dentro de la Constitución y enmarcado en una situación política cada vez más complicada.

La popularidad de Felipe VI no hace más que aumentar, según las encuestas y estudios de opinión que manejan tanto el Gobierno como las principales instituciones, la Corona entre ellas. Hoy, su grado de aceptación dobla al de los políticos mejor valorados, entre ellos Pablo Iglesias, el secretario general de Podemos. Una popularidad, la del Rey, que también en Cataluña es sensiblemente más elevada que la de los políticos en general y, desde luego, que la del president de la Generalitat en particular.

El actual jefe del Estado, que alcanza unas cotas de adhesión por parte de la ciudadanía que solamente tuvo su padre en los mejores momentos de su trayectoria -especialmente tras el 23 de febrero de 1981–, sabe que habrá de desempeñar unas funciones mucho más ejecutivas que las que desarrolló Juan Carlos I: habrá de incrementar sus presencias, viajar más por toda España -especialmente el País Vasco y Cataluña, a donde ya acude con frecuencia_y habrá de precisar más la posición institucional: en este sentido, en La Zarzuela se han estudiado, aseguran, algunos comentarios sobre el mensaje de Navidad de Felipe VI, bien valorado en general, pero con algunas observaciones críticas en el sentido de que ‘se esperaba algo más’ concreto en el texto real.

Eso, lógicamente, no quiere decir que el discurso de la Pascua militar vaya a ser ‘rupturista’. Ese es un término que de ninguna manera gusta en La Zarzuela, según ha quedado ya sobradamente demostrado: el discurso del 6 de enero está destinado a los militares, y los militares, en la actual sociedad española, juegan un papel bien distinto al que algunos querían hacerles jugar hace un cuarto de siglo. Pero, por eso mismo, el discurso del jefe del Estado en la Pascua habría de contener también mensajes políticos que sería absurdo desaprovechar, entre ellos el de la unidad territorial del país.

La Pascua militar ha perdido algo de su trascendencia política con la decisión de circunscribir informativamente el acto a la ceremonia, no permitiendo los contactos posteriores de los periodistas con los asistentes. Por eso mismo, todo el interés se centra en las palabras del Rey, dado que el discurso del ministro de Defensa suele carecer en estas ocasiones de relevancia, dejando el papel principal al Monarca. Lo que ocurre es que pocas veces se ha iniciado un curso político como el que esta semana comienza, con unas elecciones importantes, las municipales y autonómicas del 24 de mayo, a solo cuatro meses y medio de distancia. Sin contar con la posibilidad de un adelantamiento de las elecciones catalanas -algo que sabremos si ocurre o no ya este mes de enero_y cuando el panorama ante las elecciones generales de noviembre se adensa con la irrupción de un nuevo mapa partidario: ahí estaba, este domingo, y por poner apenas un ejemplo, la imagen del nuevo secretario general de Podemos en Barcelona, el joven y recién llegado Marc Bertomeu, en las portadas de muchos medios catalanes y diciendo ¡ante nueve micrófonos! que él no es independentista. Nervios sin cuento en Convergencia y en Esquerra, que siguen con sus debates sobre si son galgos o podencos.

Y es que ha llegado la hora de las definiciones claras. También para ese Rey, bien valorado dentro y fuera, que claramente está interpretando de una manera restrictiva, en mi opinión, las funciones que le permite la Constitución, esa Constitución que cada día parece más claro que hay que retocar, por el bien de la propia Constitución.

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