En la mañana del 9 de diciembre de 1942, mientras Londres se levantaba penosamente sobre las ruinas de los bombardeos nazis, una mujer apareció muerta sobre la cama de su cuarto en el lujoso hotel Dorchester, Park Lane, muy cerca de Hyde Park.
Vestía ropas de alta moda.
Según sus documentos, era Jessie Doris Delevingne, nacida en Londres en 1900, y había muerto de una sobredosis de barbitúricos y alcohol, según recoge Alfredo Serra en Infobae.
La investigación policial descubrió que era hija de un barbero -origen más que modesto-, pero primera esposa de Valentine Edward Charles Browne, vizconde de Castlerosse y más tarde sexto conde de Kenmare.
¿Matrimonio de conveniencia? Es posible: ella sabía que, aun divorciada, no perdería su título de vizcondesa -una gran puerta abierta hacia la aristocracia-, salvo que volviera a casarse…
En ese 1942, Winston Churchill (1874-1965) no sólo era el Primer Ministro inglés: había logrado convencer a su patria y a media Europa de que Adolf Hitler, bajo su piel de cordero que sólo buscaba la restauración de Alemania, derrotada en la Primera Guerra Mundial, devastada y deudora de una suma alucinante, era en realidad un monstruoso criminal dispuesto a arrasar al planeta.
Winston, ese hombre que fumaba interminables puros y desayunaba con whisky, logró encender las almas de su pueblo al grito, con voz de barítono, «¡¡¡No nos rendiremos!!!».
VÍDEO DESTACADO: ¿Quién fue Winston Churchill?