Pues es que acabo de leer lo que les dije en mi última chirigota o cuchufleta y compruebo que al final les conté que para no cansarles concluiría haciéndoles la promesa de que en adelante les atribuiría títulos más específicos a estas chirigotas mías, pero que, como no podía seguir diciéndoles más  tonterías en ese momento porque una sobredosis en mi parleta  sin duda iba a provocar en vuesarcedes un asco acongojante, que por eso acababa y  en la entrega siguiente -que es ésta- les contaría lo que al iniciar aquella tarea pensaba trasladarles. Pero visto lo visto, he de confesarles que no puedo recordar qué es lo que entonces pretendía decirles que no les dije y que, para cumplir mi promesa, habría de contarles hoy. Estas cosas nos pasan con frecuencia a nosotros, los viejos matusalénicos. Es más: acontecerle  puede a mi señoría que me vuelva a ocurrir lo mismo por esta dilatada perorata que de nuevo les estoy soltando ahora. Así es que al tajo.

¿De qué vamos a hablar, pues, en esta nueva parida mía? Nada menos que de estadística. En efecto, de esa ciencia acerca de la cual todo el mundo -incluso los más brutos de vuesarcedes– sabe que es una materia que, aplicada a un tema determinado, lo que hace es ver y medir no solo lo que históricamente ha ocurrido en eso antes sino también ver y medir lo que está ocurriendo en el presente para deducir lo que ocurrirá en el futuro… aunque luego no ocurra. Sí, es un poco decepcionante pero ¡qué se le va a hacer! Es lo que hay.

Pues bien, nuestros sabios gobernantes (y lo de sabios no es que mi señoría se lo atribuya gratis a las y los -ministra de Educación dixit– políticos que rigen nuestros destinos y que con las excelentes medidas que toman están consiguiendo que, por obra y gracia de su quehacer y de lo que nos recomiendan que hagamos nosotros, se está consiguiendo erradicar el coronavirus de las narices. Porque, ¿acaso no nos han provisto los y las -ya saben- a su tiempo del material necesario tanto de mascarillas, guantes, etc. que nos proteja adecuadamente? Luego dicen que los chinos; los chinos al lado nuestro… Bueno, no digo qué, pero, ¿a que llevo razón? Hombre, es que llega un momento en que…

Volvamos a lo nuestro. Dicho lo que se ha, acerca de la estadística, proseguimos. Nuestras autoridades tienen unos datos de lo que ha acontecido con la cosa del virus y aunque son de dudoso valor, nuestros sabios van y ni cortos ni perezosos confeccionan una curva con el número de defunciones habidas cada día en esta pandemia y, a pesar de la dudosa calidad de los datos, obtienen una  curva normal, de esas que los científicos como mi señoría llamamos “campana de Gauss”, aunque bien es cierto que más que una campana lo que realmente se logra es como un sonajero, porque la pobre, la pobre curva queremos decir, tiene bastantes dientes de sierra, pero ¡qué se le va a hacer! Es lo que hay.

Y ya está. Así es que, ¿no creen vuesarcedes que, dicho lo que se ha, ya se le puede permitir a las y los (¿?) niños de hasta 12 añitos de edad que, a partir de unos días, puedan salir de sus hogares para que sus padres no sufran más teniéndoles confinados? Esto aún no lo ha determinado el Ejecutivo, pero lo determinará en breve, ¡faltaría más!

A punto de concluir esta chanza, siendo las 2:50 p.m., mi señoría se lleva un nuevo disgusto, porque otro ministro -compruébenlo pinchando aquí– habla en la 1 de la tele que estaba ´preveyendo´  no sé qué. Y no lo sé porque al oírlo, anonadado me quedé. El ministro sí sé cuál era: el de Transporte, señor Ábalos. Sin duda esto es comprobable, porque supongo que estará grabado. ¿O no?

20-04-2020.