Los católicos realizamos una inmensa labor de caridad y auxilio, y es un excelente aval con el que presentarse a los españoles, pero nos falta VOZ
(Ángel Manuel Sánchez).- Una pregunta muy concreta que tiene una respuesta sencilla: no, por las razones que entenderás.
Sin embargo, esta sencilla respuesta no sirve para una pregunta más genérica: ¿Y puede manifestarse sobre las implicaciones ético-morales de la gestión de la crisis española? Te aseguro que hay tantas razones para responder sí a esta pregunta como para negar la valoración política en la Iglesia.
La sutil y delgada línea roja tiene relación con cómo debe valorarse la gestión de la crisis, la crisis misma, y cómo se pueden proponer soluciones a la misma. La forma de expresarse determinará (callando ó no), si la Iglesia cumple con la Misión que Jesucristo le encomienda preservando una exigible neutralidad en política y por tanto el respeto a su Magisterio.
Dictados del Magisterio al respecto.
La Iglesia jerárquica y el clero tienen y deben tener limitada su libertad de expresión política. La CONGREGACIÓN PARA EL CLERO en su Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (31-I-1994, n.33) determina que el sacerdote estará por encima de toda parcialidad política, pues es servidor de la Iglesia: no olvidemos que la Esposa de Cristo, por su universalidad y catolicidad, no puede atarse a las contingencias históricas. Y añade: No puede tomar parte activa en partidos políticos o en la conducción de asociaciones sindicales (…) ya que pueden constituir un grave peligro de ruptura eclesial.
Resulta clarividente que el clero no pueda ni deba hacer política ó manifestarse sobre ella, dada la dilatada Historia de la Iglesia, con este aplastante argumento: simplemente porque la política divide.
No puedo dejar de sonreírme, porque seguro que somos muchos españoles, una gran mayoría, los que juzgando el momento actual y cómo hemos llegado a él, llegamos a la misma conclusión.
Sin embargo, todos debemos personal y humildemente reconocer que como en el fútbol, todos tenemos tendencia a apoyar a un partido ó a mostrar debilidad por él. Afortunadamente para nosotros, débiles de condición, nuestro equipo favorito no nos pide el voto, aunque la tentación siempre está ahí…
En el ámbito inverso, para quien pretenda utilizar a la Iglesia para sus fines políticos, LEÓN XIII citaba en su encíclica Sapientiae christianae (10-I-1890, Acta Sanctae Sedis 22 (1889-90 396; cfr. Gaudium et Spes S 43):
» (…) arrastrar la Iglesia hacia un partido, o pretender tenerla como aliada para vencer a los enemigos políticos, es una conducta que constituye un grave abuso de la religión «.
Así que la Iglesia lo tiene claro; cuando no puede hacer política, y cuando tampoco nadie puede servirse de ella para lo mismo, sólo le cabe: CALLAR, para salvaguardar su neutralidad, y también para otra cosa igualmente importante, NO DEJARSE utilizar tampoco.
Estas dos actitudes están apoyadas claramente por el Magisterio y son de aplicación aparentemente sencilla (ni digo ni me dejo), y también oportuna. Pero, ¿podemos valorar esta actitud como no comprometedora e incluso evasiva? No, el compromiso preferencial en estos momentos de la Iglesia española con la crisis es claramente el mantenido con los pobres, con las numerosas víctimas de la crisis.
El Magisterio nos sigue ofreciendo flores sapienciales de delicioso aroma.
Nuestro tanta veces recordado con cariño JUAN PABLO II, clarividentemente nos dice:
La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer (…) no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida , y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo (Sollicitudo Rei socialis 41).
Y en nuestro Catecismo se nos dice (2420):
La Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, «cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas» (GS 76). En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas.
Que la Iglesia jerarquizada en todo caso tenga prohibido apoyar ó descalificar a partido alguno, no se deje utilizar, y en todo caso auxilie a los pobres, no significa que no diga, que no se pronuncie.
