España en la Historia. Contra la leyenda negra. Los judíos (I)

Por Vicente Medina. Introducción de Carlos de Bustamante

(Los Reyes Católicos)

Continuamos los artículos que publica la Asociación Enraizados en su web https://espanaenlahistoria.org, en su objetivo de propagar uno de sus fines, «Defender la Tradición cristiana de España como fuente de su unidad y solidaridad», provocando un sano orgullo sobre aquellos hechos que jalonan un acontecer incomparable, dando a conocer la prestigiosa realidad que adorna la historia de España y el acervo de valores que ha aportado no solamente a la propia nación sino al mundo entero.

Reproducimos hoy un artículo que Vicente Medina titula “Contra la leyenda negra. Los judíos (I)” en el que, para que entendamos la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, comienza un recorrido histórico en el que aparece la figura de los “judaizantes”, nuevos cristianos que seguían manteniendo parte de las antiguas leyes judías, en especial la circuncisión, y pretendían imponerla, como ya ocurría en la época de san Pablo, lo que se zanja en el concilio de Jerusalén. En el 315, en Roma se inicia la promulgación de leyes que ponen freno al proselitismo y al deseo expansionista del judaísmo frente a otras religiones, muy en especial del cristianismo. La consecuencia es la progresiva aproximación de los judíos hacia los pueblos bárbaros por el simple hecho de ser los enemigos del Imperio. Después, la sociedad hispano-romana tiene baja preocupación por el problema judío, pero en los reyes visigodos se generó una situación de rechazo hacia la población judía que desembocó en la promulgación de normas de conversión forzosa, o su expulsión, tras la ascensión al trono en el 612 de Sisebuto. De modo que el rechazo a los judíos lo volvemos a encontrar en la España Visigoda, y era debido a las anteriores colaboraciones mantenidas por aquellos con los musulmanes, de lo que son acusados públicamente por el rey Egida en el XVII Concilio de Toledo. Fuese por la colaboración con el musulmán o por otros motivos, finalmente la desconfianza hacia los judíos arraigó en la población no solo en la Península sino que se extendió por toda Europa no siendo España la única ni la primera en decretar la expulsión de los miembros de esta religión. Medidas similares nos las encontramos en Francia, por el rey Felipe Augusto en el 1182 repitiéndose por otros monarcas en los años 1306, 1321,1322 y 1394; en Inglaterra por el rey Eduardo I en el 1290; e incluso ya en el siglo XV en el Archiducado de Austria y en el Ducado de Parma. Pero veamos en detalle todo ello.

“Para comprender la expulsión de los judíos -escribe Vicente Medina- de la Corona de Castilla y de Aragón por los Reyes Católicos hay que remontarse a bastantes siglos más atrás, aunque no se lo crean hay que retroceder hasta el siglo I y más en concreto al propio apostolado de San Pablo. Si en algún caso hay que asegurarse de ‘cambiar la gorra actual por la del siglo XV’ para poder comprender lo ocurrido hace tantos siglos… ¡Este es el momento!

El tema que hoy tratamos nos pone cara a cara con los cambios en el pensamiento de la Humanidad a lo largo de todos estos siglos. Pero, ¡empecemos!

En el siglo I nos encontramos con un cristianismo que está creciendo y que se extiende rápidamente por los territorios romanos, ya en esos años de un cristianismo primitivo nos fijamos en una figura que luego se repetiría tanto en la España Visigoda como posteriormente en la España de los Reyes Católicos, estamos hablando del ‘judaizante’.

