Tengo los achaques propios de esos 70 años, que mal o bien llevados, son 70 años
El histórico líder izquierdista Julio Anguita quiere resucitar tras años en los que, desde la sombra, ha ido prodigándose regularmente cada vez que la situación podía favorecerle.
A rebufo del crecimiento experimentado por los radicales de izquierdas en Grecia, Anguita, secretario general de Izquierda Unida entre 1989 y 2000 -partido al que llegó procedente del Partido Comunista-, se ofreció este 17 de junio de 2012 a encabezar un cambio político.
Algo, a su juicio, necesario dada la complicada situación derivada de la crisis económica europea. Y para ello, cómo no, citó a Syriza.
«Tengo los achaques propios de esos 70 años, que mal o bien llevados, son 70 años. Pero ante eso yo hago mi compromiso (…) Para todos los que en España me pueden escuchar, asumo ser el referente de una operación política que intente cambiar el país».
En Sabadell, al escuchar esto, un auditorio lleno de enfebrecidos seguidores se puso en pie y aplaudió al Califa Rojo.
Fue entonces cuando concretó algo el proyecto que le ronda la cabeza y que no es otro que «un bloque cívico, un poder que se coloque en la balanza del poder».
«La política es poder, un poder democrático, y sin poder no vamos a ningún lado, la ciudadanía organizada es un poder».
Según dijo, estaría dispuesto a abandonar en cuanto el movimiento tuviese la fuerza necesaria, en cuanto «tenga ya a los hombres y mujeres que constituyan una dirección colegiada y que acepten la democracia de ese movimiento».
Sobre este asunto insistió una y otra vez, asegurando que él no es «candidato de nada«, sino un «referente» comprometido con las mismas ideas que lo auparon a la Secretaría General del PC en 1988.
Culpa de Rajoy
Con tono apocalíptico y obviando la catastrófica situación en que se encuentra Europa fruto de la crisis financiera internacional, Anguita centró sus críticas en el Gobierno de Mariano Rajoy, al que acusó de haber «instalado un estado de decepción, en lo político, en lo económico, en lo social y en lo moral», situación que para él precisa de un cambio radical.
Para apoyar su tesis, habló de varios males endémicos de un Estado poco menos que fallido y blandió de nuevo el ejemplo de Carlos Dívar como caso paradigmático de la «corrupción» que campa «a los más altos niveles».
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