Al delincuente, la impunidad le genera autoconfianza. Es, entonces, cuando no se apercibe de los cadáveres que deja a su paso e ignora la rebelión. Intereses bastardos confunden a quienes fueron siervos y a la postre solo sirvieron de alfoz al sátrapa. Para alzarse con el trono Ricardo III conminó a sus lacayos a asesinar. «Si un hombre puede hacerlo, yo puedo hacerlo» le dijeron al usurpador. Quienes le sirvieron quisieron tratarlo luego como un igual, vana quimera. En la historia de la ignominia, Barrionuevo y Vera renunciaron a tirar de la manta, culpando al responsable. ¿Se habría sabido de no ser por el secuestro de un inocente Segundo Marey?. Cumplieron sus penas y quedaron rehabilitados, exonerados y pensionados. No reinaba, entonces, Conde Pumpido imponiendo orden a golpe de sentencia anticonstitucional. Hoy el Tribunal Constitucional arruina la convivencia democrática que nace de un poder judicial independiente trufado de sectarismos políticos a cuenta del sátrapa con el concurso de una oposición desnortada. Al cabo del tiempo, Amedo reveló cuán eficiente había sido Felipe González ordenando, desde las cloacas, los 27 asesinatos del GAL, en Francia, cuyo gobierno amparaba el terrorismo etarra. ¿Podría el ciudadano aceptar que el jefe del ejecutivo era instigador, cómplice y encubridor de asesinatos, incumpliendo la Constitución y la Ley?. Pablo Iglesias ignoró luego la acusación en su pacto con Sánchez. El Estado no es imputable, numquam res publica crimina et homicidia committere potest.
La amenaza social siempre procede de un poder ejecutivo, de un poder unipersonal. La paradoja de una democracia donde el jefe del ejecutivo ignora las leyes y las socava. Y ejerce de modo efectivo un control de sus fuerzas armadas como Castro, Ortega, Maduro, Erdogan, Putin o Sánchez. Sánchez siempre encontrará bolaños que faltando a su juramento impongan la paz, con represión e instrumentando las instituciones. Entretanto, se vuelve dúctil a los poderosos, como ahora reconstruyendo partidas presupuestarias para cercenar el papel institucional de sus FFAA. Al Estado moderno le basta su poder regulatorio para determinar la conducta de sus súbditos, con el concurso cómplice del miedo de quien teme por su vida y sospecha el castigo del sátrapa. Asfixia se le decía al recluta que se sometía a la humillación del suboficial de turno. Socavar los derechos del soldado conscripto minó la confianza en las Fuerzas Armadas. El designio de Sánchez de extinguir el Ejército sucede a Aznar que renunció de facto a su existencia. Todavía en duelo nos amenazan con catástrofes, vulnerables, ante la impunidad del sátrapa. De ahí, el derecho a portar armas en donde existe libertad económica. Al que tengas que castigar con hechos, no lo castigues con palabras, decía Sancho Panza.
A aquellos a los que no alcanza su poder de premiar y castigar, solo queda la política de invertir la carga de la prueba, inmiscuirse en la vida del ciudadano restándole libertad, controlando sus transacciones con pagos digitales, o indoctrinando la perversa ideología gótica de Zapatero, en suma, alienándolos. Política de la resignificación, la narrativa de un periodismo comprometido con la destrucción de su profesión. Para un sodomita, cualquier ciudadano es miembro del hole club, solo puede servir de culo. La sodomía es la conducta del déspota. El gobierno se ha comprometido con la cultura de la muerte cuestionando el gasto sanitario, promoviendo el conflicto con argumentos falsarios sobre los pensionistas, de cuyas pensiones viven un inmenso número de jóvenes, promoviendo el uso de la sanidad pública por inmigrantes que ni contribuyen ni han contribuido, cuestionando los tratamientos oncológicos, promocionando la eutanasia, un medio eficaz de reducción del gasto público, un diez por ciento de muertes en Paises Bajos, allí mismo donde se aplica la sharía, o desnaturalizando la identidad humana que conduce a los jóvenes a un celibato forzoso, destruyendo la confianza mutua, promoviendo la frivolidad de verse envenenados por tatuajes, perforaciones y perversiones pederastas. Sánchez predica la masturbación. Al modo de Lo Pais con la bisexualidad, la transexualidad y la prostitución.
