Cada uno es dueño de su propio miedo, pero hay temores que acongojan

El Cordero de Troya

Carlos Herrera a Iñigo Herrejón: "Pero, vamos a ver, cretino, si la violencia sólo viene de un sitio"

Caminamos hacia precipicio. Y lo hacemos con cara de tontos y moralmente gratificados. No es algo inédito.

Les pasó a los romanos, que vivían orgullosos de su Vía Apia, de su Pretor Peregrino, de su Circo y sus legiones y amanecieron un día en manos de los bárbaros, que no sabían leer ni les importaba.

Y en esta marcha hacia el abismo, los hay que lo hacen a la carrera y tratando de empujarnos a todos los demás.

Lo subraya este 8 de enero Carlos Herrera, que a propósito de la masacre perpetrada la víspera por tres islamistas en la redacción del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’, sacude de lo lindo al actor Willy Toledo y al ‘niño pera’ de Podemos, Íñigo Errejón, el de la ‘beca black’, por situarse en esa posición que oscila entre la justificación y la equidistancia.

Como para muestra basta un botón, aquí van dos de los tuits que tanto el político podemista como el actor bolivariano han subido a la Red Social en referencia al horror sucedido en París:

Y esto les contesta Carlos Herrera:

Algunos están ya desarrollando y desplegando todo el argumento de atenuantes que, normalmente, para este tipo de cosas se manejan. En fin, no tardaremos mucho en oír que no hay que criminalizar al Islam.

El majadero este de Errejón, el de Podemos, diciendo que condena la violencia venga de donde venga. Pero, vamos a ver, cretino, si la violencia sólo viene de un sitio. O tarados como Willy Toledo diciendo que Occidente mata más.

El mantra que hay que repetir si te dedicas a la política o el periodismo es que el Islam es respetable y que la mayoría de los musulmanes es gente de paz, que rechaza el terrorismo yihadista (La mano que mece la cuna).

No voy a decir lo contrario, pero no se puede pasar por alto que los autores de casi todos los grandes atentados de las últimas dos décadas han perpetrado sus masacres invocando el nombre de Alá y que son un fenómeno raro las manifestaciones callejeras de seguidores del Profeta Mahoma condenando a los decapitadores de periodistas en Siria o Irak.

Tampoco se les escucha denunciar que la cafetería de la mezquita de la M-30, en el centro de Madrid, haya sido durante meses un nido para el reclutamiento de asesinos suicidas con destino a Oriente Medio.

Por mucho que nos repugne, son esas bandas de barbudos misóginos y sedientos de sangre quienes monopolizan la voz de un mundo rico en matices y acentos, pero en el que marcan la pauta los que usan a Alá como excusa para violentar, fanatizar, esclavizar y matar.

No se trata de un fenómeno minoritario salido del hambre y la desesperación. Lo que pomposamente se hace llamar Estado islámico es un movimiento millonario, alimentado por el contrabando de petróleo y las donaciones que llegan de Arabia Saudí y los Emiratos del Golfo.

No deja de ser paradójico, por usar la forma suave, que los dirigentes mundiales -del Papa Francisco al presidente Obama- jamás llamen a las cosas por su nombre, cuando condenan el espanto.

Hablan de ‘horror‘ y salpican sus comunicados con términos como ‘abominable’ o ‘inhumano‘, pero eluden cuidadosamente referirse a la religión que profesaban los asesinos o a lo que siempre gritan mientras cometen su crímenes : «¡Alahu al akbar!».

No se si han reparado en que Los principales medios de comunicación de Estados Unidos, al rebufo de la carnicería en ‘Charlie Hebdo‘, han evitado publicar las controvertidas viñetas del profeta Mahoma del semanario satírico francés ‘Charlie Hebdo’.

Los portales Daily Beast y Slate han optado por publicar las caricaturas, pero los principales medios, entre ellos The New York Times, The Wall Street Journal y Associated Press, han optado por no hacerlo.

Algunos, como NYT, argumentan que sus normas piden que no se publiquen imágenes o materiales que pretendan ofender sensibilidades religiosas. El director del Philadelphia Inquirer, Bill Marimow, ha sido tajante:

«No publicaremos las caricaturas bajo ninguna circunstancia. La idea de insultar gratuitamente a decenas de millones de musulmanes en lugar de describir algo con palabras no es algo a contemplar».

Muchos musulmanes consideran una blasfemia recrear imágenes del profeta Mahoma o incluso de figuras humanas y animales.

Son razonables la prudencia y el respeto, pero no estoy seguro de que en un momento en que la solidaridad con los periodistas franceses exige poner el pecho en la brecha y casi todos en la Vieja Europa han entendido que se hace en parte reproduciendo el material que los islamistas quieren censurar a tiros, ponerse de perfil sea lo mejor.

