El papel de la Compañía de Jesús en Cuba con su superior Arregui a la cabeza, puede tornarse importante
(Juan Pablo Somiedo).- Las relaciones de la Santa Sede con Cuba han pasado por diferentes momentos, desde el choque frontal, que tuvo su punto álgido en la excomunión de Fidel Castro por parte de Juan XXIII, hasta la colaboración actual.
Este hecho queda de manifiesto si observamos las diferentes declaraciones de los Papas. Mientras Juan Pablo II pedía en 1998 un mayor grado de libertad al régimen comunista cubano, Benedicto XVI habla de diálogo y reconciliación. Este cambio de estrategia está dando sus frutos y ha colocado a la iglesia en una posición de interlocutor y mediador legítimo que ha tenido como consecuencia más próxima la puesta en libertad de varios presos políticos.
Un análisis del escenario cubano nos revela la presencia de un conjunto de actores estatales y no estatales cada uno de ellos con sus propios intereses: la disidencia interna cubana, la comunidad de exiliados de Miami, los intereses de EE.UU y de Europa (con España como punta de lanza), los intereses particulares de las grandes empresas y, como no, la omnipresente Iglesia.
Hay que tener en cuenta, además, que los EE.UU y la Unión Europea defienden diferentes puntos de vista sobre las pautas que debe seguir el tan ansiado proceso de transición de Cuba hacia la democracia. En la postura de la Unión Europea, España ha ejercido una influencia decisiva, pero cohabitan diferentes posturas que oscilan desde la flexibilidad y cercanía propugnadas desde el gobierno de Madrid hasta la firmeza e intransigencia que muestran los países del antiguo bloque soviético, que ven en Cuba una dictadura semejante a la que ellos padecieron.
Washington, por el contrario, defiende un modelo de transición rápida, con un rápido hundimiento del régimen castrista que sería sustituido por un gobierno democrático en el cual el exilio cubano afincado en Miami tuviese un peso específico y significativo.
Pero los intereses del gobierno americano van mucho más allá de lo meramente político y abarcan cuestiones económicas. Una muestra de ello fue la reciente llamada al orden del gobierno de Obama a través de la SEC (Securities and Exchange Comisión) como consecuencia de los precipitados e imprudentes movimientos del presidente de Telefónica Cesar Alierta. El aviso disuasorio se entiende mejor si tenemos en cuenta que una de las siete medidas dictadas por la administración Obama en 2009 sobre Cuba se refiere a «otorgar licencias a proveedores de telecomunicaciones para realizar acuerdos de servicios de conectividad con proveedores de telecomunicaciones en Cuba».
Y se entiende más aún si tenemos en cuenta que los movimientos e inversiones de empresas españolas en Cuba ya estaban siendo seguidas e investigadas por el gobierno de EE.UU como han revelado recientemente los cables de Wikileaks:
(http://www.elpais.com/documentossecretos/geo/cuba/
Hoy por hoy, los objetivos de la Iglesia en Cuba no han cambiado mucho. Tres de los más importantes son la plena libertad de culto con el consiguiente beneplácito del gobierno para abrir nuevos centros de culto (y tratar de paliar así el avance de los cultos Pentecostales), el sector de la educación y el acceso a los medios de prensa. Uno de los proyectos ansiados por los jesuitas desde que las escuelas privadas fueran nacionalizadas por Fidel Castro en 1961 (la orden era propietaria del colegio Belén en la Habana, donde estudió Fidel Castro), es llevar a la realidad un proyecto educativo en la isla de mayor amplitud y relevancia.
Y esto por más que los jesuitas intenten negar públicamente este hecho bajo el riesgo que pudiera ser tachado de un intento de recuperar los privilegios de la colonización y pudiera herir sensibilidades dentro de la propia Compañía, no exenta de tensiones internas. A este respecto pueden verse las declaraciones a la prensa de Jorge Cela, recientemente nombrado superior de los jesuitas para América Latina: http://www.jornada.unam.mx/2012/03/06/mundo/023n1mun
Pero el papel de la Compañía de Jesús en Cuba con su superior Arregui a la cabeza, puede tornarse importante por otras razones. La presencia de los jesuitas en la isla ha sido un continuo incluso en los tiempos más duros de la revolución cubana. Hoy los jesuitas tienen presencia en toda la isla, que incluye parroquias en la Habana, Camagüei, Matanzas, Cienfuegos y Santiago de Cuba y pueden ser decisivos en la formación de una nueva clase dirigente del país en consonancia con los valores democráticos.
Esto unido a que la Iglesia en general podría ser la conductora de la paz y la estabilidad social evitando las temidas rencillas posteriores contra el actual establishment cubano hacen que el Vaticano sea un exponente de lo que Joseph Ney acuñó como «soft power» o «poder blando».
Respecto a la prensa, la Iglesia ya posee la única revista independiente de crítica política de Cuba, «Espacio Laical», en la que escriben diferentes académicos y hombres de Iglesia. Además el seminario San Carlos y San Ambrosio se ha convertido en el centro de diálogo «Felix Valera de la Cultura», donde se reúnen a debatir problemas nacionales figuras de la revolución junto con voces de la Iglesia e incluso algunos opositores al régimen.
La Santa Sede es consciente, además, que el futuro de la isla va a estar ligado a los deseos del grueso de la población y no tanto, por paradójico que esto parezca, a los de la disidencia o el exilio cubano. Pero si alguien acertó en el diagnóstico y la solución del problema cubano, ese fue, sin lugar a dudas, el difunto Juan Pablo II cuando dijo: «Cuba debe abrirse al mundo para que el mundo se abra a Cuba». No se puede decir tanto con tan pocas palabras.