La apariencia democrática de este Estado totalitario consiste en conservar su fachada inútil con el esperpento de un rey de gestos emocionales, incapaz de pensar el Estado, pelele y mudo al fin, que solo guarda, en el mejor de los casos, la conciencia de ese payaso que se burla del Rey Lear mientras observa como pierde su poder, su función y su hacienda. Quien repudia a su padre, se repudia a sí mismo. Carente de legitimidad, carente de convicciones y de autoridad moral. El Senado de EEUU carece de poder, pero su prestigio y la igualdad forzosa de los senadores le dota de un extraordinario poder sobre el propio Congreso Federal de los EEUU.
El alcance de la propaganda se reduce día a día, cada día un joven excluido mas renuncia al sátrapa que dicta a su arbitrio leyes singulares para sus turiferarios. Una ley Begoña para cada cual. Mantiene el control al modo de Al Capone, el puto amo de la mafia. Solo los necios ven reconocimiento de quien se beneficia del sátrapa que premia al leal permitiéndole hacer y deshacer a su antojo. La historia criminal del socialismo se revive en Ábalos, como hace bien poco con los puteros del ERE de Andasulía, que en una resolución escandolosamente sectaria ha exonerado el Tribunal Conde Pumpido. ¿Quien puede rebelarse y oponerse con éxito al sátrapa? Propio es de siervos tardar algunos siglos en insolentarse con sus señores, decía Juan de Mairena.
Las mujeres libres se encuentran amenazadas, entre la impunidad de sus agresores y la propaganda que etiqueta de islamofobia a quien sabe que la religión musulmana es una religión de expresión pública y mancomunada, donde el libre examen de conciencia ni existió, ni existe, ni existirá, salvo por apostasía, como en el príncipe verde Mosab Hassan Yousef, hijo de un fundador de Hamás, que reniega del hijo y pide su muerte. El velo islámico, un símbolo de sumisión y alienación, es el estandarte político de una identidad separatista que destruye el tejido social e invoca la conversión de las mujeres en esclavas. La provocación que no cesa de los salafistas que promueven la yihad islámica con el beneplácito y el apoyo del islamocomunismo de Podemos y Sumar, como bien retrata la antrópologa francesa Florence Bergeaud-Blackler del CNRS: «sin velo, no hay sociedad islámica», su uso como garantía de no estar expuesta al deseo del infiel. La ablación mental. Las feministas sanchistas saben que el islamismo impide la actividad deportiva y física de las mujeres en los centros escolares, en cuyos comedores tratan de imponer la comida halal. Sin contar con la promoción de la insurrección urbana cuando no se les concede la ocupación del espacio público o la okupación de viviendas.
Las mujeres libres se encuentran amenazadas por la propaganda socialista que les ha confundido con muñecas y máscaras de catálogo, el velo púbico, el velo público de las musulmanas, la depilación laser, a través de su conversión en niñas prepuberales. El consumo de toda suerte de cosméticos obtenidos por destrucción de la naturaleza, la atención narcisista a su expresión corporal que las incapacita para la maternidad, la crianza, y el sexo sucio ajenas a hombres que aman la mujer natural, de joven, a vieja, y a anciana. La máscara expresa la masculidad tóxica del homosexual con las mujeres, lo que permite a los transexuales ser máscaras de mujer. Las máscaras inhabilitan a la mujer reconocer y ser reconocidas por otro, subyugadas por esa inefable disposición a la sugestibilidad y la hipnosis de sus compañeras de manada: «Hermana, yo si te creo». Una bomba de relojería para la ambigüedad sexual de Irene Montero, y la islamista Ana Redondo al verse privadas de credibilidad. La fiabilidad del testimonio en beneficio de la presunción de inocencia, en una víctima que se presta a practicas sexuales que implican consentimiento. La propaganda ha dejado de enajenar a los jóvenes abocados a la pobreza y a la soledad, descreídos de la esperanza que representaba estar mejor formados. Hoy nuestros jóvenes experimentan la aversión espiritual a los discursos académicos de farsantes y simuladores, que sentía el propio Antonio Machado. Se acabó ser portavoces de la propaganda. A los jóvenes les ha llegado el aliento extinto de los cadáveres que el sátrapa ha dejado a su paso. De ser cómplices pasivos de su decadencia con el consumo de psicótropos, y alcohol despiertan de la ideología que reclama estar alerta al fascismo. Ahora están alertas al fascismo progresista.