Los lunes, revista de prensa y red

“Ayuso se ha quedado corta”, de Mayte Alcaraz; “La pugna desatada por Podemos contra Yolanda Díaz amenaza el mensaje de estabilidad que persigue La Moncloa”, de Raúl Piña; y “Qué es «woke» y por qué este término ha generado una batalla cultural y política en EE.UU.”, de BBC News Mundo

(Viñeta de Ricardo en El Mundo el pasado día 9)

AYUSO SE HA QUEDADO CORTA

Artículo de Mayte Alcaraz publicado en El Debate el pasado día 9

Los políticos actuales son seres hiperbólicos por naturaleza. ¿Por qué se van a ajustar a la realidad si pueden exagerarla para denostar al contrario? Sin embargo, a la última rajada de Isabel Díaz Ayuso ante Ana Rosa no le encuentro extremosidad alguna. Es más, creo que la presidenta madrileña describió a las mil maravillas a Pedro en el país de los desastres. Los tertulianos de izquierdas agotaron las pilas de los desfibriladores en los platós mientras exigían que Feijóo desautorizara a su compañera.

Cómo de perentoria sería la orden de Moncloa que hasta la ministra de Transportes entró en una tele amiga para reclamar la rectificación del jefe de Ayuso, mientras tenía a los transportistas en pie de guerra amenazando con paralizar el país y desabastecer los lineales de los súper. Si ustedes la vieron hiperventilando, no era por los camioneros ni por lo precios del combustible, sino por un fingido brote de ursulina socialista llamando a la paz entre los hombres y llorando por su líder carismático mancillado por la malvada madrileña.

Vayamos por partes. Resulta que a la líder autonómica se le ocurrió decir que la España sanchista progresa adecuadamente como alumna aventajada de la Nicaragua de Ortega. Es cierto que España es un Estado de derecho dentro de la Unión Europea pero los resabios autoritarios no conocen de continentes ni de regímenes. Porque en la asignatura sandinista de maniatar a la oposición y deslegitimar las instituciones colonizándolas, nuestro Pedro saca matrícula.

Que se lo digan si no a la Comisión Europea, que tuvo que echar atrás una aberración legal que pretendía debilitar las mayorías para elegir en el Parlamento el órgano de Gobierno de los jueces o a su Banco Emisor, que ha tenido que tirar de las orejas al Gobierno por quererle pegar un estacazo fiscal a los bancos y a las eléctricas, que sabe perfectamente que van a repercutir en los paganini de siempre. Manipular las encuestas pagadas por todos, colocar amiguetes en instituciones tan sensibles como la Abogacía del Estado, el Tribunal de Cuentas y la Fiscalía General son prácticas que serían la envidia del sátrapa nicaragüense, otro enterrador de Monstesquieu con menos donosura que el español, pero similar desprecio por la separación de poderes.

A Ayuso se le ocurrió decir –¡oh, a mí las sales!– que Pedro Sánchez es un presidente «autoritario». Más allá de esa tensión maxilofacial que le denuncia cada vez que alguien le pone en aprietos o la gente le abuchea en la calle, el líder socialista es el presidente que menos ruedas de prensa ha convocado, que más legisla a través de decretos ley (supera ya los 125), que más chapas ha echado desde la tele cuando suspendió nuestras libertades durante la pandemia –práctica tan democrática que fue condenada por dos veces por el Tribunal Constitucional– y que, por primera vez, ha institucionalizado la censura a los medios de comunicación no afines, a los que jamás ha concedido entrevista alguna. Sánchez no encarcela a los periodistas, pero aprueba un bodrio legal que permite multarles por publicar los secretos oficiales que él decida y tiene una comisión permanente contra «la desinformación», lo más parecido al Ministerio de la Verdad tan del gusto de los Iglesias, Ortega y Maduro.