La Iglesia como Esposa de Cristo tiene asignada una exclusiva competencia moral, que ejercita según criterios ético-religiosos y no políticos. Las causas y las posibles soluciones de esta crisis que afecta a los Hijos de Dios, tienen naturaleza moral porque parten de la existencia de pecados socialmente extendidos:
Exhort. Apost. Reconciliatio et paenitentia (2 de diciembre de 1984), 16 » Ahora bien la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras Naciones y bloques de Naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabilidades son de las personas. Una situación -como una institución, una estructura, una sociedad-no es, de suyo, sujeto de actos morales; por lo tanto, no puede ser buena o mala en sí misma» Acta Apostolicae Sedis 77 (1985), p. 217.
Manifestándose y denunciando de esta manera puede y debe pronunciarse la Iglesia sin vulnerar su neutralidad política.
Que tenga por seguro, que los españoles entendemos perfectamente estos términos. En los pecados sociales (que son los personales agregados) citados (engendrar, favorecer ó explotar la maldad general, no hacer nada por evitarla por pereza, miedo, encubrimiento ó complicidad, indiferencia y cobardía) se encuentran magistralmente citadas las causas de la actual depresión económica.
Digo depresión y no crisis, porque tales gravísimos pecados personales siguen subsistiendo pese a que multitud de analistas los hayan identificado, si bien en términos no estrictamente morales (para éso ya está la Iglesia, y se la espera una vez más). Además su existencia y resistencia forma parte de la constante denuncia popular, que quizás adolece de razonamientos elaborados y, que derivan de la indignación. Los sentimientos de indignación popular pueden ser fácilmente manipulables; la Historia está llena de episodios similares.
La crisis como oportunidad de realizar cambios y fortalecer la autoridad de la Iglesia española
Hay que ser muy ciego para no ver en estas circunstancias una oportunidad de adquirir protagonismo, y de cumplir así con el Magisterio y con la Misión en la defensa de la Dignidad de la Persona. Se hace en falta una autoridad que hable en términos morales, no políticos de los males que causan, persisten y se resisten en esta atmósfera de decadencia, depresión y lucha por la supervivencia de nuestro país. Una voz que no sea política ni económica y que eleve la dignidad de este país.
Pero es que no sólo la Iglesia jerárquica puede y debe manifestarse moralmente sobre los aspectos sociales, es que además también puede hacerlo y verse asesorada, a través de excelentes laicos formados que inspirándose en la doctrina social de la Iglesia, pueden y deben emitir valoraciones técnicas y no necesariamente políticas.
La ética ó la ausencia de ella en la toma de decisiones de gestión de los escasos recursos públicos (decidir en qué gastar ó no gastar, a quien se pide sacrificios y a quién se les evita, qué es necesario y qué es superfluo), es materia y problema de primer orden, y tiene naturaleza técnica pero más la tiene moral. Igualmente es de enorme relevancia moral esa percepción de que los males sociales siguen ordenando el presente.
Consiste en que la Iglesia española sea ambiciosa y se pronuncie en los términos morales que debe (su repercusión sería enorme), y consiste en que también impulse la formación de un movimiento a-político que constituya un referente social, formado por intelectuales laicos católicos organizados, que sin representar a la Iglesia, puedan ir más allá de las valoraciones morales, que si bien en principio son suficientes para orientar el gobierno justo, necesitan una concreción específica de orden temporal y técnico. Un oportuno objetivo sería ganar influencia y adquirir 1) protagonismo vertical y jerárquico y; 2) horizontal y seglar.
Una reacción católica que sería beneficiosa para la sociedad española, cuya sociedad civil está casi huérfana de portavoces políticamente desinteresados y sobre todo de referentes morales. Los católicos realizamos una inmensa labor de caridad y auxilio, y es un excelente aval con el que presentarse a los españoles, pero nos falta VOZ.
Qué pueden hacer los cristianos, influyentes o no, en concreto.
En la medida en que las instituciones sociales y jurídico-públicas, y más concretamente, su régimen jurídico, no garantizan el acceso y el desempeño con integridad, que es también moral por naturaleza, de las personas que las rigen, éstas deben ser reformadas (…para sustituir regímenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios, por otros democráticos y representativos (SRS 44)).
Mediante el protagonismo social, los laicos cristianos debemos animar y participar activamente de un proceso de exigencia de reformas políticas, pues somos sujetos políticos pero no convencionalmente revolucionarios. La revolución cristiana consiste en cambiar radicalmente el interior, para que Cristo-Dios sea la fuerza transformadora y sustente a la persona. La Fe y la Experiencia de Dios de los cristianos son fuerzas constructivas para orientar a la sociedad hacia el bien común, removiendo el pecado social de la defensa soterrada de los intereses particulares.
