Las redes sociales han tenido un impacto positivo en casi todas las áreas de la vida, pero en el de la política suponen un problema, porque distorsionan el modo de hacerla. En el periodismo ocurre algo parecido, porque todo se reduce a conseguir clics y en ese terreno la basura gana.

Ocurre en la política que un grupo de necios puede unirse y fundar una plataforma desde la cual lanzar consignas necias que todos los necios, que no son pocos, aplauden y corean. Con los votos que consiguen gracias a eso, logran incrustarse en el gobierno, junto con otros impresentables. La Banda del Empastre de Catarroja habría gobernado mejor.

El caso es que estos cutres tienen el estómago de papel de estraza y no captan la elegancia y la clase del Rey, por citar un ejemplo, ni la dignidad con la que sabe soportar las groserías, las de ellos, por cierto, ni lo bien que desempeña su valioso papel en beneficio de los ciudadanos.

Pues a los necios estos les ha dado por criticar al dueño de un restaurante por subir el precio del menú y a un empresario de éxito, un benefactor de la humanidad, por haber puesto a su hija al frente de su empresa.

El caso es que los dos personajes criticados son los dueños de sus negocios, forjados a base de talento y dedicación, y sin hacer daño a nadie, ojo, que esto último es lo que molesta a los necios criticones. Si las medidas que han tomado salen mal, los perjudicados serán ellos.

En cambio, el presidente del gobierno, que ha logrado el cargo mediante los votos de unos irresponsables y los pactos con terroristas, delincuentes y sinvergüenzas, no se juega su dinero, ni su bienestar, sino el de los españoles. Y cada ministro de Podemos que pone es un paso de gigante hacia la ruina y el envilecimiento.

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