Y ya el colmo de la crítica descarnada, a juicio de los pedriperiodistas, fue que Ayuso dijera que Sánchez se quiere cargar la Monarquía para instaurar una República. Qué otro objetivo puede tener si no, debilitar la figura de Felipe VI, incluso contraprogramarle en cumbres mundiales con una agenda paralela con la aspirante a primera dama Begoña Gómez, usarle de escudo para eludir los pitidos ciudadanos, saltarse el protocolo real para parecer un jefe de Estado y, sobre todo, contribuir al juicio sumarísimo contra el anterior Monarca, como agradecida correspondencia a los votos que te prestan los partidos que odian a España; golpistas y herederos de terroristas, entre ellos. Como Sánchez no dice la verdad ni al médico (ni, por supuesto, al tribunal académico que le dio el doctorado cum laude por un copia y pega) nunca va a reconocer que haberse cargado la concordia entre españoles y el consenso de la transición es el mejor caldo donde cocer sus aspiraciones a presidir una República.

Solo en una cosa creo que Ayuso se equivocó. En una República sandinista, a los Junqueras, Puigdemont y demás chicas del montón que osaran conspirar contra la unidad de Nicaragua no les hubieran indultado ni pagado con dinero público una mansión en Bélgica desde donde burlarse del Estado ni se les prepararía una reforma ad hoc que los invitara a cometer de nuevo los mismos delitos. Los regímenes comunistas tienen sus propios métodos para hacer desaparecer a los enemigos de la patria. Los guardianes de la revolución sandinista habrían fulminado a los del procés, no habrían dejado del trilero de Waterloo ni el flequillo.

Artículo en: https://www.eldebate.com/opinion/20221109/ayuso-quedado-corta_71393.html

LA PUGNA DESATADA POR PODEMOS CONTRA YOLANDA DÍAZ AMENAZA EL MENSAJE DE ESTABILIDAD QUE PERSIGUE LA MONCLOA

Artículo de Raúl Piña publicado en El Mundo el pasado día 8

Sánchez quiere exhibir «estabilidad política» frente a lo que sucede en Reino Unido o Italia, pero las desavenencias moradas enturbian la estrategia.

«Seguridad y estabilidad». Es un mensaje que desde hace semanas se afanan en trasladar desde La Moncloa para sortear el escenario de incertidumbre que se vive a cuenta de la guerra en Ucrania y la crisis energética y socioeconómica. En el Ejecutivo sostienen que la presentación «en tiempo y forma» del proyecto de Presupuestos para 2023 es un nuevo martillazo en esa estrategia de visibilizarse como gobierno estable. Sin embargo, la pugna desatada en Unidas Podemos, entre los morados y Yolanda Díaz, socios de coalición del PSOE, amenaza ese mensaje que quiere trasladar y asentar Pedro Sánchez, como una de sus prioridades de cara a la larga campaña electoral que se avecina.

En La Moncloa y el PSOE esquivan la crisis en Unidas Podemos. Hace tiempo que el presidente del Gobierno trasladó que lo mejor era ignorar las polémicas y envites de su socio de Gobierno. Minimizar el «ruido» interno que tanto enfada al jefe del Ejecutivo y que también provoco malestar en los líderes territoriales por desviar el foco de la acción de Gobierno y las medidas implementadas. Ahora que Podemos ha abierto la caja de Pandora, el sector socialista esquiva la lucha interna de su socio, evitan entrar siquiera a valorar el asunto.

La respuesta es, en todo caso, poner el foco en esa «estabilidad» y en que se han presentado los terceros presupuestos «en tiempo y forma» y que la coalición, pese a tener 153 escaños -la mayoría en el Congreso son 176- ha sacado adelante 172 iniciativas parlamentarias en esta legislatura.

El mensaje oficial que trasladan en el PSOE es que «las decisiones orgánicas de otros partidos les corresponden a ellos», y no se salen de ahí. «Lo que espero y deseo es que todos los partidos políticos que somos progresistas de cara a las próximas elecciones municipales y autonómicas y también a las próximas elecciones generales tengamos una importante capacidad de movilizar a nuestro electorado», ha resumido la portavoz socialista y ministra de Educación, Pilar Alegría, tras la reunión de la Ejecutiva del partido.

Ese mensaje y ese imperativo de trasladar y escenificar «estabilidad» lo dejó patente hace sólo un par de semanas desde Bruselas el propio Sánchez al demandar «la necesidad de tener gobiernos estables. El valor de la estabilidad política en un momento de extraordinaria incertidumbre». Y añadió: «Creo que el Gobierno de España, con toda la complejidad de la situación que está abordando, está otorgando estabilidad política a un momento de alta incertidumbre, que es lo que merecen y necesitan los españoles».