Cada uno es dueño de su propio miedo, pero hay temores que acongojan. El Random House -una de las editoriales más grandes del planeta- me encoge el alma.

Tras darle a la periodista Sherry Jones 100.000 de adelanto por «La joya de Medina» y cuando faltaba una semana para el lanzamiento, canceló el libro, que si se ha publicado en España.

«Hemos decidido, tras muchas deliberaciones, que se pospondrá la publicación por la seguridad de la autora, de los empleados de Randon House, de los libreros y de todos los implicados en la distribución y la venta», explicaba la editorial.

La protagonista de la novela es Aixa, quien apenas era una niña de 6 años cuando fue casada con Mahoma y tenía 9 cuando se consumó el matrimonio.

El éxito de ventas parecía garantizado, pero Random House -editor en su día de los libros de Salman Rushdie- ha preferido no exponerse a las iras del Islam con un relato sobre los controvertidos amoríos del profeta.

Que el contenido podía herir susceptibilidades en el mundo musulmán, es evidente. Que millones de files de Alá iban a recibir la novela como una provocación, también. Y que a nadie la gusta convertirse en objetivo terrorista, lo mismo.

Puede entenderse la decisión de Random House, si se tiene en cuenta la que se montó tras la aparición de unas caricaturas de Mahoma en un diario danés o que Rushdie tuvo que esconderse durante más de una década tras escribir «Los Versos Satánicos», uno de cuyos traductores fue asesinado por los fanáticos.

Lo abominable es que se sientan precedentes y de lo más sonrojante. Por mucho «sentido común» y «sensatez» que algunos quieran ver en la decisión de la editorial, no puede ser el hipotético cabreo de los islamistas el criterio para decidir que se publica, filma, pinta o exhibe.

No se si se acuerdan de aquellas ocasiones, tras un asesinato de ETA, en que el único campo de fútbol en el que no se guardaba un minuto de silencio era el bilbaíno San Mamés. Pues lo mismo.

Me comentaba hace ya bastante Enrique Serbeto, con quien he compartido infinidad de antros en el Tercer Mundo, que en todos los sitios cuecen habas.

Decía que en Bélgica, hasta habían retirado de la dieta escolar una famosa salchicha local. Y no lo habían hecho para combatir el colesterol o por cuestiones de paladar.
El motivo fue que cada vez hay más niños musulmanes en la enseñanza pública y sus estrictos imanes se podrían enfadar.

Es casi lo mismo que empujó a una alcaldesa francesa a aceptar que la piscina municipal incluya en su programa horas en las que sólo pueden bañarse mujeres.

Y eso pasa en la laica Francia, donde la Asamblea Nacional prohibió con 494 votos a favor, 36 en contra y 31 abstenciones, la ostentación del velo islámico y otros símbolos religiosos en las escuelas.

Aquí en España, en aras del ‘mestizaje, la Junta de Andalucía se apunta a dar marcha atrás a la Historia proponiendo que la mezquita-catedral de Córdoba sea compartida por los musulmanes y se carga en masa contra la directora de un colegio, si tiene la peregrina idea de sugerir que las niñas de origen magrebí no asistan a clase cubiertas con el hiyab.

Si hay que cambiar la dieta y adaptarla al Corán, se cambia, y lo mismo con la piscina.

Y si hay que suprimir las citas a la Navidad o el canto de villancicos, como casi ha conseguido un tipo que se haga en el CEIP Los Cercadillos, en Alcalá de Guadaíra, pues se hace, aunque la inmensa mayoría de los padres de los niños del colegio estén bautizados, pongan belén en casa y ‘crean‘ en los Reyes Magos.

Nuestro país, como otros de nuestro entorno europeo, parece estar pidiendo permanentemente perdón por supuestos pecados del pasado, recibe al inmigrante mirando al suelo, claudica en aras de la tolerancia y termina estimulando -como Francia, Bélgica, Holanda y otros-, que muchos de los que llegan no se integren jamás.

En este terreno, quizá deberíamos echar un vistazo a lo que ocurre en EEUU, donde con todos sus fallos funciona ‘The Melting Pot’. La tesis es que todo inmigrante puede y debe transformarse en un ciudadano americano.

Ponen terribles trabas a la entrada, pero al que las sortea le enseñan la bandera, le dicen que es la más bonita del mundo, le mandan besarla, le muestran la Constitución, le recuerdan que hay que respetarla, le repiten que hay unos valores supremos como la libertad individual y le mandan que se busque honradamente la vida.

Y así sale gente, que no llega a perder su acento original, pero termine ejerciendo secretario de Estado, como le pasó a Henry Kissinger.

 

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