Hemos de actuar enfáticamente con carisma propio en medio de la sociedad plural española, con modo de proceder esencialmente cristiano: por el Bien común a través de la caridad fraternal, trabajando por la reconciliación entre los españoles y de éstos con Dios.
En 34 años de democracia constitucional podemos afirmar que es la dialéctica del enfrentamiento constante lo que ha dañado más el interés común. Cuando todo el mundo discute, y todos se echan la culpa, cada cual equívocamente puede encontrar licencia para buscar y conseguir inmoralmente sólo su interés personal.
Algunas pautas para no confundirse en esta situación actual de la crisis española
En nuestra España hay hambre de justicia, de trabajo y de pan, pero también hay hambre de Dios.
Algunos criterios para orientar la respuesta cristiana a la actual situación de España puede ser realizada conforme a alguna de estas pautas:
1. Para el Cristianismo la «revolución empieza desde dentro hacia fuera» y no de arriba hacia abajo, ni de abajo hacia arriba, y es pacífica por naturaleza y de actitud.
2. No hay más superestructura que la PERSONA y, el Estado y el Mercado han de subordinarse a ella, y es su crecimiento y libre desarrollo para alcanzar el bien el que hace a los pueblos grandes, y al Estado y al Mercado necesarios y legitimados para ejercer sus prerrogativas.
3. La Gloria de Dios es la Gloria del Hombre, La gloria de Dios-Persona es el desarrollo y el crecimiento del Hombre-Persona. Ésta realidad espiritual es fundamento como hace siglos de nuestra cultura occidental y cristiana. La Dignidad de la Persona es motor y premisa para el desarrollo social, y es fundamento que inspira el Magisterio social de la Iglesia.
4. Ante la deprimente situación moral y económica y el persistente daño que se produce a la Dignidad de las personas, que no obtienen justicia, ni tampoco la esperan, y por ello desesperan, la sociedad española se expone a ser manipulada insolentemente ó a perpetuarse inhumanamente como víctima de la desesperanza y del derrotismo.
5. Se ha de tener en cuenta que nuestros compatriotas exigen PAZ, TRABAJO, JUSTICIA y DIGNIDAD. Mayoritariamente no desean una revolución ni tampoco desean desórdenes.
6. Pero la sociedad no sólo debe exigir el Bien común, debe también hacer una auto-evaluación sobre su responsabilidad en la existencia de los pecados sociales. No puede delegar a ciegas las cuestiones de la res pública, y no puede volverle la espalda a Dios, preocupada únicamente por las cuestiones materiales. Cómo si no, se explica que tan sólo testimonialmente unos pocos (incluida destacadamente la Iglesia española) hayan denunciado insistentemente la extensión de la corrupción en nuestra cultura, siendo la política y la economía manifestaciones también de ella.
7. La CORRUPCIÓN se ha extendido durante años en el poder, en el sistema económico, pero también en nuestras familias. Las nuevas generaciones de jóvenes exponen los muchos pecados sociales que han ocasionado esta crisis.
8. Los cristianos somos un motor transformador de la sociedad, capaz de sacar lo mejor que ésta lleva en sí misma, y lo mejor son sus virtudes espirituales.
9. Hoy un católico español, laico, debe hacer más política que nunca. Un católico español, hoy debe ser voz de los sin voz, de la mayoría pacífica no «hooligan» de partido alguno, sufriente y no sufriente, y en cualquier caso temerosa de su futuro.
10. Luchamos contra el paralizador temor de los españoles a no vislumbrar salida alguna para el crítico estado de cosas existente. Donde hay miedo la Fe no puede acabar siendo sólo un refugio, ha de ser una puerta abierta a la Esperanza, porque Dios libera a los hombres de sus temores.
11. Hoy un católico español, debe comprometerse con la reacción reformista y con la reconciliación entre españoles, quitando la máscara de quien pretende manipular y de quien se erige en «pastor» interesado del rebaño, y de quien se olvida de los pobres y exige sacrificios sin que él mismo esté dispuesto a asumirlos.
