Y no fuimos capaces de enterarnos

Por Javier Pardo de Santayana

(El volcán de La Palma )

No sé si con la erupción del volcán de la isla de La Palma nos hemos percatado de un hecho asombroso que nos debiera mover a la reflexión en nuestra condición de humanos. Me refiero al hecho de haber contemplado estupefactos cómo nos cogía por sorpresa.  Porque, acostumbrados como estamos a dominarlo todo, y porque con nuestra experiencia como europeos hemos llegado a conocer todo cuanto nos interesa y nos concierne, en el pasado siglo llegamos a dominar con tal detalle y de tal forma cuanto ocurre que suponemos que a todo podamos responder cumplidamente: que ya dominamos incluso la naturaleza. Y ahí tememos la meteorología, tan cambiante y esquiva, hoy convertida casi en ciencia exacta gracias al perfeccionamiento y la multiplicación de los sensores, el ordenador y los satélites.

Y no nos contentamos con dominar fenómenos cercanos como la temperatura que hará mañana en nuestro pueblo, pues hemos sabido hasta poner al hombre en un satélite y estamos ya empeñados en hacerlo en un planeta. Así que uno tiende a extrañarse de que no hayamos llegado a interesarnos suficientemente por un lugar que estamos ya pisando. En efecto, no deja de ser curioso el desconocimiento que tenemos respecto a lo que nos mantiene verticales y firmes, quizá porque también nos sobrecoge. Pues a diferencia del conocimiento que conseguimos alcanzar respecto al medio que se extiende sobre nuestras cabezas, bien poco sabemos de lo que tenemos por  debajo. Tan sólo imaginamos  que es algo que sobrecoge y causa espanto por ser el dominio del silencio y por acoger las grandes simas y amenazadores materiales escondidos que se convertirán literalmente en fuego en su contacto con la atmósfera: un panorama tan desconocido en cuanto a sus circunstancias y expresiones físicas que, por lo que se ve, acabará por hacer poco menos que imposible cualquier intento de frenar sus efectos destructivos como parece ser el caso de La Palma.

Ya han podido comprobar ustedes la ignorancia supina en la que se ha desarrollado la erupción que nos ocupa pese a la participación y auxilio de los expertos vulcanólogos y de los mismos geólogos, que, como es natural ya se han interesado activamente por el tema, pero muy raramente consiguieron  determinar con cierta precisión el camino que las coladas seguirían en su amenazador camino hacia la costa, o acertar en sus augurios sobre el futuro del proceso.

O sea que de poco vale a estos efectos que el ser humano haya llegado incluso a desguazar un átomo invisible, superar la velocidad del sonido, o descubrir las mil y una sustancias naturales que nos permiten fabricar toda suerte de cosas. Porque, más allá de todos los avances que nos han permitido aprovechar a nuestro gusto cuanto nos ofrece la naturaleza – único origen de cualquier invento – subsiste una realidad desconocida y misteriosa que no nos atrevemos a imaginar siquiera. Una realidad tan amenazadora, silenciosa y siniestra que no queremos ni tener conciencia de ella. Pero esto es inútil, por cuanto ella sí que lo tiene, y cuando se dispara se transforma y pasa a ser como un potente caballo desbocado que disfruta con el pavor que nos produce su presencia ya que es casi imposible imaginar mayor inquina y mayor empeño destructivo: más aparentes regodeo a la hora de demostrar su propia fuerza.

Y es que, en efecto, la inesperada irrupción de la naturaleza en su versión más radical y más brutal nos sitúa de golpe, bruscamente, en el origen mismo de la vida.

PS: Pudiera parecer extraño que causara sorpresa la súbita activación de un volcán precisamente en una isla de origen volcánico y en la que, además, ya se había producido otra erupción no hace más de medio siglo. Y, sobre todo, que pese al ruido y al fuego que traía no nos enteráramos de que le teníamos encima hasta que no se produjo la erupción, y con ella el espectáculo. Pero quizá la razón fuera precisamente esa: que nadie contemplara una repetición tan próxima en el tiempo.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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