No sabe mi señoría si era así o no, lo que aprendí en mi tierna infancia, allá por los años cuarenta o cuarenta y tantos del siglo pasado. En efecto, en el bachillerato aquel que estudiábamos en la postguerra civil española era más humanista; el actual, el bachillerato que se estudia ahora es, a mi juicio, un juego de niños. Los políticos actuales se han aprendido bien la lección y saben que cuanto más fácil sean los estudios de los jóvenes, los padres en general están más satisfechos y les votarán más, es decir, el negocio es políticamente rentable por eso. A mi juicio, craso error, por supuesto, pero en fin, allá ellos. Sí, esos padres y los políticos de referencia.
O sea, que ´primero vivir y después filosofar´, en el sentido de meditar o hacer soliloquios y filigranas de esas. Así pues, habida cuenta de que la vivencia ya se la narré a vuesarcedes en mi crónica anterior, ahora pasamos a esa segunda fase que, en mi opinión, es la que más me interesa. Y ello porque me gusta conocer cómo interpretan los lectores mis escritos, ya que si no, no puedo desarrollar la empatía que, con frecuencia, gusto usar cuando garabateo estas chirigotas. Y he aquí lo que me ha manifestado una de las personas que siguió de cerca la iniciación de mi patología, al leer mi narración: “Aparte de estar lleno de inexactitudes (no sé por qué distorsionas la realidad) resulta PATETICO que una persona inteligente y culta como tú intente llamar la atención de esta forma”. ¿Vuesarcedes también están de acuerdo con eso? Mi señoría, por supuesto radicalmente no. Creo que he contado los hechos como sucedieron y punto. Y si a mano viene, ¿por qué no voy a narrar lo que me vaya sucediendo después de aquello? No, no se asusten vuesarcedes porque de momento no lo voy a hacer. No quiero torturarles. Aunque en vuesarcedes siempre está la solución de no leerme. Además creo que en este momento viene a cuento aquello de ´calla que tu silencio es descanso para los demás´. Y es que en una democracia como la española, que tanto mola, los demás son el resto de ciudadanos que no sea mi señoría. Sí, sí, políticos incluidos. Faltaría más. Todos (y todas, que añadiría erróneamente algún socialista) los políticos y los apolíticos. Mientras uno esté pagando impuestos a nuestra hacienda pública y no sea mi señoría, cualquiera. Y “recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte /contemplando /cómo se pasa la vida, /cómo se viene la muerte /tan callando. /Cuán presto se va el placer,/cómo, después de acordado,/ da dolor;/ cómo, a nuestro parecer,/ cualquiera tiempo pasado / fue mejor”. Sí, son parte de los versos que escribió Jorge Manrique a la muerte de su padre que, por cierto, también teníamos que aprenderlos entonces, en mi juventud, de memoria. A mi me gustan. Y quiere pensar mi señoría que a vuesarcedes también les encantan. ¿O no?
9-02-2023.