No tienen un gramo de defensa posible, pero aún así son capaces de convencer al personal de la firmeza de unas causas que luego, al menor despiste, olvidan como trastos viejos en el desván.
Desde el 8 de febrero de 2018 se ha reabierto en el ámbito político una absurda contienda sobre el supuesto machismo en el uso del lenguaje y para ello la número dos de Pablo Iglesias en el Congreso de los Diputados, Irene Montero, abogó por el uso de la inexistente palabra ‘portavoza’ para feminizar el cargo.
Y claro, cuando te metes en esos jardines el problema es doble. Primero, porque voz ya es una palabra femenina y el morfema ‘porta’ no la masculiniza. Pero, para más risa, es que el propio timeline de la señora Montero habla de ‘portavoz’ de Podemos en el Congreso de los Diputados y no de ‘portavoza’.
Ya lo dice el refrán, cuando el diablo está aburrido, mata moscas con el rabo. O dice chorradas como lo que le ha pasado a Irene Montero.