Hace muchos años, cuando era marino, este cronista navegaba en un frutero de Guayaquil a Kioto, 8.000 millas y unos 22 días de mar, cuando el capitán ordenó entrar en la cola de un tifón: empujados, ganaríamos tiempo y el armador ahorrarían fletes.
Pedro el huracán cambió de rumbo y nos engulló. Durante una semana mil veces pensamos que íbamos a pique y moriríamos, y el capitán, acobardado, se escondió en su camarote. No salió hasta Kioto: el barco lo llevamos unos oficialillos y la marinería.
Ganamos dos días y el armador premió al capitán con un voluminoso sobre con dólares.
Se puede detestar a Mariano Rajoy como al capitán que se metió irresponsablemente…
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