Una «estabilidad» de la coalición PSOE-Unidas Podemos que en La Moncloa se afanan por contraponer con los gobiernos de PP y Cs autonómicos que han adelantado elecciones sin terminar la legislatura -como por ejemplo sucedió en Madrid o Castilla y León- o frente a la inestabilidad que se vive en países como Reino Unido o Italia.

Una idea que pone en jaque las disputas internas en Unidas Podemos. Hace tiempo que en La Moncloa, en el sector socialista, son conscientes de que en el Ejecutivo no hay dos sectores, sino tres: el PSOE, Yolanda Díaz -a la que se sumarían los ministros Garzón (IU) y Subirats (los comunes)- y las ministras de Podemos -Ione Belarra e Irene Montero-. Una división, ahora llevada sin tapujos a la esfera pública, como se evidenció en la universidad de otoño de Podemos, pero que ha tenido ejemplos diversos al interior del Gobierno. Los últimos: la negociación presupuestaria y la del Poder Judicial, donde los morados han puesto en tela de juicio la capacidad y estrategia negociadora de Díaz como líder del espacio de Unidas Podemos.

DEPENDENCIA DE PODEMOS

En La Moncloa y en el PSOE no quieren dar cancha a Unidas Podemos, pero saben que necesitan a los morados de cara a las próximas elecciones municipales y autonómicas. «Podemos no puede desaparecer», claman fuentes socialistas, sabedoras de que necesitarán que los morados obtengan representación para poder mantener o alcanzar el poder en algunas comunidades.

Los socialistas tienen muy presente lo sucedido en las últimas elecciones andaluzas con la coalición Por Andalucía, donde la lucha interna sigue más que viva y ha estallado en el Parlamento andaluz. Y saben que en más de un territorio necesitarán pactar con Podemos. Por eso, temen que un debilitamiento morado fruto de esta pugna desatada con Díaz tenga como daño colateral una merma del músculo autonómico del PSOE.

De ahí que pese a que se esquive la polémica, haya preocupación en el PSOE, donde son conscientes de que necesitan que todos los partidos de la izquierda estén fuertes no ya sólo en las municipales y autonómicas, sino para que Pedro Sánchez pueda aspirar a mantenerse al frente de La Moncloa. Pasadas por el filtro de los cálculos electorales, las desavenencias entre Unidas Podemos y la marca Sumar que está impulsando la vicepresidenta del Gobierno tendrán previsiblemente un impacto directo en el escrutinio de los comicios generales que se celebrarán finales de 2023.

Según recuerdan fuentes de la dirección nacional, el problema de la fragmentación del espectro ideológico son «los restos», es decir, que haya votos que se vayan a una determinada formación que no consiga representación. En este caso, aplicación de la Ley D’hondt mediante, esas papeletas se reparten entre los grupos que sí han obtenido escaño, con independencia de su signo político.

Artículo en: https://www.elmundo.es/espana/2022/11/07/63694d3321efa0e25e8b4575.html

QUÉ ES «WOKE» Y POR QUÉ ESTE TÉRMINO HA GENERADO UNA BATALLA CULTURAL Y POLÍTICA EN EE.UU.

Artículo de BBC News Mundo publicado en su web el pasado día 6

“Despertar”. Este es el significado literal de la palabra «woke», el pasado de «wake», que significa despertar. Pero el término es mucho más complejo y ser o estar woke en slang o jerga estadounidense puede hacer ver con qué posturas políticas estás más alineado. El uso de woke surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir estar alerta a la injusticia racial.

«La persona que mucha gente considera que lo acuñó fue [el novelista] William Melvin Kelley», le dijo a la BBC Elijah Watson, editor de noticias y cultura del sitio web de música estadounidense Okayplayer y autor de una serie de artículos llamados «El origen de woke». «En 1962 publicó un ensayo en el New York Times titulado If You’re Woke, You Dig It (‘Si estás despierto, lo entiendes’)», relató. El término resurgió en la última década con el movimiento Black Lives Matter, que nació en rechazo a la brutalidad policial hacia personas afrodescendientes. Pero esta vez su uso se difundió más allá de la comunidad negra y empezó a ser utilizado para significar algo más amplio.

En 2017, el diccionario Oxford agregó esta nueva acepción de «woke», definiéndolo como: «Estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo».