12. EL LIDERAZGO SERÁ MORAL Ó NO SERÁ.
Los católicos españoles deben participar en este proceso histórico de transformación con su fuerza constructiva, deben participar en la regeneración moral y espiritual de nuestra España. Es un tren al que hay que subirse necesariamente, porque este tren conduce lejos y porque llega a nuestra hora.
La Iglesia en su conjunto debe ejercer un liderazgo civil ante la crisis moral de la sociedad española
En la sociedad secular española faltan y han faltado buenos pastores, es decir, buenos dirigentes políticos y sociales. La falta de buenos pastores (creyentes y no creyentes) ha desencadenado esta crisis. Los católicos españoles, pueden y deben participar en el liderazgo de la sociedad civil, para que éste no sea ejercido de manera exclusiva y ya conocida por partidos y movimientos, que son sujetos responsables e interesados en que persista el pecado social.
La experiencia de estos años de crisis demuestra, que economía, política y cultura se sustentan en valores todos ellos humanos y espirituales, como el crédito y la integridad personal (el respeto a la palabra dada y la coherencia entre las palabras y los actos), y la confianza (responder de las consecuencias de los compromisos, de los actos buenos y malos), la búsqueda del bien común y no del particular, el esfuerzo y el sacrificio como rectores en la educación, y la armonía, la solidaridad y la fraternidad en la cultura de las relaciones.
Todos estos valores sustentan frágilmente (en parte debido a la crisis de las familias, y en parte porque al Estado y al Mercado no le convienen), las relaciones entre las personas, y ponen de manifiesto que cultura, economía y política se cimientan sobre ellos, y si estos valores fallan, entonces todo se desmorona.
Todos estos valores se refieren igualmente a la Trascendencia porque una Fe auténtica los transmite, y porque las decisiones personales repercuten en el prójimo, al que hemos de Amar en su individualidad porque en él mora Cristo.
Hemos confundido la Libertad como el fin de todo y no como el medio para vivir coherentemente los valores y así alcanzar la plenitud personal (unos por idealización marxista, otros por avidez liberal, y algunos en aras de la mal entendida liberación sexual), y así puede explicarse, que los sujetos hayan transgredido continuamente el principio de responsabilidad, y hayan corrompido las instituciones, es decir, hayan institucionalizado, la Libertad como supresión de todas las barreras jurídicas y morales, cuando su significado originario es bien distinto.
Se necesita caminar libremente en la vida, pero hacia el único destino que le persigue a la persona desde su nacimiento, descubrir la Eternidad de la existencia para que la vida tenga sentido. Esta es la felicidad perdurable, reconciliarse con Dios y vivir así en Paz y para siempre y, en armonía con sus hermanos.
La Iglesia, todos, sacerdotes, reyes y profetas, trabajamos para que esta reconciliación con Dios y entre los hermanos sea posible, éste es nuestro doble compromiso espiritual.
Una sociedad consumista desengañada debe encontrarse con Dios, comprometido con los problemas temporales de los Hombres a través de la Iglesia.
Por eso la Iglesia tiene una palabra que decir, tanto hoy como hace veinte años, así como en el futuro, sobre la naturaleza, condiciones, exigencias y finalidades del verdadero desarrollo y sobre los obstáculos que se oponen a él. Al hacerlo así, cumple su misión evangelizadora, ya que da su primera contribución a la solución del problema urgente del desarrollo cuando proclama la verdad sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el hombre, aplicándola a una situación concreta (JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socials (41))
Qué pueden hacer los laicos católicos para cobrar autoridad e influencia moral en nuestra sociedad y además, ejercer la caridad y el auxilio a las víctimas de la crisis. Revisión interior.
La autoridad y el prestigio en la sociedad de la Iglesia española, pasa por tener VOZ y por tenerla PROPIA.
La Iglesia española no puede valorar políticamente las instituciones, por respeto escrupuloso al poder temporal legítimamente representado por gobiernos elegidos democráticamente, pero puede y debe valorar y denunciar en términos morales la presencia en las instituciones de los pecados sociales, pues está comprometida secularmente a defender la dignidad de los Hijos de Dios, estén ó no en comunión con la Iglesia.
Esta coherente defensa que lleva realizando la Iglesia a lo largo de su Historia, también pasa por exigir y sobretodo coordinar el compromiso fraternal de los laicos con las víctimas de la crisis, pero también por impulsar y coordinar el compromiso laical con la transformación política.
