Sitio de Cartagena de Indias (1741). 2 

Por Carlos de Bustamante

 

(Sitio de Cartagena de Indias, por José Ferré Clauzel)

Como bien explica Fernando Martínez Laínez, la guerra provocada por Inglaterra contra España, fue una guerra de rapiña a sus inmensas   colonias en el continente americano descubierto, conquistado y colonizado por España. Insisto en colonizado, porque todavía es actual la leyenda negra (negra de mentiras una tras otra) de la esclavitud de España con los indígenas de sus posesiones. Mentís a esta leyenda, tanto mayor por cuanto sucedió precisamente lo contrario. Gran parte de la rapiña de ingleses, franceses y   corsarios de éstas y otras nacionalidades, tenían por objeto lo que su nombre indica; rapiña centrada principalmente en la captura de indígenas para venderlos luego en la más ignominiosa esclavitud.

Y para que quede aún más claro y se entere el presidente de la nación colombina que parece ignorarlo (aunque lo dudo), fue nuestra reina Isabel la Católica la primera en el mundo que abolió la esclavitud y primera también en establecer los derechos humanos de los habitantes del Nuevo Mundo de los que las demás naciones del mundo `civilizado` decían no tener alma. ¿Se entera usted señor presidente? ¿Y   sabe usted que cuando recién descubierta su nación y demás hispanoamericanas vestían `taparrabos`, nuestra reina los trataba como a `sus más fieles  y queridos vasallos`? ¡Pero hombre de Dios ¿Cómo se atreve a insultar a quienes tanto le deben!  Memoria histórica…

GUARNICIÓN REDUCIDA

El paso de Boca Grande tenía una anchura de una milla y escaso calado (entre seis y tres metros), y fue utilizado hasta 1640, cuando naufragaron dos galeones que lo cerraron a la navegación. Un siglo más tarde, ante la inminencia del ataque inglés, Blas de Lezo construyó una escollera artificial que lo cegó casi totalmente y dejó como único acceso a la bahía el canal de Boca Chica: un estrecho de poco más de una milla de ancho obstruido por dos islotes, Draga y Abanico, cercados de arrecifes, que dejaban menos de doscientos metros de acceso navegable. El paso de Boca Chica era bastante profundo, con fondos de hasta dieciocho metros, pero presentaba el peligro de un bajío que lo partía en dos brazos. Eso hacía que la travesía de los buques por ese «cuello de botella» tuviera que hacerse con lentitud, uno a uno y en condiciones difíciles, contando, además, con que se produjeran vientos favorables, y siempre a tiro de los cañones de dos fortalezas terrestres: el castillo de San Luis, en la punta sur de Tierra Bomba, y el fuerte San José, en el extremo de la isla de Barú.

Después de que una flota francesa al mando del almirante Desjeaus, barón de Pointis, ocupara la ciudad brevemente en 1697 y la saqueara, Cartagena reconstruyó sus defensas «a la moderna», bajo la dirección del ingeniero militar Juan de Herrera Sotomayor.

En el año 1700, Cartagena y su sistema defensivo contaban con una guarnición de poco más de 1.000 hombres, una cifra que se fue reduciendo en años sucesivos. En 1721 no llegaban a 500, y en 1735 eran poco más de 200. Para agravar la situación, el material también se iba deteriorando y el clima húmedo estropeaba los cañones y la pólvora.

Cuando el gobernador y capitán general Pedro Fidalgo inspeccionó la plaza en 1737, realizó un informe que dejó bien a las claras las carencias defensivas: solo había 150 soldados, 600 fusiles y 90 cañones en mal estado, con 90.000 libras de pólvora, almacenada desde el año 1700, y 14.000 proyectiles oxidados. Únicamente la amenaza de una nueva guerra con Inglaterra alertó al gobierno español para mejorar la penosa situación de la plaza. Bajo el mando de Sebastián de Eslava, arribó en 1739 una fuerza de 600 soldados. El gobernador Pedro Fidalgo aumentó los efectivos del batallón Fijo de la plaza a 503 hombres y organizó milicias ciudadanas que alcanzaron casi los 900 voluntarios. Esta sería la fuerza que se enfrentaría al ataque inglés del almirante Vernon.

LA OREJA DE JENKINS

El asalto a Cartagena se encuadra dentro de la guerra que Inglaterra declaró a España en octubre de 1739, popularmente conocida como la «Guerra de la Oreja de Jenkins».

Aunque las causas de la contienda tenían que ver principalmente con la rivalidad comercial («El mar de las Indias libre para Inglaterra o la guerra», era el lema del gobierno británico), la razón inmediata se produjo cuando el capitán de un guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó en 1731 al barco británico Rebecca, que comandaba Robert Jenkins, dedicado a tareas de contrabando. El capitán español castigó a Jenkins cortándole una oreja y lo envió de vuelta a Inglaterra con un mensaje: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve». Jenkins guardó la oreja en un frasco con sal y, cuando regresó a Londres, denunció el caso ante la Cámara de los Comunes, que utilizó el suceso como un pretexto para declarar la guerra en octubre de 1739. Una contienda que se trasformó en episodio americano de la guerra de Sucesión de Austria, iniciada en 1740 por la disputa de la herencia del emperador de la Casa de Austria, Carlos VI. En esta guerra, que se desarrolló en Europa, América y la India, tomaron parte España, Francia, Prusia y Baviera contra Austria, Gran Bretaña, Holanda, Piamonte-Cerdeña y Sajonia.

Como observa Gustavo Vergas Martínez: La guerra de Inglaterra contra España fue una típica guerra de rapiña, porque en realidad se trataba de diezmar las defensas españolas, consolidar la presencia británica en el área del Caribe, ya presente en Belice, Costa de los Mosquitos […], Jamaica, Caimán, Trinidad, Tobago, y hacer de las Antillas un mar inglés, viejo sueño de la política exterior británica.

El Tratado de Aquisgrán, en 1748, puso fin a las hostilidades tanto en Europa como en América, donde la contienda sucesoria austriaca recibió el nombre de «Guerra del rey Jorge». España no salió demasiado malparada y consiguió los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla, en Italia. Francia conservó sus territorios en Canadá y entregó Madrás, en la India, a los británicos.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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