El discurso de Felipe VI ante los poderosos de la globalización mundial en Davos les envió una alerta sobre los dos peligros ideológicos a los que se enfrenta España y que les llegará a ellos: el nacionalismo y el populismo.
Muchos españoles racionalmente republicanos, aunque monárquicos empíricos mientras la Corona sea útil, sintieron que el Rey les representaba con su discurso, en la forma y en el fondo.
En la forma, por ese inglés perfecto que muy pocos no anglohablantes de nacimiento pueden emplear y que muestra una cuidada formación, y en el fondo porque fue él el primer jefe de Estado que resumió con precisión las preocupaciones sobre las que los otros líderes trataron en días siguientes.
Sobre todo los dirigentes europeos Angela Merkel y Emmanuel Macron, que saben que, si no se ataja, el nacionalismo catalán puede contagiarse a otras regiones de la UE como una peste al que se añaden los populismo…
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