Por judaizante debemos entender a los nuevos cristianos que formalmente siguen la nueva religión pero en sus tradiciones, comportamientos y liturgias siguen manteniendo parte de las antiguas leyes judías, en especial se destaca la práctica de la ‘circuncisión’, ya el propio apóstol destaca este ‘problema’ en la Carta a los Gálatas como bien nos resumen en la introducción a la carta de San Pablo en la web ‘sanpablo.es’:

 “…Las comunidades de Galacia habían sido perturbadas por algunos predicadores cristianos venidos de Jerusalén. Estos, erróneamente, se consideraban respaldados por Santiago, «el hermano del Señor» (1. 19), que era una de las «columnas de la Iglesia» junto con Pedro y Juan (2. 9). Según ellos, los fieles convertidos del paganismo debían someterse a la Ley de Moisés y a la práctica de la circuncisión, para llegar a ser verdaderos hijos de Abraham y herederos de las promesas divinas. Al mismo tiempo, trataban de desacreditar la persona y la autoridad apostólica de Pablo, mostrándolo en desacuerdo con los demás Apóstoles. La crisis provocada por estos «judaizantes» en Galacia es una de las expresiones típicas de la dificultad que tuvo la Iglesia para desvincularse cada vez más del Judaísmo y adquirir su fisonomía propia…” [sanpablo.es]

Como se ha adelantado, esta misma figura de ‘judaizar’ nos la volvemos a encontrar en la España Visigoda, en un inicio con bajo impacto mientras la minoría goda se mantenía en el ‘arrianismo’ pero todo cambia con la adopción del ‘catolicismo’ por parte de la población visigoda en el reinado de Recaredo, III Concilio de Toledo.

Con su conversión se produce la confluencia del interés político y religioso, la decisión de abandonar el arrianismo por el catolicismo la adoptan los reyes visigodos más por interés político que por una motivación religiosa al considerarlo como la mejor forma de aproximarse a la mayoría católica formada por la población hispano-romana.

La conversión de la minoría visigoda al catolicismo incrementa los conflictos en una convivencia no exenta de cierta tensión entre cristianos y judíos promulgándose leyes contra estos segundos cada vez mas endurecidas especialmente en los siguientes tres aspectos clave:

– Circuncisión de los esclavos cristianos

– Prohibición de los matrimonios mixtos

– Posesión de esclavos cristianos por parte de los judíos.

[Grupo Eleuterio Quintanilla]

Pero, ¡demos un nuevo salto atrás en la Historia! El conflicto entre judíos y cristianos se producía desde el siglo I pero estalla de forma  generalizada con la libertad religiosa promulgada en el Imperio Romano por parte de Constantino con el edicto de Milán del año 313.

En menos de dos años, en el 315, en Roma se inicia la promulgación de leyes dentro del ámbito religioso de la sociedad que ponen freno al proselitismo y al deseo expansionista del judaísmo frente a otras religiones, muy en especial del cristianismo.

En la misma línea se continúan promulgando leyes durante el gobierno de Teodosio I y Valentiniano II en el 388 endureciéndose en el 408 con Honorio y Teodosio II.

La consecuencia es la progresiva aproximación de los judíos hacia los pueblos bárbaros por el simple hecho de ser los enemigos del Imperio. Llegado a este punto se puede destacar algún acontecimiento que demuestre dicha colaboración y nada mejor que la defensa de Nápoles por los judíos frente a las tropas del emperador Justiniano en el 536.

A pesar de casos como el anterior, la actitud hacia los judíos fuera del Roma tampoco se puede considerar favorable generándose progresivamente mayores presiones para la conversión de los judíos por la fuerza, como se puede leer en el siguiente párrafo:

“…Una racha de antisemitismo general se aprecia en Europa en la primera mitad del siglo VII. El favor otorgado por los judíos a los invasores persas de Siria, Palestina y Egipto (611-618), provocando matanzas en masa de cristianos y la demolición de sus templos y culminando con el traslado de la Santa Cruz a Ctesifonte, provocaron las iras imperiales contra los hebreos. Heraclio obligo a los judíos del imperio a convertirse e invitó a hacer lo mismo a los reyes cristianos de los francos y de los visigodos, enrolando en ese mismo oleaje a las autoridades eclesiásticas y hasta al mismo papa. Los cronistas de la edad media abundan en estas noticias [Gesta Dagoberti, n. 25]. La llamada Crónica de Fredegario, poco posterior a los acontecimientos, nos da cuenta de ello, si bien envuelve el relato en cierta atmósfera de misterio. El emperador oriental habría sido prevenido en sueños por los astros que su imperio habría de ser devastado por los circuncisos. Para evitar el cumplimiento de tan fatales predicciones obligó a los hebreos de sus dominios a bautizarse y comunicó a los otros reyes cristianos sus mismos deseos. Chronicum, LXV, ML 71, 646 s.]

