Al ver al PP sometido a investigaciones por corrupción, con exdirigentes en la cárcel y con Mariano Rajoy, presidente del Partido y del Gobierno español, vigilado por los jueces, los inductores del separatismo catalán creyeron que estaban ante la gran ocasión para alcanzar su soñada independencia.
La oposición y gran número de medios y redes sociales exigían enviar al exilio, si no a la cárcel, a este Rajoy de moral tan dudosa.
Los independentistas se habían propuesto desfacer el entuerto de estar uncidos desde 1474 –boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón– a esta España desmoralizada, con su opinión pública desarmada por la corrupción…
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