Suena como algo positivo, ¿verdad?

Pues depende de a quién se le pregunte. Porque, así como hay gente que se autodefine con mucho orgullo como una persona «woke», que está alerta a la discriminación y la injusticia, hay muchos otros que utilizan el adjetivo como un insulto. El propio diccionario Oxford hace la distinción. Debajo de la definición, agrega lo siguiente: «Esta palabra a menudo se usa con desaprobación por parte de personas que piensan que otras personas se molestan con demasiada facilidad por estos temas, o hablan demasiado sobre ellos de una manera que no cambia nada». O como apunta el diccionario Merriam-Webster, se usa con desaprobación para referirse a alguien políticamente liberal (como en asuntos de justicia racial y social) especialmente de una manera que se considera irrazonable o extrema.

Es decir, que mientras que para algunos ser «woke» es tener conciencia social y racial, y cuestionar los paradigmas y las normas opresoras impuestas históricamente por la sociedad, para otros describe a hipócritas que se creen moralmente superiores y quieren imponer sus ideas progresistas sobre el resto.

Los críticos de la cultura «woke» cuestionan, sobre todo, los métodos coercitivos que utilizan algunos «policías de la palabra» -así los definen- contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas. En particular ha generado mucho malestar el uso de un método conocido como la «cancelación»: un boicot social y profesional, que suele realizarse a través de las redes sociales, contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable.

«Perdí el mejor empleo de mi vida por una foto en redes sociales»: los peligros de la «cultura de la cancelación» (y dónde está el límite)

Para las personas «woke», se trata de una forma de protesta no violenta que permite empoderar a grupos históricamente marginalizados de la sociedad y corregir comportamientos, sobre todo de los sectores más privilegiados, que hasta ahora eran parte del stato quo y persistían sin castigo ni cambio. Pero para los críticos es corrección política llevada al extremo, que atenta contra la libertad de expresión y «los valores tradicionales estadounidenses».

Batalla política

Lo que empezó como un choque cultural se fue transformando en un enfrentamiento político. El término «woke» se convirtió en sinónimo de políticas de izquierda o liberales que abogan por cosas como la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar.

Políticas con las que se asocia el Partido Demócrata del presidente Joe Biden, así como también al ala más liberal que incluye políticos como Bernie Sanders o la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.

En contraposición, el ala más extrema del Partido Republicano, liderada por el expresidente Donald Trump, considera que estas políticas representan no solo una amenaza a los «valores de familia» sino incluso a la misma democracia, a la que se quiere «reemplazar con una tiranía woke». El expresidente republicano Donald Trump encabeza las críticas a la «cultura woke», con la que se asocia al actual mandatario, Joe Biden.

En 2020, Trump centró uno de los ejes de su campaña de reelección en combatir a estos llamados «woke lefties» (izquierdistas despiertos) quienes -aseguró- practican un «fascismo de extrema izquierda». El entonces mandatario señaló que con su «cultura de la cancelación» estaban «expulsando a la gente de sus trabajos, avergonzando a los disidentes y exigiendo la sumisión total de cualquiera que no esté de acuerdo». «Es la definición misma de totalitarismo», acusó el líder republicano.

Para los demócratas el autoritario es Trump, cosa que -según ellos- quedó demostrado cuando se rehusó a dejar el poder tras su derrota electoral y sus simpatizantes irrumpieron en el Capitolio. Lejos de saldar el debate, los primeros dos años de gobierno de Biden han ahondado la polarización entre estos dos sectores.

Según el Pew Research Center, «los demócratas y los republicanos están más alejados ideológicamente hoy que en cualquier otro momento de los últimos 50 años». Y una encuesta realizada en septiembre por el canal CBS mostró que casi la mitad de los miembros de ambos partidos ven al otro no como un opositor político sino como un «enemigo».

Las «midterms»

Las diferencias ideológicas se han vuelto a poner de manifiesto en la antesala de los próximos comicios legislativos del 8 de noviembre, conocidos como las «midterms» o elecciones de mitad de período. Durante la campaña electoral, muchos partidarios de Trump han vuelto a advertir sobre los supuestos peligros que conlleva el llamado «wokeismo» demócrata.

