Disonata: de cómo el ruido irrumpió en la armonía

Disonata: de cómo el ruido irrumpió en la armonía

Hace un siglo alguien metió el ruido del tren en una sonata para viola, y así pudo empezar todo. La música de partitura e instrumentos clásicos se abrió a los ruidos disonantes, al sonido de la naturaleza, de la industria y de la vida, a todo un universo vedado. La exposición ‘Disonata. Arte en sonido hasta 1980’ analiza las interconexiones entre arte y sonido, el cómo éste irrumpe en las artes plásticas y de qué manera lo han abordado artistas rupturistas en consonancia con las vanguardias que rompían los cánones en otras disciplinas artísticas.

La muestra incluye cerca de doscientas obras entre grabaciones, pinturas, instrumentos, esculturas, partituras, maquetas, manifiestos, fotografías y películas, que arranca con las vanguardias históricas del futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, y en la que están presentes Marcel Duchamp, Jean Tinguely o John Cage. De esta forma se recupera el trabajo de una serie de pioneros que se adentraron en terrenos inexplorados de los fenómenos y procesos sonoros. La fuerza impulsora de esta transformación fueron los artistas visuales, pero también participaron poetas y músicos experimentadores, incluso arquitectos e ingenieros, que favorecieron una serie de experimentos acústicos revolucionarios que desbordaron las categorías predefinidas del arte moderno y contemporáneo.

El recorrido cronológico repasa escalones como la experiencia futurista de construir instrumentos para entonar ruidos; experimentos espaciales, musicales y multimedia en los años 50 como el Pabellón de la compañía Philips en la Exposición Universal de Bruselas de 1958; los trabajos de artistas visuales con el magnetófono en los años centrales del siglo XX; las aportaciones del movimiento Fluxus o el grupo español Zaj hasta llegar a las incursiones pospunk en los años 80.

Se abre con propuestas dadaístas y de los futuristas italianos encabezados por Filippo T. Marinetti, fascinados por los avances técnicos y mecánicos y su paisaje sonoro e industrial urbano. Ejemplo de ello son los “intonarumori” que se muestran en la primera sala, unos generadores de rugidos, crujidos, explosiones y demás, creados por Luigi Russolo. Junto a Erratum Musical, de Marcel Duchamp, paradigma de procesos aleatorios en composiciones musicales, otras iniciativas tempranas de arte sonoro que se recogen en esta primera sala son las obras de Man Ray Emak Bakia (Déjame en paz, 1926), un instrumento que se niega a sonar, y Objeto indestructible, un metrónomo con ojo que supone un reconocimiento de la duración de la labor artística. También se proyecta la película de la vanguardia rusa Entusiasmo: La Sinfonía de Donbass (1930), de Dziga Vertov, que incluye en su banda sonora ruidos de la fábrica y de la industria minera.

La segunda sala traslada al espectador a los años 50, cuando en la Exposición Universal de Bruselas de 1958 la empresa de electrónica Philips, presente un pabellón/contenedor para la pieza Poème électronique (Poema electrónico), el collage de proyecciones de Le Corbusier y sonidos de Edgar Varèse, todo ello evocado en una maqueta del contenedor y un video de las proyecciones. La siguiente sala gira alrededor de la grabadora de cinta magnética, su manipulación con superposiciones, cortes y regulaciones de velocidad, con el ejemplo del británico Brion Gysin y su I Am That I Am de 1958, poema basado en la frase bíblica Yo soy el que soy. Se examina también el letrismo, con Isidore Isou y su La plástica parlante (1960-87). Con la llegada de los 60, la grabadora de cinta magnética se empleó por artistas como Karel Appel y Asger Jorn en Musique Phénoménale (1961), para ofrecer una música calificada de bárbara.

El siguiente espacio de Disonata está dedicado a esculturas e instrumentos imposibles. Un ejemplo sería Red Disc and Gong (1940) de Alexander Calder. En contraposición, Cristal (1952 / 1980) es un instrumento musical con forma de escultura de los hermanos de Bernard y François Baschet. Por su parte, Jean Tinguely ideó Radio-Skulptur, un mecanismo cuyo funcionamiento es tan cambiante como lo es el flujo de noticias que emite. Y también se recogen, los instrumentos de flujo electromagnético del artista Takis y las esculturas de cuerdas de Pol Bury. Mención aparte merece Cellar-Duo (¿El dúo del sótano?) (1980-1989) de Dieter Roth, que ilustra esta reseña.

