El autor vallisoletano presenta una novela "sobre el fin de la infancia" aderezada con personajes mitológicos

Martín Garzo reivindica al vuelo la fantasía para adultos con su libro ‘La puerta de los pájaros’

El valor de los cuentos, por tanto, reside en la protección de "esos pequeños misterios de la vida a los que hay que saber prestar atención"

Martín Garzo reivindica al vuelo la fantasía para adultos con su libro 'La puerta de los pájaros'
El escritor Gustavo Martín Garzo, en un parque de su Valladolid natal EFE

Con un unicornio y una princesa como protagonistas y relato apto para todos los públicos

El escritor Gustavo Martín Garzo presentó su última obra «La puerta de los pájaros», un libro que trata «sobre el fin de la infancia». El autor valisoletano quiere reivindicar para el público adulto una literatura fantástica y mitológica que, según él, ha quedado relegada al lector infantil y juvenil por culpa de un «exceso de racionalidad».

No obstante, Martín Garzo se ha empeñado en transitar por un género al que vuelve «una y otra vez», que no puede abandonar, explicó en una entrevista con Efe. «Es una literatura que habita el territorio de lo maravilloso, donde surge el prodigio, el asombro ante las cosas y al que nuestro tiempo ha dado un poco la espalda. El hombre occidental y urbano se ha separado del mito. Ahora vive anclado en un mundo excesivamente racional donde estas historias tienen poca cabida», ha lamentado.

EL FIN DE LA INFANCIA

«La puerta de los pájaros» es una novela «sobre el fin de la infancia» con un unicornio y una princesa como protagonistas y relato apto para todos los públicos. «Porque lo importante es la mirada sobre las cosas y la realidad» más allá de la edad, ha matizado el que fuera Premio Nacional de Narrativa en 1994.
Personajes mitológicos

El silencio del unicornio, una criatura misteriosa de la que nada se sabe ni se conoce, resume a juicio de Martín Garzo «algunos de los momentos más subyugadores y extraños de la vida» como son a su entender la contemplación del rostro amado, de un niño dormido y la despedida de un ser querido. «Instantes que nos hacen enmudecer, donde no caben las palabras habituales, que no sabemos contar».

El valor de los cuentos, por tanto, reside en la protección de «esos pequeños misterios de la vida a los que hay que saber prestar atención», lo mismo pequeños que mayores pero con la imaginación como elemento decodificador. «Me da mucha pena que los adultos hayan renunciado a sumarse a estas historias porque han perdido el gusto por lo maravilloso y lo fantástico», ha resumido.

No es el caso de los niños y adolescentes, que «no fallan» como seguidores de estas historias simbólicas, mágicas y mitológicas, y constituyen, en su opinión, «lectores ejemplares porque de hecho viven en ese mundo sin necesidad de haber leído, gozan de un pensamiento distante de la racionalidad» hasta el punto de convertirse en «personajes del mundo del cuento».

 

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