La persecución de Sisebuto es explicada de esa forma por Mariana [Historia de España., lib. VI, cap. 3.]. La carta de Honorio I de que hablaremos más tarde refleja ese mismo espíritu en Italia. El autor anónimo de la Vida de Sulpicio de Bourges (624-640) nos cuenta que este obispo llegó a impedir que cualquier hereje, pagano o  judío permaneciese en su diócesis, si no se bautizaba [Vita Sulpitii, n. 14, ML 80, 579.]. Un poeta anónimo que compone antes del 1074 el «Dialogus Iudaei cum christiano quodam caeco» cuenta que bajo el pontificado de Bonifacio IV (608-615) los cristianos intentaron expulsar a los judíos de Roma, si no aceptaban el bautismo [Ed. por Walther en «Quellen und Unters. zu lat. Phil. d. MA» 5, 2, Munich, 1920, pp. 230-232.]. En la segunda mitad del siglo VII registramos en el norte de Italia, en el reino lombardo una persecución bastante duradera de los judíos. Los reyes Ariberto I (653-661) Y su hijo Pertarido (671-686) ponen a los hebreos ante la elección del bautismo o la muerte [Carmen de Synodo Ticinensi, en MGH Scriptores rerum Langobardicarum,190.]…”

[Portal Antonio García Megía]

Con todos estos antecedentes históricos, nos encontramos con una sociedad hispano-romana con baja preocupación por el problema judío y nulo interés hacia sus gobernantes godos, pero en los reyes visigodos se generó una situación de rechazo hacia la población judía que desembocó en la promulgación de normas de conversión forzosa, o su expulsión, tras la ascensión al trono en el 612 por Sisebuto.

[Memoria de Sefarad]

Con el  escenario ya descrito de presión sobre los judíos parece ‘hasta normal’ que pidieran ayuda a los judíos del otro lado del estrecho de Gibraltar actuando ‘en contra de su imagen’ las pasadas colaboraciones mantenidas con los musulmanes, de los que son acusados públicamente por el rey Egida en el XVII Concilio de Toledo.

“…Se recordó que los judíos se habían alineado con los musulmanes durante el segundo asedio de Jerusalén por parte del califato Rashidun…”

[alerta digital]

El resultado final es que vieron con ‘buenos ojos’ la entrada del invasor musulmán y posteriormente colaboraron, al menos de forma pasiva, en la toma y posterior gobierno de ciudades como Córdoba, Sevilla y Toledo.

Aunque, para su desgracia, con el paso del tiempo tampoco duraría la buena relación con sus nuevos aliados, como nos recuerda el gran sabio judío nacido en Córdoba, Maimónides:

“…Sabéis, hermanos míos, que por nuestros pecados Dios nos ha arrojado en medio de este pueblo, la nación de Ismael [musulmanes], que nos persigue severamente, e idean maneras de perjudicarnos y abatirnos… Ninguna otra nación ha hecho más daño a Israel. Ninguna nos ha rebajado y humillado de esta manera… Hemos soportado su degradación, sus mentiras y disparates, que están más allá del poder humano de resistencia…”

[alerta digital]

Fuese por la colaboración con el musulmán o por otros motivos, finalmente la desconfianza hacia los judíos arraigó en la población no solo en la Península sino que se extendió por toda Europa no siendo España la única ni la primera en decretar la expulsión de los miembros de esta religión. Medidas similares nos las encontramos en:

– Francia por el rey Felipe Augusto en el 1182 repitiéndose por otros monarcas en los años 1306, 1321,1322 y 1394.

– Inglaterra por el rey Eduardo I en el 1290.

– Estos ejemplos se seguirían ya en el siglo XV en el Archiducado de Austria y en el Ducado de Parma.

[ABC]”

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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