El movimiento Fluxus, al que se dedica una sala de la exposición, amplió durante los años 50 el concepto de composición musical mediante originales propuestas. Así, junto a John Cage, de quien se muestran varias partituras, otros autores como George Brecht y La Monte Young siguieron el camino de sustituir la partitura clásica por gráficos y textos libérrimos. En este sentido, se incluye a Robert Filliou con Musical Economy No. 5 (ca. 1971), profundo cuestionamiento de lo convencional, de lo tradicional y de lo normativo musical. En este mismo apartado se exhiben obras del Grupo Zaj, un colectivo español en el que participaron artistas que cuestionaron la noción de autoría y de obra artística entendida como una totalidad cerrada, y convirtieron principios como la aleatoriedad, la sencillez o la indeterminación en ejes fundamentales de sus proyectos performativos. Es el caso de Esther Ferrer, con su obra Concierto Zaj para 60 voces (1983) o de Juan Hidalgo, del que se muestra un ejemplar de su libro Viaje a Argel (1968).

Las últimas salas de la exposición explican la convergencia del arte y del sonido en los años 70, con los trabajos de Hanne Darboven o de Elena Asins en su serie Strukturen en homenaje a Mozart. Y la reacción del punk en los años 80 a través de películas como Rock My Religion (Rock, mi religión) de Dan Graham (1982-1984) o Sir Drone (1989) de Raymond Pettibon (1989). Disonata se cierra con los videos de Ronald Nameth de las actuaciones Exploding Plastic Inevitable (1966), unos espectáculos improvisados por Andy Warhol, y por Atomic Alphabet de Chris Burden (1980), una obra sonora que revela la aparente naturalidad con la que la violencia penetra en los hogares a través de las noticias de los medios de comunicación.

El catálogo está dominado por una pieza iluminadora de la comisaria Maike Aden que sitúa esta revolución musical en el contexto de las otras revoluciones artísticas -pintura, literatura- del penúltimo cambio de siglo, con aportaciones puntuales de Arndt Niebisch, Christina De Simone, Javier Ariza y Ricardo Dal Farra, y textos históricos de Luigi Russolo, Pauline Oliveros, László Moholy-Nagy, Henri Chopin y Pierre Schaeffer.

Desgraciadamente, las medidas de contención de la pandemia desatada por el virus chino han impedido el recurso a los auriculares y limitado la presencia del gran protagonista, el sonido, y la irrupción del ruido en la música clásica. Al objeto de que todos los audios puedan ser escuchados correctamente y con la calidad necesaria por los visitantes, se ha establecido un sistema de puesta en marcha alternativo de las piezas sonoras que evita que se solape el sonido de las mismas. Pero que hace necesario estar muy atento a sus horarios y emplear más tiempo del normal en el recorrido.

Esperamos con veradero interés la segunda parte de esta exposición -‘Audiosfera. Experimentación sonora 1980-2020’, que llegando a nuestros días se enfrentará a la decadencia de la ruptura musical en consonancia con las otras decadencias de los experimentalismo visuales y literarios que se vive en el último cambio de siglo. Una observación superficial de un oyente aficionado podrìa captar un proceso por el que la irrupción brutal del ruido, tras desbaratar los principios musicales tradicionales, ha ido generando una integración entre ambos extremos, y en un proceso de tesís, antítesis y síntesis, está consiguiendo una revolución sonora que es más reforma que ruptura, más integradora que destructiva.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 7
Despliegue: 6
Comisariado: 8
Catálogo: 8
Programa de mano: n/h

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Disonata. Arte en sonido hasta 1980
22 de septiembre de 2020 / 1 de marzo de 2021
Comisariado: Maike Aden (sobre un proyecto original de Guy Schraenen)
Coordinación: Beatriz Velázquez y Andrea Pérez Envid
Museo Reina Sofía, Edificio Sabatini, 3ª planta, Madrid.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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