«Puedes perder tu trabajo. Puedes ser rechazado en la plaza del pueblo de América en las redes sociales. Te pueden perseguir por la calle. Te pueden tirar cosas. Puedes ser agredido físicamente (como le ocurrió al escritor) Salman Rushdie. Te pueden apuñalar en la maldita garganta si no le caes bien», alertó recientemente en Fox News la comentarista política conservadora Tammy Bruce.

Muchos demócratas desmerecen este tipo de afirmaciones, señalando que es retórica alarmista que busca ganar votos. «Cada elección, [los republicanos] inventan un nuevo cuco en lugar de tratar de resolver problemas y mejorar la vida de las personas», criticó en declaraciones a CBS News el demócrata Charlie Crist, quien se postula para la gobernación de Florida en noviembre. El rival de Crist es el actual gobernador Ron DeSantis, favorito para ganar y un posible candidato presidencial en 2024. Es uno de los republicanos que más hace hincapié en los supuestos peligros del «woke culture» de sus rivales. En sus discursos suele repetir que «woke es la nueva religión de la izquierda».

Dado este contexto, algunos demócratas, en especial los más moderados, han advertido que el llamado «wokeismo» está perjudicando a su partido, dándoles a los republicanos armas para atacarlos. «El wokeness es un problema y todos [en el Partido Demócrata] lo saben», le dijo al sitio Vox el famoso consultor político demócrata James Carville, quien lideró la exitosa campaña presidencial de Bill Clinton en los años 90.

Según Carville, el problema son algunas de las propuestas más extremas que alienan a los sectores conservadores de la sociedad y son usados por los trumpistas para asustar al electorado. Como ejemplo citó la iniciativa para «desfinanciar a la policía» y utilizar esos fondos para programas de ayuda comunitaria, una idea que surgió tras el asesinato de George Floyd en 2020 y que busca poner fin al problema del llamado «racismo sistémico en las fuerzas de seguridad».

Aunque muchos demócratas -incluido el presidente Biden- se expresaron en contra de esta idea, algunos la apoyaron, llevando a varios candidatos republicanos a asociar a todo el partido con la propuesta, que es impopular entre gran parte de la población.

Obama y AOC

La «cultura woke» también ha generado críticas internas dentro del liderazgo del Partido Demócrata. Uno de los detractores más famosos -y más vocales- es el expresidente Barack Obama (2009-2017). El expresidente Barack Obama advirtió que juzgar a otros por sus errores no es constructivo. En 2019, en la antesala de la carrera para definir quién sería el candidato o la candidata demócrata en los comicios presidenciales del año siguiente, Obama criticó que el foco -en especial entre los más jóvenes- se estuviera poniendo en cuán «woke» era esa persona. Sus palabras llegaron luego de que un número de posibles candidatos demócratas se vieran forzados a pedir disculpas públicas por cosas que habían dicho en el pasado.

«Tengo la sensación de que ciertos jóvenes en las redes sociales creen que la forma de generar el cambio es juzgar lo más posible a otras personas», afirmó durante un encuentro anual de la Fundación Obama. «Si tuiteo o publico un hashtag sobre cómo no hiciste algo bien o usaste el verbo incorrecto, entonces puedo sentarme y sentirme bastante bien conmigo mismo porque ‘¿viste lo woke que fui? ¡Te pesqué!'». «Basta», dijo. «Si todo lo que haces es tirar piedras, probablemente no llegues muy lejos».

«El mundo es desordenado», aleccionó. «Hay ambigüedades. Las personas que hacen cosas realmente buenas tienen defectos». Sin embargo, la legisladora más joven del Partido Demócrata (y de toda la Cámara de Representantes), la carismática Alexandria Ocasio-Cortez, salió a la defensa del «wokeismo».

AOC -como es conocida- señaló que si al partido le va mal en las próximas elecciones es porque el Congreso no ha logrado aprobar legislación sobre el derecho a votar, una de las causas insignia de los activistas «woke». Los demócratas más jóvenes -como la legisladora Alexandria Ocasio-Cortez (AOC)- son los que más fomentan la «cultura woke».

«‘Woke’ es un término que los expertos ahora usan como un eufemismo despectivo de los derechos civiles y la justicia», publicó en su cuenta de Twitter en noviembre de 2021. «Inventar un problema ‘woke’ tiene como resultado poner los derechos civiles y de voto en un segundo plano», advirtió. «En un año en el que las legislaturas estatales están planeando mayorías republicanas y supresión de votantes, eso es peligroso».

