Como modernos jinetes del Apocalipsis vinieron montados en los caballos de la insidia, la calumnia, el odio y la revancha. Instalados en la pancarta, el Prestige y el no a la guerra –la de Iraq naturalmente-, sembraron España de trincheras de vileza y de alambradas mediáticas rodeando sus barricadas de rencor, sectarismo y demagogia, hábilmente diseñadas y estratégicamente dispuestas para el asalto al poder. Una versión más elaborada de los feroces doberman con los que el partido socialista comparaba a sus adversarios políticos en la campaña electoral del 96.
Los terribles atentados del 11-M fueron los aliados prefectos. Provocando la matanza más brutal y sanguinaria de la historia de Europa, los terroristas consiguieron alterar el curso de nuestra política exterior y derribar a un Gobierno que, en estado de shock -inerme y sin reflejos para gestionar con acierto la inmensidad de la crisis-, fue víctima de una clase política cainita que lejos de cerrar filas junto al Gobierno de la nación en momentos tan dramáticos, aprovechó su desarbolamiento para dinamitarle y provocar su hundimiento, sin dudar en recurrir a la villanía, la mentira, el insulto y la coacción más atroz para lograr su objetivos.
Triunfo del silogismo perverso. Aznar y su Gobierno nos han arrastrado a una guerra ilegal e injusta. Aznar y su Gobierno, asesinos de iraquíes inocentes. Aznar los mata y Urdaci los remata, gritan los patriotas del celuloide. No a la guerra de Aznar. Corolario: 11-M, bombas en la capital de España. Los trenes de la muerte como legítima defensa. Aznar y su Gobierno responsables de la matanza. Otegi y Carod llaman a la revuelta. No ha sido ETA, dicen, mientras brindan con champán por la victoria socialista. Jornada de reflexión: miles de manifestantes espontáneos ante las sedes del PP. Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta, clama cínicamente el malvado Rubalcaba. 14-M. Vuelco electoral. Cae el telón.
Empieza otra tragedia. Primer acto. El deshonor y la cobardía de la retirada de nuestras tropas de Iraq. Ruptura de compromisos internacionales y abandono de millones de iraquíes a su suerte. La infame claudicación de un Gobierno frente al terror. Enseguida las purgas en los ministerios; la televisión y la radio públicas de la camarada Caffarel; la colocación de los nuestros frente a criterios objetivos de mérito o capacidad. Luego, la comisión de investigación parlamentaria del 11-M. Las hemerotecas rebosantes de los esfuerzos del Gobierno socialista -y de sus socios- para impedirla. La desganada -pero imprescindible- iniciativa del PP de Rajoy para sacarla adelante, forzado por el clamor de las víctimas, la opinión pública y el de sus votantes. Pero no interesa la verdad. Se barrunta el pacto. Urge pasar página. Pasado el verano, Zapatero y Rajoy acuerdan su intervención ante el Congreso para contarnos su verdad del 11-M y cerrar la comisión. Consenso, lluvia fina y buen rollito. Aznar no debe comparecer. Pero el pueblo -las víctimas- no tragan. No importa, el tiempo es nuestro. Y casi todos los medios. Dividiremos a las víctimas, negaremos evidencias y ensalzaremos a Rajoy. Lo conseguiremos.
Segundo acto. Visita de Estado a Rabat. Triste implicación de la Corona. El dictador alauita, nuestro tradicional enemigo del Sur, sonríe complacido mientras siguen planeando las sombras de los servicios secretos marroquíes sobre los trenes de la muerte. Insultos del tirano a José María Aznar. Más protestas del PP con la boca pequeña. Se gesta la traición al pueblo saharaui. En la península continúan las otras guerras de Bono. Su helicóptero y sus medallas. El descabezamiento de la cúpula militar. La demagogia gótico florida del ex presidente manchego utiliza sin pudor las víctimas del accidente del Yakovlev como ariete político. Su desfile, otra ofensa gratuita al Gran Hermano. Aquí mando yo, quieto todo el mundo. Gómez Arruche continúa en el cargo. Sanz Roldán asiente. La Brigada Paracaidista (BRIPAC) a Afganistán y la Guardia Civil a Haití. La ley del embudo. Como Gabriel Celaya mantengo que la palabra es un arma cargada de futuro. Como José María Aznar reitero que mienten y lo saben. Que lo saben y mienten. La tragedia continúa. Fin de la primera parte.