Hace 39 años, casi con la Constitución española, nacía en Inglaterra una “niña probeta” fruto de una primera inseminación “in vitro” que llevó a otros avances, el último, el de los vientres de alquiler, también llamados de gestación subrogada.
En síntesis, se fecunda el óvulo de una mujer previamente seleccionada con el esperma de un hombre que no es su pareja sexual. Ella aporta su propio óvulo o se le implanta uno ajeno y da a luz un niño o niña; ya puede elegirse el sexo.
La portadora suele cobrar una sustanciosa cantidad gestionada por empresas que manejan esta industria, españolas, ucranianas o estadounidenses, por ejemplo, que anuncian orgullosamente sus “embriones caucásicos”.
El negocio, que no está legalmente regulado en España, es consecuencia…
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