Alfonso Rojo

La propuesta «no al sacrificio del perro Excalibur» recogió en una semana 409.464 firmas de apoyo

La propuesta "no al sacrificio del perro Excalibur" recogió en una semana 409.464 firmas de apoyo
Alfonso Rojo.

Titula este 6 de octubre Alfonso Rojo su columna en ‘La Razón’ como «La sensibilidad del ‘Western Hominis'» y ahoda una vez más en las crontradiciones, memeces y estupideces habituales en sociedades cómodas, ricas y mimadas como la nuestra:

Fieles a su instinto y a la llamada ancestral de la tradición, las bestias del Estado Islámico han destruido el Arco de Triunfo de Palmira y en las próximas horas serán un clamor las voces de los que exigen que la OTAN despache tropas a Siria e Irak para acabar con los facinerosos.

Es paradójico, pero a menudo genera más indignación en sociedades como la nuestra un atentado contra un monumento, que la brutalidad contra seres humanos.

En las tres décadas largas que estuve dando tumbos por el planeta como corresponsal de guerra y durante las que publiqué a menudo en medios como ‘The Guardian’, una de las cosas que me quedaron claras es que un tema infalible era el zoo.

En medio de la vorágine, mientras caían como moscas niños y abuelas, salpicado entre los sufrimientos del soldado en la trinchera, siempre resultaba periodísticamente rentable y generaba a mansalva cartas de lectores una pieza sobre la muerte por inanición del tigre de bengala abandonado en su jaula o un relato sobre vecinos que se merendaban al elefante.

Ignoro si es una perversión inherente al opulento y mimado ‘Western Hominis’, pero tengo claro es que no es una actitud exclusivamente anglosajona.

Hace un año, en plena fiebre española del Ébola, mientras se estrellaban subsaharianos contra la valla de Melilla, se ahogaban inmigrantes en el Mediterráneo y ardía Oriente Medio, la gran preocupación de cientos de miles de españoles no eran ni el virus, ni los sin papeles ni los desventurados cristianos sirios.

Aquí, lo que excitaba a las masas, sacaba gente a la calle y conmovía al personal era la suerte de la mascota de la auxiliar de enfermería Teresa.

La propuesta «no al sacrificio de Excalibur» recogió en una semana 409.464 firmas de apoyo y la que colocaron tras la muerte del perro y en la que se decían textualmente «ojalá los siguientes sean ellos’, cosechó 74.293.

Hay gente para todo, pero tendríamos que hacérnoslo mirar.

Las ruinas de Palmira, capital del efímero imperio de la desventurada reina Zenobia en el siglo III después de Cristo y Patrimonio de la Humanidad desde 1980, tienen un valor inmenso, pero no creo que tanto como el de las vidas de esas mujeres que los decapitadores islámicos subastan a precios que van de los 30 a los 140 euros dependiendo de la edad y la condición física.

Y todavía estoy a la espera de una gran manifestación, una masiva recolecta de firmas o una oleada de cartas exigiendo que manden tropas a rescatar a las esclavas sexuales.

ALFONSO ROJO

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