«Capitalismo woke»

Los debates sobre el «wokeismo» no solo dominan la agenda política y cultural estadounidense. También han permeado el mundo empresarial. Algunas compañías se han encontrado en el ojo de la tormenta por adoptar cambios que son interpretados -para bien o para mal- como «woke». Un caso conocido es el de Gillette, que generó controversia en 2019 con una publicidad llamada «Lo mejor que pueden ser los hombres», en el que se criticaba comportamientos masculinos «tóxicos» como el bullying, el acoso sexual y el sexismo. Aunque fue aplaudido por muchos, también se convirtió en su momento en uno de los videos con mayor número de pulgares para abajo en You Tube, y provocó un boicot contra la fabricante de rasuradoras. La polémica que desató Gillette con su anuncio en contra de la «masculinidad tóxica» El golpe económico que sufrió Procter & Gamble, dueña de la compañía, llevó a la creación de un meme que se ha popularizado entre la derecha: Get woke, go broke («Hazte woke, quiebra»).

En los últimos tiempos, la empresa que más ha recibido elogios y críticas por ser considerada «woke» es Disney. Disney podría perder los derechos de autor sobre su personaje Mickey Mouse por haber adoptado políticas que según los republicanos son «woke». En abril pasado, el gobernador DeSantis firmó una ley para retirarle a la Walt Disney Company su estatus legal especial que le permite autogobernarse en el estado de Florida. Y legisladores republicanos advirtieron que no aprobarán la extensión del derecho de autor de Disney sobre su principal personaje Mickey Mouse, que vence en 2024. Fue en represalia a la oposición de los ejecutivos de la empresa a una ley que prohíbe enseñar sobre sexualidad, orientación sexual y diversidad de género en las escuelas primarias de Florida, bautizada por sus detractores como la ley «No digas gay».

“Disney se pasó de la raya”: la guerra del gobernador de Florida contra la empresa por su oposición a la ley «No digas gay»

Disney publicó un comunicado en contra de la norma, presionado por sus empleados que realizaron protestas y un paro ante el silencio inicial de la empresa. «Nuestros empleados ven el poder de esta gran compañía como una oportunidad para hacer el bien. Yo estoy de acuerdo», dijo entonces el CEO de Disney, Bob Chapek. La compañía también fue acusada por algunos sectores conservadores de «hacer activismo woke» por elegir a una actriz negra para protagonizar la nueva versión, con actores de carne y hueso, del clásico «La sirenita», en el que el personaje animado de Ariel (basado en el cuento de hadas de Hans Christian Andersen) aparece como una sirena de piel blanca y ojos azules (en ambas versiones es pelirroja).

Por el contrario, la elección de una actriz de piel oscura fue aplaudida por muchas voces que no solo se sintieron representadas sino que además consideran que, dado que las sirenas son personajes mitológicos, pueden ser de cualquier color de piel.

DeSantis y otros republicanos también han criticado a las empresas que priorizan las inversiones que tienen impacto medioambiental, social y de gobernanza (conocidas como ESG), catalogándolas como «capitalismo woke». En julio pasado, el gobernador dijo que las inversiones ESG -que suelen priorizar temas como el cambio climático o la diversidad- «amenazan la vitalidad de la economía estadounidense y la libertad económica de los estadounidenses al apuntar a individuos e industrias desfavorecidas para promover una agenda ideológica woke».

Según el sitio Market Watch, si los republicanos toman el control del Congreso durante las midterms «es probable que apunten contra el capitalismo woke». «Los inversores deben esperar un rechazo significativo de los republicanos contra las políticas ESG, tanto las ordenadas por los reguladores gubernamentales como las autoimpuestas por el sector privado», advirtió el analista Brian Gardner de la consultora financiera Stifel.

Artículo en: https://www.msn.com/es-es/noticias/internacional/qu%C3%A9-es-woke-y-por-qu%C3%A9-este-t%C3%A9rmino-ha-generado-una-batalla-cultural-y-pol%C3%ADtica-en-ee-uu/ar-AA13LXVX?ocid=msedgntp&cvid=782cd7d8b74a4918b8b3ccfb0190b0da

 

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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