Los laicos católicos españoles no somos ni podemos ser sujetos políticos pasivos. Hemos de desenvolvernos y tener voz propia en la sociedad civil sin confundir ello con la adhesión a las formaciones políticas, a las que libremente cada uno puede confiar su voto.
La política también siempre ha amenazado a los fieles católicos con la ruptura eclesial. La política ha separado también a muchos laicos de la comunión con la Iglesia. Podemos y debemos hacer propias esas declaraciones antes citadas de la Congregación para el Clero, que bien podrían estar dirigidas a nosotros, también sacerdotes, reyes y profetas.
El compromiso civil del laico católico está ya explotado, pues el compromiso civil organizado de los católicos ya se manifiesta en universidades, fundaciones, movimientos, etc.
Desde mi punto de vista es muy disperso y por ello su protagonismo e influencia mediática es reducida, está excesivamente afectado por las disensiones internas de la Iglesia jerárquica y, funcionan sin excesivas ambiciones sociales como si hubiesen sido creadas para parroquianos. Es una impresión personal, perfectamente matizable.
La Iglesia tiene que coordinarnos (porque estamos muy dispersos), ayudar a conocernos y a planificar juntos, pero si la Iglesia española sólo mira dentro de sí misma, ó sólo se preocupa por sus disensiones internas, dejará pasar la oportunidad de recuperar la influencia como referente moral, que tuvo en la transición, y que le corresponde ahora en la sociedad española.
Para que respondamos a los tiempos, la Iglesia debe recuperar su comunión interna. La falta de ella es un mal que escandaliza a los cristianos y, constituye una grave ofensa al Espíritu Santo.
Se trata de sencillamente elegir entre interpretar ó ignorar los tiempos, y se llega a sitios bien distintos con una opción u otra.
En conclusión, nuestra jerarquía necesita la voz de los laicos españoles formados y organizados, y con presencia e influencia en las esferas públicas y privadas, y los laicos españoles necesitan de la Iglesia, porque una cosa es la oportuna y la otra es la efectiva. Pero para ello, necesitamos una Iglesia igualmente reconciliada, si no será imposible realizar la Nueva Evangelización de nuestra España, hoy descreída y antaño cristiana y mariana.
Ante un momento transcendental de la Historia de España y de Occidente.
El Cristianismo hizo la Europa de posguerra, gracias a hombres creyentes que fueron audaces porque el Espíritu Santo les impulsaba a transformar la realidad de desolación y separación en la que sus hermanos y las Naciones europeas vivían tras la última guerra.
La Iglesia española jugó un papel trascendental en la transición española utilizando la mejor estrategia con que un cristiano puede actuar, trabajando por la reconciliación entre los españoles. Esta tarea sigue siendo necesaria, pues es evidente que la peor situación de la que España parte para afrontar la crisis, es la división interna existente entre españoles, cuestión no resuelta en nuestra joven Democracia, y que se explica por imposición al Bien común de intereses particulares institucionalizados.
No se puede gobernar con eficacia cuando se cultiva constantemente el enfrentamiento, la disensión, la bronca, el rencor, en suma, la defensa numantina de la posición adquirida ó por adquirir, en perjuicio de la mayoría de españoles, realmente reconciliados y pacificados con la Historia reciente de España.
Faltan referentes morales en España para este fatídico momento.
La Iglesia española proporciona el pan espiritual y material que España necesita, pero ésta necesita también su Voz, y también su audacia.
Dirija su Voz a los españoles desesperanzados y temerosos de su futuro, y convoque y coordine a sus fieles laicos católicos con capacidad de influencia y/ó presencia en las instituciones civiles para formar una corriente activa y unificada de pensamiento social cristiano que sea referente moral para la sociedad española. Promueva activamente la reconciliación entre los españoles y de estos con Dios, y sepa sacar las virtudes espirituales de los españoles en la tierra de Santa María.
Roguemos a Dios por intercesión de Santa María del Pilar y Santiago apóstol, para que la Iglesia española y su jerarquía, puestas altas sus miras en Jesucristo presente en la durísima realidad española, le acompañen en su Cruz para ser así testigos privilegiados de su Resurrección.