En los "felices" tiempos primitivos de la "Transición española", el "Popular" fue el único banco que financió al Partido Comunista
(A. Aradillas).- Con humildad, sensatez y buenas dosis de providencial optimismo, reconozco que en cuestiones bancarias y sus extrarradios, soy, y me comporto también, como un analfabeto integral.
Mi amigo Luís procede, año a año, a ordenar los datos para con los mismos rellenar los impresos de la «Declaración de la Renta», sin tener siquiera que sugerirle que coloque la «X» en el altar correspondiente al casillero, por más señas, católico, apostólico y romano, y ¡sea lo que Dios quiera¡, que deberá serlo siempre en beneficio del prójimo.
Dada mi incultura mercantil, que incluye hasta la supina ignorancia acerca de la terminología bancaria, los interrogantes que me asaltan por todos los flancos al intentar pergeñar algún comentario con ocasión de la reciente noticia de la misteriosa asunción -«tomar para sí», que no «elevación a los cielos»-, por otra entidad más poderosa del ramo.
En mi caso, y posiblemente en el de multitud de lectores, los interrogantes que suscita tan sorprendente noticia, son muchos y de sumo interés social y crematístico, paritario al ascético- místico y aún al religioso, en las esferas cerúleas de las altas finanzas. De entre los interrogantes subrayo algunos, con la confianza próxima o remota-según y conforme se desarrollen las cosas-, de que se nos despejen dudas de tanta relevancia para el ordenamiento de la convivencia social, con posibles efectos para la eviternidad.
¿No estará manipulada de alguna manera la referida noticia, adscribiéndosele, la posesión de un banco -uno de los más importantes de España- , al cierta organización, entidad o movimiento religioso, acogido a las siglas del «Opus Dei», «obra de Dios», si no en exclusiva, sí por antonomasia? ¿Cómo, quien o quienes nos explican este misterio, no pudiendo ya satisfacerles a muchos que él sería uno más de los que configuran la doctrina cristiana?
¿Cómo a toda una «Obra de Dios» puede haberle esperado un fin social y comercialmente para la mayoría, y tal vez tan pingüe y beneficioso para alguna minoría?
Dudando muchos de que el «Opus Dei», como tal, haya sido, el poseedor de tal entidad, ¿quién o quienes, y con representaciones y títulos «religiosos», no hayan difundido ya las aclaraciones pertinentes para evitar malos entendidos y malevolencias, que afean la faz de la Iglesia, precisamente en unos tiempos como los actuales en los que sobran -¡y de qué modo!-, escabrosidades y escándalos, sobre todo en territorios y comportamientos ético- morales?
¿Ganarán la partida los más optimistas, convencidos de que las difíciles gestiones laborales y profesionales que habrán de asumir los nuevos dueños, resultarán ciertamente ejemplares con sus normas y comportamientos, tanto para los jefes y empleados, como para el resto del personal, con inclusión de quienes en su día confiaron al banco sus bienes y ahorros?
Conceptos tales como «activos», » pasivos», «dividendos», «finiquitos», «valores», » fondos», «bonos», «cupones «, «cédulas», «libranzas», «especulaciones», «fuga de depósitos», «intereses, «emisiones», «pólizas» y tantos otros términos -situaciones y soluciones-, del léxico tan consagrado como es el bancario, ¿llegarán a conjugarse y aplicarse, con todas las garantías y ejemplaridad, en la asunción del ex «Banco Popular» – «banco del Opus-, por el ahora todopoderoso «Santander»?
De todas maneras, con lo del «voto o promesa de pobreza», lo de «Obra de Dios» por definición y además por lo de «popular» -pueblo de Dios-, no parece cohonestar concluyentemente con que sea, o haya sido, Dios, la referencia del banco de este comentario.
El dato histórico de que en los «felices» tiempos primitivos de la «Transición española», el «Popular» fuera el único banco que financió al PC -Partido Comunista-, condenado y recondenado entonces por la Iglesia, no aportaría absolutamente nada al comentario acerca del acontecimiento aquí reseñado. Tampoco parecería lógico relacionar los definitivos «déficits» de las acciones, y la caída del «Popular», con la idea de Iglesia que encarna el papa Francisco.
«Sic transit gloria mundi» es, y seguirá siendo, síntesis de adoctrinamiento cristiano, para bancos, banqueros y bancarios, a pesar de sus apellidos, y a cualquier otro tipo de connotaciones «religiosas» o «para-religiosas»..