Los brasileños reclaman que la educación, la sanidad pública, el transporte, los sueldos... sean "padrón FIFA", pues el gobierno no ha escatimado recursos para que el mundial sea realizado, gastando y desviando grandes cantidades de dinero
(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- La amenaza de que la gente se eche a la calle está cada vez más presente. El gobierno brasileño tiene miedo, con cierto fundamento, de que esta situación se produzca y de las posibles consecuencias para la imagen del país.
La prensa internacional, no así la mayoría de los medios brasileños, hace constantes referencias a este ambiente, que da la sensación de clima pre-bélico. Acabo de recibir un correo de España en el que alguien me decía: «La verdad es que en España se está dando la impresión de que aquello es una guerra o algo parecido».
Frente a esta situación mucha gente puede preguntarse: ¿Por qué tantas protestas? Si hiciésemos una encuesta entre los brasileños las respuestas serían muy diferentes, pero las causas son comunes para todos y se reducen a las desigualdades sociales y la corrupción. Y de esto no cabe ninguna duda, pues después de ocho años viviendo aquí, éstas son situaciones muy presentes en la vida del día a día.
En Brasil las diferencias sociales son inmensas, inimaginables para quien no conoce el país de cerca, lo que provoca un constante sufrimiento de la mayoría de la población, que se ha cansado de ver cómo los derechos básicos no son respetados.
En cuanto a la corrupción se puede decir que ésta domina todos los ámbitos sociales, no sólo la política, aunque en este campo es donde aparecen las situaciones más sangrantes, con el apoyo del poder judicial.
Buena parte de los cargos políticos, desde los senadores y diputados federales hasta los concejales de los pequeños ayuntamientos, roban a dos manos y en la mayoría de los casos, a pesar de las denuncias, quedan impunes. Eso sin olvidar que sus sueldos superan con creces sus capacidades y carga de trabajo.
Los brasileños reclaman que la educación, la sanidad pública, el transporte, los sueldos… sean «padrón FIFA», pues el gobierno no ha escatimado recursos para que el mundial sea realizado, gastando y desviando grandes cantidades de dinero, y, en la mayoría de los casos, construyendo estadios e infraestructuras de baja calidad. Todo eso después de haber provocado desalojos de comunidades pobres que impedían que se llevase a cabo lo que la FIFA pedía. Frente a esto la gente se pregunta: ¿Por qué para la FIFA hay dinero y para satisfacer las demandas básicas ese dinero no aparece?
En el discurso institucional sobre el mundial, la presidenta Dilma Rousseff intentaba justificarse, sin convencer a casi nadie, que se han destinado 212 veces más en educación y sanidad que en la construcción de los estadios.
Frente a eso se puede decir que estamos hablando de 12 estadios frente a 57 millones de estudiantes, sin contar los universitarios, y una población que ya supera los 200 millones y necesita de una sanidad pública de calidad. Ante tales afirmaciones se entiende la indignación popular.
Es injustificable que en el país del mundial muchos alumnos estudien en «escuelas» en condiciones infrahumanas (esto lo veo habitualmente con mis propios ojos), siendo transportados en algunos casos en autobuses sin cristales y con un número de alumnos mucho mayor del permitido.
No se puede aceptar que en los hospitales, por falta de infraestructura y profesionales, la gente espere horas y horas en los pasillos para ser atendidos. Que los autobuses y metros parezcan latas de sardinas, que los sueldos no permitan a la gente llegar a fin de mes, que los pueblos indígenas continúen siendo ignorados por el gobierno.
A todo esto se unen las cuestiones políticas y las elecciones generales del 5 de octubre. El gobierno quiere que las protestas durante el mundial sean consideradas terrorismo y castigadas hasta con 30 años de cárcel. La oposición reclama la libertad de expresión de los brasileños y que puedan ser mostradas las reivindicaciones sociales en el entorno y dentro de los estadios.
El mundial, y el fútbol en general, siempre han traído alegría a los brasileños, pero también se entiende que la gente esté cansada de ser tratados como mano de obra barata al servicio de un sistema cada vez más injusto, del que la FIFA es una clara expresión. Quien sueña con un mundo mejor para todos no puede dejar de entender a aquellos que quieren echarse a la calle.